lunes, 7 de enero de 2013

7 de enero de 1972 (40 aniversario de mi segundo nacimiento y la muerte de 104 personas) El trágico accidente del avión en La atalaya de San José (IBIZA)


El día 7 de enero quedará para siempre en mi memoria, ese día tuvo lugar mi segundo nacimiento fruto de mi cabezonería y la trágica muerte de 104 personas, que podían haber sido 108, si yo hubiese sido menos cabezón y tres hinchas del F.C.  Barcelona no se hubiesen emborrachado por la victoria de este equipo sobre el real Madrid  y ebrios perdiesen el avión quedándose en tierra,   en el aeropuerto de Valencia donde el avión  Caravelle EC-ATV de Iberia había realizado una escala procedente de Madrid.



Como todos los años, durante las vacaciones de Navidad, regresamos a mi pueblo, Pinarejo,  a pasar los días de vacaciones invernales de la escuela. Mi madre aprovechaba para hacer la matanza del cerdo y así llevar brazuelos, perniles, chorizos, morcillas, traca (güeña) y el magnífico aceite de oliva de mi pueblo para la isla y lo que diese tiempo de coger la aceituna. Yo normalmente volvía antes para asistir a la escuela, que comenzaba y aun comienza el primer día hábil después de reyes.
Muy de madrugada me subieron al taxi de Antonio, el taxista de Pinarejo, comenzando un largo trayecto de más de cuatro horas que duraba entonces, ahora menos de hora y media, por la N-III, habiendo de pasar por las cuestas de Contreras, por el portillo de Buñol y una mala carretera nacional. Como quiera que había niebla y había nevado un poco, las  casi cinco horas se convirtieron es más de seis y llegamos tarde a coger el barco, que era donde estaba previsto viajar hasta la isla. Mis paisanos esperaron en las naves del puerto para pasar allí dos noches, pues llevaban mucho “avió” y equipaje y no podían irse en avión, pero yo no llevaba ningún equipaje, por lo tanto mi hermano mayor, que vivía en Valencia, me llevo a la calle la Paz, donde se encontraban las oficinas de Iberia para sacarme el pasaje de avión, cuando yo me entere de su intención me negué en rotundo, me producía pánico la idea de subir en avión por lo cual me negué haciendo gala de mi tozudez, allí se encontraba una familia, un joven matrimonio con una niña muy guapa de mi edad, 11 0 12 años, entre las azafatas, mi hermano y los padres de la niña intentaron convencerme, pero mi tozudez era mayor que la de una docena de mulas romas, los ojos oscuros de aquella niña morena con un dulce acento andaluz se me quedaron en la memoria para siempre.

Mi hermano se enfadó muchísimo conmigo, me llamo todos los sinónimos de cabezón, pero al final accedió.  Llegados a Benicalap fuimos a casa de mi primo Mateo, que tenía teléfono para comunicar a mi madre a través de mi tía  Puri mi cabezonería, que es quien regentaba  la centralita telefónica de mi pueblo, pero se había estropeado.  Viendo el enfado de mi hermano, mi primo Mateo me invito a comer un sabroso y delicioso arroz caldoso que estaba preparando Carmen, su mujer, mientras tanto intento razonar conmigo, dándole la razón a mi hermano.
Hablando, hablando mira el reloj de la pared, la radio estaba puesta, entonces no todas las casas disponían de televisor, la una  y pico de la tarde. Termina de decir mi primo:
-          A esta hora ya estarías en Ibiza.-  Cuando se escucha a través del aparato.- Un avión ha desaparecido a la altura de la isla de la Conejera. – Los dos palidecimos y cuando llego Carmen  fuimos incapaces de articular palabra.
Al instante estaba allí mi hermano, recuerdo que nos abrazamos y poco más.  A mi pueblo también había llegado la noticia, como la centralita de Pinarejo estaba averiada mi madre hubo de buscar a alguien que la llevase al Castillo de Garcimuñoz para intentar llamar por teléfono, pues ya tenía noticia por medio del taxista que no había subido en el barco y que seguramente me había ido en el avión, el taxista había emprendido otro viaje y por aquellos tiempos casi nadie tenía coche, al final la llevaron y lo primero que hizo fue llamar a mi hermana a Ibiza, que andaba también preocupada porque mi cuñado en teoría había subido también a ese avión con destino a Valencia y durante las primeras horas no se sabía si el avión era Valencia/Ibiza o Ibiza/Valencia, conclusión que uno de los dos estábamos muertos.  Afortunadamente ninguno, él paso varias horas en el aeropuerto de Ibiza a la llegada de un nuevo avión y voló sin saber que se había estrellado en S’ Atalaia de Sant Josep el avión con el que debía volar a Valencia.

Antes de las tres de la tarde ya estaba resuelto el entuerto, aquel domingo 9 de enero, cogía el avión en dirección a Ibiza acompañado de mi cuñado Antonio, con un miedo atroz y casi paranoico.  Cuando al día siguiente mis compañeros de clase acudieron a saludarme como si fuese un héroe, en Sant Antoni, las noticias en invierno corren como la pólvora, negué todo temor y de boquilla fui el más valiente del mundo, pero la realidad fue todo lo contrario.

Cuando dos años después trabaje cerca de donde se estrelló el avión, todavía quedaban restos de ropas colgados de los pinos.  Murieron 104 personas, de las cuales 9 fueron niños, yo hubiese sido el décimo junto con aquella niña morena de ojos oscuros y dulce acento andaluz.
No volví a subir a un avión hasta pasados más de quince años y casi con el mismo temor. 


2 comentarios:

  1. Curioso relato, Paco. No sé qué otro adjetivo podría ponerle.
    ¿Dramático, paradójico, nostálgico, ...?

    Bueno..., pues..., ¡feliz 'cumpleaños'!

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  2. Tampoco yo sabría cómo calificarlo. En mi familia lo hemos relatado muchas veces, cada uno por su lado, mi madre su angustia de no saber si estaba vivo o muerto, una de mis hermanas con la angustia e incertidumbre, segura de que o era su marido o su hermano. Yo sin enterarme entonces mucho del tema, mi hermano, cuando lo hemos referido siempre mudo.
    Muchas veces he deseado que aquella chiquilla al final no hubiese cogido el avión, me temo que fue uno de esos nueve niños fallecidos, de los tres aficionados del Barcelona, a uno le conocí bien, era tío de un buen amigo mío. Con catorce o quince años estuve trabajando muy cerca de la Atalaya, aún quedaban restos, puedo asegurarte que muchas noches tuve pesadillas sobre aquel viaje y siempre termino pensando en esa chiquilla que estuvo a punto de ayudarme a decidir coger aquel vuelo.
    Saludos

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