El partido podrido todavía se llamaba AP |
Hoy hace un año que Eco Republicano publicó mi primer escrito,
siendo publicado días después en Unidad Cívica por la República, era un escrito
dedicado a mi madre y a la bandera de la República, un escrito emocionado,
lleno de sentimiento, que redacte tras encontrarme por casualidad dos fotos de
aquellos tiempos en que la bandera de la República no se veía en las
manifestaciones a causa de la renuncia del PsoE y el PcE a la misma, un acatamiento vergonzante que trajo consigo
las consecuencias que hoy estamos pagando.
Pocos éramos quienes enarbolábamos la bandera de la libertad, de la
República, en aquellos años de multitudinarias manifestaciones obreras,
aquellos primeros de mayo con muchas banderas rojas, sindicales, pero nula
presencia de banderas del pueblo, nulo recuerdo de los luchadores de la
libertad, especialmente empeño en esa ausencia la ponía el servicio de orden
del PCE, “el camarada Santiago Carrillo así lo quiere”, obligando a guardar la
enseña de la IIª República, la bandera por la que lucharon nuestros padres y
abuelos. Mi madre me enseño desde mis primeros años que la bandera del aguilucho no era la
bandera por la que mi abuelo había estado preso, que no era la bandera por la
que lucho mi padre, que no era la bandera del pueblo, que mi bandera que representaba los tres colores de la
libertad en España tenía un tercer color, el color de mi tierra, de
Castilla. Le pedí a mi madre que me
cosiese una, pero ella ya no estaba para esos trotes y sus ojos con cataratas menos, aunque sí estaba para acudir a
todas las manifestaciones, y estaba coja, así que fui buscando mi bandera por todos
lados, en todos los comercios de Valencia, cuando por fin la encontré en los ya
desaparecidos Almacenes España, a escondidas me la vendieron por mil
pesetas, cuando la rojigualda o la cuatribarrada costaban menos de la mitad. Durante al menos tres años la estuve sacando sin escudo, unos años después, 1983, unas magistrales manos bordaron el escudo constitucional
de la República.
En
Valencia, durante varios años la única bandera republicana que se veía en las
manifestaciones era la mía, por mi tozudez, pero sobre todo porque llevaba dos
guardaespaldas que causaban respeto, mi madre y mi tío, ambos ya ancianos pero
con las ideas muy claras, mientras que quienes intentaban que la guardase
carecían de argumentos y ni ellos mismos creían en sus consignas.
Ese escrito, no me atrevo a llamar artículos a lo que
escribo, como todos surgió del sentimiento y de la convicción de que España no
sólo mañana será republicana, sino de que es una necesidad, un deber, luchar y
actuar para que así sea. Ese escrito dedicado a mi madre y a nuestra bandera,
es también un homenaje a aquellos que durante los grises años de la dictadura
mantuvieron viva la llama del ideal republicano, como mi madre, mi padre, mi
abuelo, mi tío y tantos españoles que hubieron de sufrir en silencio la
humillación de ver morir al sanguinario dictador en su cama, dejando un heredero, un atado y bien atado. Un
nudo que todavía 38 años después no hemos logrado deshacer, tal vez porque nos
falta el tesón y la convicción que tuvieron ellos.
Hoy el movimiento republicano está vivo, está desarrollándose,
pero le falta todavía mucho a pesar del empeño que ponen los herederos de la
dictadura en hacernos ver que el actual sistema político nada tiene que ver con
lo que debería ser una democracia, que es un apéndice de la dictadura, que
honra institucionalmente a los muertos de un bando y mantiene monumentos
fascistas con dinero público, mientras que intenta que quienes defendieron la
libertad, la legalidad continúen en fosas comunes, en las cunetas, en el túnel
del olvido.
Es necesaria la unión y la toma de conciencia de la
necesidad de recobrar la legalidad usurpada por un genocida y cedida a una
estirpe que representa lo peor de la historia de España, la dinastía borbónica.
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