jueves, 12 de abril de 2018

Palas, rezos y muerte...



Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia.

José Saramago



Advertencia innecesaria:

Todo cuanto aquí está escrito sucedió a distintas personas no necesariamente en los lugares mencionados ni por supuesto los nombres se corresponden con quienes vivieron los acontecimientos. Por tanto, distintas vivencias de distintas personas en la vida real, en la novela pueden unificarse en un solo personaje o a la inversa, vivencias de una persona pueden aparecer en dos o más personajes con desenlace diferente al real.

LEER PRIMEROS CAPÍTULOS MAGDALENAS SIN AZÚCAR

Aquella mañana, tras casi una semana de lluvia intensa, tan solo caía una ligera llovizna. Apenas hay goteras en la galería, al contrario de los días anteriores que las fuertes tormentas provocaron que las piedras del techo destilaran agua y humedad en forma de múltiples filtraciones por toda la galería y el pavimento de piedra. Todavía no ha amanecido y ya Felipe está despierto. No ha dormido en toda la noche pendiente de Paco García, el cual durante toda la noche tirita y delira diciendo cosas sin sentido. En la oscuridad, Felipe le puede ver y escuchar el castañear de sus dientes, le coloca su manta encima. Nota que tiene fiebre, se la quita de nuevo, avisa a los guardias, pero nadie acude. Ahora parece dormir tranquilo, ya no le castañean los dientes, ni respira con dificultad, parece dormir plácidamente. Emilio llega en esos momentos de hablar con el grupo de cuatro hombres que están esperando que los fusilen desde hace más de ocho días. Mira a Paco García, se agacha sobre su macuto sacando un jersey. Felipe puede ver cómo con disimulo esconde algo que parece un papel. Se miran a los ojos, Emilio pregunta sin palabras por Paco.
—Creo que nuestro paisano se muere —responde Felipe.
Emilio se encoge de hombros, no es Paco García quien le preocupa, lleva días con fiebre alta sin ser atendido, tiene asumido que va a morir, todos lo saben. Le preocupan los cuatro jóvenes que serán fusilados, posiblemente aquella misma mañana, después de haber estado ocho días esperando en la celda reservada para los condenados a muerte, trayéndolos la tarde anterior de nuevo de regreso a la galería.
—Hoy no se libran —indica Emilio.
—¿Quién sabe? Hace más de dos meses que no fusilan a nadie, tal vez se hayan cansado de tanta sangre —contesta Felipe.
—¿Tú crees? Esta gente no tiene compasión.
—Ya. Mira a nuestro paisano, tres días tiritando sin que le hagan caso.
Ambos miran a Paco García. Lo último que escuchó Felipe de su boca a mitad de la noche entre delirios fue:
—Ni que mande el fascio ni que mande el comunismo, la basura la sacaremos siempre los mismos.
—Cállate, que como te oigan —había siseado alarmado Felipe.
—Ni que mande el fascio, ni que mande el comunismo, la basura la sacaremos siempre los mismos —repetía una y otra vez el pobre hombre, intentando que sus palabras cada vez se escuchen más fuertes.
Están los dos hombres en cuclillas cuando se abre la puerta de la galería encendiendo las luces y despertando a la mayoría de los presos. Emilio masculla entre dientes:
—¡Maldita sea!
Aparecen cuatro guardias, van directos a donde se encuentran los cuatro guerrilleros, mas no se los llevan a las celdas de los condenados a muerte, van directos ante el pelotón de ejecución, les dejan despedirse de los compañeros. Falta todavía más de una hora para que amanezca. Tanto Felipe como Emilio se han tumbado sobre sus mantas, agotados de toda la noche sin dormir. Cuando los guardias entran por segunda vez, viene un médico con ellos, se detienen junto a Paco García, el anciano anarquista, el único que había en Juncos. Se agacha, tomándole el pulso.
—Más vale que hubiesen llamado a don Gervasio. Este hombre está muerto. Sáquenlo de aquí —dice el médico levantándose.
—Tú y tú —les indica uno de los guardias a Emilio y a Felipe—, vosotros sacad a vuestro amigo de aquí. 
No son necesarios más, Paco García es puro pellejo, llevaba semanas enteras sin comer, ni tan siquiera la bazofia que recibía y en las pocas ocasiones que la comía, vomitaba. Ningún médico lo ve, ni él tampoco lo hubiese querido. Paco García quería morirse. No tenía nadie fuera, sus hijos habían muerto y su compañera enloqueció y una mañana la encontraron muerta en un barranco de Juncos, en el único precipicio que hay en toda la comarca, cerca del río. Nadie la echó de menos hasta que en la última visita que hicieron las mujeres a Cuenca no se presentó para subir al autobús.
—Estaba como una chota, desvariaba cada vez más, pero no hasta ese punto —dijo alguien en el pueblo.
Lo cierto es que tenía motivos para estar loca y para desear la muerte, pero no estaba loca. Paco sabía que buscaría la muerte y no tuvo fuerzas para decirle que no lo hiciese porque él también deseaba morir. Muchos sufrimientos a lo largo de la vida para soportar sus viejos esqueletos, ya no podían más ninguno de los dos. Habían soñado con crear una comuna ácrata en Juncos, la habían predicado como apóstoles en el desierto. Ya casi ancianos, dejaron de predicar su credo libertario. Ni sus hijos siguieron sus pasos. Antes del golpe de Estado del general Franco, ellos tan solo aspiraban a trabajar la tierra y a sacar la basura de los corrales para venderla a los hortelanos como abono, de ahí su eterna cantinela:
—Ni que mande el fascio ni que mande el comunismo, la basura la sacaremos siempre los mismos.
Ya no hablaban de Bakunin, tampoco de García Oliver, Ascaso o Durruti. En la Mancha no prendió la llama libertaria. Podrían haberse marchado a Cataluña o Valencia, pero amaban la tierra y decidieron vivir sus últimos años el uno al lado del otro con sus hijos lo más felices que les permitieran. La guerra no llegó a Juncos hasta después de finalizar la contienda, pero, a pesar de ello, la guerra y la posterior represión se llevó a sus siete hijos, ninguno se libró, ni siquiera Liberto, con quince años se lo llevaron a Uclés, lo mataron antes de pisar el monasterio, en el momento que le preguntaron su nombre.
—Liberto García López.
Era todavía un chiquillo que jamás hablaba de política por no llevar la contraria a sus padres, él no era anarquista. Tampoco sabía lo que era, no tuvo tiempo. Con su cara de niño imberbe antes de cruzar la puerta de la prisión lo mataron delante de su padre y de su hermano. Miguel, el siguiente en juventud a Liberto, con diecisiete años, no aguantó la presión e intentó huir, solo lo intentó, un disparo por la espalda segó su vida cuando todavía no llevaba un mes en Uclés. De los otros cinco hijos fueron recibiendo noticias durante la guerra, todos murieron en la batalla, incluidas sus dos hijas. No, ni Paco García ni Llanos López tenían ganas de darse ánimos. Resulta difícil dar ánimos cuando no se tiene ilusión por vivir.
—Paco, me voy a tirar por el barranco de la cueva de las Grajas, ya no puedo más.
—Que yo pudiese ir contigo de la mano —fue su respuesta.
Alargaron sus brazos tocándose la punta de los dedos, mientras que ambos batallaban por no estallar en llanto. Aquella noche nadie echó de menos a Llanos, solo él. Él sabía que lo haría y se acostó sobre un charco sin manta ni nada. Al día siguiente se negó a comer. Jamás nadie le dijo que había muerto. Sin embargo, él ya sabía lo que ella haría y cuándo lo llevaría a cabo. Tras salir Llanos por la puerta, Paco García decidió no vivir y hasta el agua sucia que recibía con cabezas de sardinas nadando en su superficie le sobraban.
Aquel día de finales del otoño en el exterior lloviznaba. Los guardias que llevan capotes sobre sus uniformes caminan detrás de los cuatro hombres que van a ser fusilados. Felipe y Emilio llevan a Paco García en volandas hasta una camioneta donde colocan su cuerpo. Les ordenan seguir a la misma caminando detrás. Notan cómo la lluvia les resbala por la cara y se van empapando sus ropas hasta calar todo su cuerpo. Mientras el aire frío se introduce hasta el mismo tuétano de sus huesos. La lluvia mezcla con sus lágrimas el sabor amargo de ver quienes van a morir, el agrio de la rabia y la impotencia de no poder hacer nada.
En el paredón, junto a las murallas, esperando se encuentra otra camioneta y un coche. La camioneta, en la que va el cadáver de Paco García, se detiene al lado de la otra, a unos metros del coche. Ambos vehículos tienen las luces encendidas y encaradas a un grupo de guardias, también con impermeables, que esperan la llegada de los presos que han de ser fusilados. Presos y guardias caminan en dirección a donde está el pelotón de ejecución, que al ver llegar al grupo comienzan a posicionarse. Se detienen ante el coche, en su interior hay un teniente de la Guardia Civil que mira el reloj de muñeca tocándolo con el dedo, dando a entender que llegan tarde. Al lado de la camioneta se encuentra don Gervasio, un joven sacerdote, protegido de la lluvia por un paraguas negro, se trata del mismo que junto a Braulio salvó a Felipe de morir cinco años antes. Cerca de donde está el pelotón de fusilamiento hay tres hombres jóvenes cavando la húmeda tierra con dificultad. El barro se pega a las palas a pesar de estar la tierra movida. Cavan hasta que las palas chocan con algo, son los cuerpos de los últimos presos fusilados. Se detienen un momento y al instante siguen cavando hasta que hay sitio suficiente para los cuatro que les han dicho que van a fusilar aquella madrugada. Al ver al quinto, dudan, hablan con el sacerdote, que se acerca a la fosa.
—Sobra —dice el sacerdote.
A continuación, el cura se dirige a donde se encuentra el teniente e intercambia unas palabras con él. Este hace un gesto con la mano, saca cuatro dedos, y señala a Felipe y a Emilio.  El sacerdote niega con la cabeza y continúan hablando. Parece que el sacerdote intenta retrasar la ejecución. Mientras tanto, los guerrilleros y guardias permanecen al lado. Felipe y Emilio sacan el cadáver de Paco García en volandas de la camioneta, tales conformes les han ordenado. Teniente y sacerdote parecen alterados, al final es el teniente quien impone sus galones y los cuatro guerrilleros son obligados a ponerse frente al pelotón de guardias. El teniente no se baja del vehículo, grita:
—¡Cabo!
Y uno de los guardias que están esperando llega corriendo cuadrándose ante el teniente marcialmente.
—Son tuyos, cabo, termina de una puta vez.
—A sus órdenes, mi teniente.
Al girarse, el cabo se fija en los dos junqueños y sonríe al ver a Felipe. Sin embargo, no dice nada. Se encamina directamente hacia el pelotón, mientras los guardias conducen a los guerrilleros. Los disparos se unen al grito de los guerrilleros:
—¡Viva la República!
Solo uno de ellos muere de manera instantánea, los otros tres permanecen aún vivos tras los primeros disparos, muriendo uno un par de minutos después. El cabo les ignora y va directamente en dirección a donde se encuentra Felipe y Emilio con el cuerpo del infortunado compañero, todavía en volandas. A unos pasos el sacerdote se planta frente al primero colocándole la pistola en la sien.
—¿No quieres cantar como aquel día, Felipe, Felipe López?
El sacerdote farfulla algo impropio de un sacerdote, camina los pasos que le separan del cabo y le obliga a bajar la pistola, apartándola con decisión. El cabo mira al sacerdote contrariado. En los ojos del sacerdote ve un enojo que infunde temor.
—Cabo, ya ha cumplido su cometido, deje a este hombre en paz —inmediatamente se dirige a los junqueños—. Echad a vuestro compañero a la fosa, voy a bendecirlos.
Felipe de nuevo está aterrorizado, le cuesta caminar. Emilio nota la dejadez de Felipe y se echa el cadáver sobre sus hombros para llevar él todo el peso. Deja caer el cuerpo de su paisano sobre la tierra húmeda de la fosa, es el primero en caer. Los gemidos de dolor de los dos guerrilleros moribundos desgarran el alma de quienes los escuchan. Ese día el teniente no quiso mojarse, no repasa los fusilados para darles el tiro de gracia, la llovizna se ha convertido en fuerte lluvia. Tres hombres esperan con las palas en la mano para enterrar a los muertos a pesar de que dos de los fusilados todavía están vivos. Los sepultureros esperan que el teniente baje a darles el tiro de gracia antes de llevarles a la fosa. Sin embargo, el teniente no baja del coche, no quiere mojarse. El cabo se acerca al coche e informa al teniente.
—Que los tiren tal cual, si de todos modos se van a morir, qué tontería de gastar balas inútilmente.
Pero los sepultureros no se mueven a pesar de haber escuchado al teniente.
—Están vivos, es inhumano —se atreve a decir uno de los sepultureros. Aunque difuminado por el crepitar de la lluvia llega a los oídos del teniente.  Felipe y Emilio, que escuchan la orden del teniente, se quedan horrorizados.
—Cabo, pégale un tiro a ese imbécil y que aprendan a obedecer los otros.
El cabo se acerca a los sepultureros, con la Star en la mano, protegida de la lluvia por la manga del impermeable y sin apenas apuntar, dispara sobre el sepulturero que había hablado. De inmediato, uno de los compañeros del mismo no puede evitar gritar:
—¡Criminal!
El cabo, Ernesto Pujalte, no tenía orden de disparar contra ningún otro. Sin embargo, disparó y el cuerpo del segundo sepulturero cayó al suelo sin vida. 
—Pero… —se atreve a protestar el sacerdote.
—Tranquilo, padre, ahí tiene el recambio —señala el teniente a Felipe y Emilio. Después, mirando al tercer sepulturero, pregunta—: ¿Algún valiente más?
—Mi teniente, ya ha habido muchos muertos. Esos hombres eran dos buenas personas —le recrimina el sacerdote.
El cabo mira al teniente, este le hace un gesto como que lo deje estar. Cierra la puerta del coche y sin contestar, da la orden al chofer para que arranque. El coche se marcha, quedándose el cabo, Ernesto Pujalte, al mando del pelotón de guardias, el sepulturero, el sacerdote y los de Juncos. El cabo, ignorando al sacerdote, se dirige a los junqueños.
—Agarrad a esta basura, echad a esos infelices a la fosa, cogéis sus palas y los enterráis… basta ya de tantas tonterías…
El sacerdote se interpone entre ellos y el cabo le mira fijamente.
—Aquí no se entierra a nadie vivo.
—Padre, no es esa la orden que tengo, así que lo siento.
Entonces, el sacerdote introduce la mano por el lateral de la sotana sacando una pistola. Con paso decidido se acerca a los dos guerrilleros que todavía continúan vivos, les dispara en la cabeza a uno primero y al otro después. Guarda de nuevo la pistola y con un gesto, ordena al sepulturero que queda vivo y a los junqueños que amplíen la fosa por los márgenes. Las palas se clavan en la tierra chocando con los cadáveres allí enterrados. El cabo está pendiente de que sean echados a la fosa. Una vez los siete cadáveres dentro, el sacerdote coge el hisopo y sin pedir permiso a los muertos, porque no lo podían dar y de estar vivos posiblemente no lo hubiesen dado, rocía de agua bendita sus cadáveres, todo esto sin resguardarse de la lluvia mientras musita una oración. Media hora más tarde se encuentran los junqueños, el sepulturero, el sacerdote junto con dos guardias en un cuarto anejo a la capilla. Están todos tensos, el sacerdote maldice, jura y perjura, es el más irritado de todos. Saca una botella de coñac y echa un trago que le quema la garganta, la deja en la mesa después. El tercero de los sepultureros, el único que queda vivo, saca café, leche caliente y magdalenas. Felipe tiene ganas de vomitar y Emilio coge un vaso y echa un poco de coñac en el mismo, bebiéndoselo de un trago. El sacerdote les observa detenidamente.
—Comed. Esto es algo a lo que os tenéis que acostumbrar —Se queda unos instantes pensando, mira al enterrador que queda vivo—. Tobías está aquí porque un paisano suyo se puso malo, a su paisano terminaron fusilándolo. Él todavía puede contarlo. La desgracia de unos es la suerte de otros, habéis tenido suerte, ahora hace falta que la sepáis aprovechar.
—Aquí estaréis bien —añade a media voz el aludido Tobías, se le nota afectado—. Don Gervasio se porta muy bien con nosotros.
Suspira aquel hombretón rubio y de hermosas facciones. Acerca con parsimonia una silla a la mesa y se queda en silencio. Al instante, se levanta y sale de la sala. Los guardias miran al sacerdote esperando órdenes. Sin embargo, este no dice nada. Después de un par de minutos, sale asimismo el sacerdote para volver a entrar los dos hombres juntos, el enterrador con signos de haber llorado.
—Llevábamos más de dos años juntos. Eran las dos mejores personas que he conocido en esta maldita vida de mierda —dice agarrando una magdalena y estrujándola con la mano. Mira despues al sacerdote y parece arrepentirse, cuidadosamente la acomoda en el papel, evitando que caiga una sola migaja al suelo, se la come en silencio, volviéndose a sentar.
El sacerdote se acerca a la mesa, agarra un par de magdalenas ofreciéndoselas a los de Juncos, que las comen en silencio.
 Comienza una nueva etapa dentro de la cárcel, la de las palas, los rezos y muerte...

Fin del extracto del capítulo XVº de  la novela basada en hechos reales, Magdalenas sin azúcar, de Paco Arenas.

Se puede adquirir la novela a través de Amazon o a través del autor en mensaje privado en Messenger de Paco Arenas




Fue un 12 de abril




Fue un 12 de abril cuando la Niña Bonita* decidió salir a la calle a recibir la primavera. Era bella y decidida, con las ideas claras, a pesar de su juventud sabía muy bien lo que quería. Sabía que debía caminar por sendas nuevas e inexploradas, que en su caminar debía enfrentarse los sanguinarios lobos, a criminales tiranos, a soberbios, vicioso y corruptos reyes.

Extendió su mano con esa ternura que solo son capaces las madres protectoras. Pensó que, debía dar forma a esa tierra maltratada, ausente de sí misma y del mundo, plagada de analfabetos, más del ochenta por ciento de la población española de la época. Desde el primer día, miró al futuro convencida de que ese era el principal problema, la incultura. Entonces pensó que su principal misión debía ser sembrar letras donde antes se sembraban ambiciones. Fue la gran maestra de los necesitados y sedientos de conocimientos. Ella, la Niña Bonita, se vio con fuerzas y capacidad para enfrentarse a todas las adversidades, para transformar España en un pueblo culto y solidario. Para ello contaba con los grandes talentos literarios de la época: Miguel de Unamuno, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Antonio Machado, el gran Federico García Lorca, Luis Cerrada, Clara Campoamor, María Moliner, Gabriel Celaya, María Zambrano, Maruja Mallo, Margarita Xirgu, Ramón José. Sender, María Teresa León, Concha Méndez, Mercé Rodoreda, María Moliner, Remedios Varo, Maruja Mallo, Margarita Nelken, Dolores Ibárruri, Clara Campoamor, Victoria Kent...Y un largo etcétera, con un lema y convencimiento:

" LA CULTURA Y LA VERDAD NOS HARÁ LIBRES".

Sin demora se puso manos a la obra, en unión de otras niñas bonitas sembraron el erial español de escuelas, y se convirtieron en maestras de las Misiones Pedagógicas de la República. Aquellas misioneras de la CULTURA llegaron a cada rincón de la piel de toro, cualquier descampado, era, solar o palacio en ruina, servía para levantar el edificio de una escuela. No quedó pueblo o aldea en la que no hubiera una niña bonita de ciudad, dejándose los ojos ante los libros para enseñar a aquellas gentes que cambiaban los dientes atados a un arado, una hoz o un pico. No hubo lugar, pueblo, aldea, barrio marginal, donde no llegarán aquellas maestras republicanas y levantase la Niña Bonita una escuela, una Casa del Pueblo, donde enseñar a leer a escribir y, sobre todo, a pensar.

La Niña Bonita lo sabía, los herederos de aquel rey vicioso, ladrón y borracho, no lo iban a permitir. No era ajena a que pronto comenzarían a conspirar contra ella, contra ese aroma a PRIMAVERA y LIBERTAD que desprendía por cada uno de sus poros.

La Niña Bonita sabía que tenía el apoyo del pueblo, también que sus enemigos tenían el poder y el dinero y acecharían para darle puñaladas traicioneras. Y así fue, aquellos traidores a la patria, con la ayuda de nazis alemanes y fascistas italianos y mercenarios marroquíes, sembraron de muerte y odio regando con sangre cada fanega de la piel de toro, convirtiendo España en un inmenso campo de concentración durante muchos años. Los fusilamientos al alba fueron el despertar de muchos lugares. Fueron tantos los crímenes de aquellos miserables traidores a la patria, que todavía hoy, 140.000 de sus víctimas esperan una sepultura digna.

La Niña Bonita, no está muerta, está en el corazón de cada una de las personas honradas de este país, por mucho que los herederos de aquellos golpistas sigan gobernando España.

Fue un doce de abril que el pueblo español recobró de mano de la Niña Bonita su Soberanía Nacional, fue un primero de abril el día en que le fue arrebatada esa soberanía. Todavía más de ochenta años después secuestrada por los herederos políticos e ideológicos de aquellos golpistas traidores. A pesar de que, al igual que entonces, el saqueo sistemático de las arcar públicas, la corrupción y la tiranía, es igual, cuando no superior que entonces...


Salud para todos y República para España.



[1] Nombre con el que también se conoce a la República Española

viernes, 6 de abril de 2018

España ante el 14 de abril ¿En dirección a la República?




Hace ya siete años escribí una serie de artículos con el nombre o interrogante: “En dirección a la República”. En ellos intentaba analizar en qué fallábamos los republicanos españoles para que, a pesar de lo podrido de este apéndice de la dictadura franquista, del latrocinio institucionalizado, de la prevaricación constante en todas las instituciones, del saqueo permanente por parte de delincuentes de traje y corbata a las arcas del Estado y al pueblo en general, todavía hoy, en pleno siglo XXI, tengamos una institución anacrónica de corte tardo medieval rigiendo la jefatura del Estado. 

Entonces estaba reciente lo ocurrido en Botsuana un 14 de abril diferente, aquel 14 de abril de 2012, parecía un aniversario más, pero no lo fue, realmente.  La caída del rey emérito, fue algo circunstancial y anecdótico, algo que hubiese pasado totalmente desapercibido de haber ocurrido solo cinco años antes, pero desde que comenzó esa estafa contra el pueblo, que algunos llaman crisis, desde que se comenzaron a filtrar datos de los negocios del yernísimo, y comenzaron a salir los trapos sucios del rey emérito. Podríamos decir que esa caída a las cinco de la mañana, con rubia alemana en la cabaña, fue la guinda de una monumental tarta, la tarta del hartazgo de la sociedad española con la monarquía, de sus negocios, sus tapaderas y corruptelas varias.  Al mismo tiempo esa caída fue una inyección de vitalidad inyectada en el movimiento republicano español, sin entrar en contradicción adoptamos el elefante como símbolo y mascota, sabiendo que, nada de nada, tenemos que ver con esos “republicanos” yanquis del otro lado del Atlántico, que tienen a paquidermo como símbolo.

El 2012 fue “annus horribilis” de la monarquía borbónica que había comenzado antes de Navidad, y seis años después ha continuado extendiéndose cual mancha de aceite por las conciencias de la sociedad española, según una encuesta publicada unos días después del “elefanticidio”, un 67% de los ciudadanos españoles se declaraba favorables a un referéndum entre monarquía y república, elevándose el número entre la población más joven.

Entonces, en 2012, y ahora en 2018, nadie, ningún republicano convencido está haciendo más por la llegada de la república que la propia Casa Real en su conjunto, los cuales nos están dando auténticos “minutos de gloria”, en palabras del actual heredero de Franco, entonces príncipe.  Es la propia monarquía la que está cavando su tumba, por su torpeza, su apoyo incondicional a los criminales recortes llevados a cabo por el gobierno, las dicersas actuaciones de la Casa Real, de los tribunales tan condescendientes con el ahora “cuñadísimo” y la “hermanísima”.

Sin olvidar que el actual heredero de Franco, según el mismo manifestó es más de derechas que su padre, lo cual ya es difícil, que adulaba al genocida dictador en vida, y lo alababa en después de muerto. Ya digo es más difícil que sea más de derechas que su “emérito” padre, pero si es así, podemos hacernos una idea de la ideología de Felipe de Borbón. Aunque podemos hacernos una idea de sus ideales políticos con sus casi nulas intervenciones públicas. Algún día, cuando logremos la República, habría que investigar cuánto nos ha costado o nos cuesta cada una de las palabras pronunciadas por el actual monarca.  En esas escasas intervenciones, cuando las hace, siempre es para apoyar las acciones del Partido Popular, lo cual es sintomático de cuáles son sus inclinaciones ideológicas defendiendo al Partido más corrupto de Europa. Las declaraciones de Felipe de Borbón el pasado mes de octubre poniéndose del lado del presunto honrado y seguro tirano Mariano Rajoy, la prevaricación de la “justicia” en la cuestión catalana…,(ese es uno de los problemas añadidos o una de las soluciones)  Por un lado se habla mucho de República, el Régimen está torpe en sus actuaciones, rozando el fascismo puro y duro, convirtiendo en un problema judicial lo que es un problema político, haciendo que los jueces se conviertan en prevaricadores al servicio del poder corrupto. Por otro, los medios de manipulación masiva y el anti-catalanismo recalcitante de la sociedad española, provoca el crecimiento desmesurado del nacionalismo extremista de gran parte del pueblo español. 

   De todos modos, realmente son ellos, la monarquía, la corrupta clase políticas y sus cómplices, es decir sus votantes y las mafias económicas, quienes más hacen por la República.  Sin embargo, la República no llega, ¿tan torpes somos los republicanos? Y otra pregunta: ¿Existen las fuerzas republicanas en España?

La primera pregunta, parece que podría estar muy clara. No lo está tanto, o tal vez sí, primero deberíamos delimitar quienes somos los republicanos, en teoría de acuerdo a las escasas encuestas que se hacen en España al respecto, somos más de la mitad de la población. Sin embargo, no estamos representados en el parlamento. Algunos diréis que el PSOE tiene el alma republicana, pero está claro que la guarda bajo llave en un armario que no piensa abrir. Unidos Podemos, en teoría son fuerzas republicanas; pero, ¿Cuántas veces se acuerdan de la República en sus intervenciones? ¿Hacen proselitismo de la República?  ¿Está la República presente en sus intervenciones?  ¿Cuántas veces hablan de la necesidad de esa República? ¿Cuántas banderas republicanas se ven en sus actos?  No me refiero a las que lleven algunos asistentes, sino en los atriles y escenarios a los que se suben.   La respuesta la tenéis en vosotros mismos.

Entre quienes apostamos claramente por la República, hay muchos quienes pretenden una homogenización, quienes ven un determinado modelo de república, con unos patrones exclusivos y en muchos casos inamovibles.  Como ya he reiterado en muchas ocasiones, la sociedad española, los republicanos españoles somos heterogéneos, aunque todos y cada uno de nosotros tenemos nuestro propio ideal de República y quienes defendemos la necesidad de la misma solemos coincidir en líneas generales en nuestro modelo ideal de la misma, sin embargo andamos agrupados en diversas asociaciones o partidos políticos incapaces de llegar a puntos de convergencia, en eso siento envidia de la derecha española y mundial, en el último año, 2017, han surgido diversas iniciativas, todas muy loables y entusiastas al principio, y cual comercio en tiempos de crisis, se han quedado en eso, en iniciativas fracasadas, algunas por personalismos, todos tenemos la formula mágica, la piedra filosofal para llegar a la Tercera República, y la mayoría por lo difícil que resulta comprometerse con un modelo único, cuando los integrantes son diversos, incluso, y no me gusta la palabra, transversales. 


Tengo claro, lo escucho y lo veo que las personas menores de cuarenta años no son monárquicas; aunque, no necesariamente se declaran republicanas.   Para esa gran mayoría, al igual que para quienes tenemos más edad y somos republicanos, la monarquía es una institución incomprensible, anacrónica e inútil, que, a la vista de las circunstancias y acciones, no da nada más que problemas, forma parte del problema y nunca puede formar parte de la solución.

Adicionalmente y ante el desprestigio generalizado de la política y la extensión de la corrupción, hay una sensación, un poco vaga pero presente, de que, la monarquía es la piedra de soporte, primero de este bipartidismo caduco y amañado impuesto por la misma para la supuesta apertura “democrática” de la dictadura franquista, algo nocivo que ha permitido la degeneración de la decadente clase política española, ahora haya dado lugar a un “gatopardismo”, cambiando algo para que todo siga igual.

Hay mucha gente joven, no solo de ideas progresistas, sino incluso centristas o derechistas que se confiesan republicanos, pero les tira para atrás el simbolismo, tienen recelo a denominarse republicanos, por estar esta definición muy unida ideológica y sicológicamente a una parte muy definida de la izquierda, una parte de la izquierda que les da miedo, lo cual hay que intentar superar.  Sin darnos cuentas, yo el primero, cargo mucho las tintas con mi republicanismo, tanto cargar las tintas puede ser contraproducente, si bien es cierto que para nada me conformo con un simple cambio de modelo de Estado, sino que quiero y deseo y lucho por una República inspirada en los principios de la segunda república española, con su espíritu netamente progresista y democrático, con sus ideales de justicia e igualdad, con sus símbolos propios, escudo y bandera, y por supuesto federal. En una República Federal, lo que está ocurriendo actualmente en Cataluña, no habría ocurrido. El Federalismo y la Democracia aportaría una solución de encaje de Cataluña y otros pueblos, en el actual reino de Cleptocracia, tan alejado de la democracia formal, la solución es nula, puesto que pretenden solucionar el problema a base de represión, juzgados y prevaricaciones manifiestas.  

Entonces, en 2012, había muchas personas que se autodefinían con el absurdo calificativo de “juancarlistas”, un invento que ha tenido éxito a base de mentiras y propaganda falsa, como que el rey era necesario para garantizar la democracia, o que el 23F, fue decisivo para que fracasase el golpe, falsedades que han calado en el imaginario popular y que va a ser muy difícil que desaparezcan, pero que comenzó a diluirse desde aquel 14 de abril de 2012.          Entonces, incluso un diputado del PSOE dudó del papel de la monarquía y defendió la República. Entonces como ahora, el PSOE, es el principal obstáculo que hay que vencer para la llegada de la República por delante del PP y de Ciudadanos, que nunca querrán una “democracia” democrática, valga la redundancia.  Si el PSOE, decidiese ser un partido claramente de izquierdas y democrático, es decir republicano, y avanzase en ese sentido tendríamos el final de la monarquía a la vuelta de la esquina, estoy soñando despierto, pero los vientos deberían, al menos, correr en esa dirección.  Pero no nos engañemos el PSOE es un partido muy difícil de cambiar, en mi opinión es donde está la mayor dificultad para la llegada de la tercera república, pero tengo claro que son muchos, cada vez más los militantes del PSOE, que sueñan con ella o que tienen claro que es irracional defender la monarquía como forma de Estado y seguir llamándose socialista, siendo esos militantes o simpatizantes del PSOE clave para la consecución de la República.

No menos obstáculo, que ya lo he dicho antes, está en los partidos que se definen como republicanos y están en el Parlamento. Al igual que los medios de comunicación españoles titubean y buscan eufemismos para hablar de los presos políticos en las cárceles españolas, los partidos y diputados que se definen como republicanos, hacen malabares para no pronunciar la palabra “República”, con lo bonita que es. Son muchos sectores republicanos que pretenden dejarlos de lado, por lo difícil que resulta, por no decir imposible, cambiar la tendencia de sus dirigentes a olvidarse de la República en el momento que sientan sus posaderas en los escaños, lo tengo claro; sin embargo no debemos olvidar que sus bases son republicanas, tanto en Podemos como en Izquierda Unida, por tanto es deber ineludible de esas bases ejercer de republicanas y exigir que la República esté presente en todas sus manifestaciones, y que cuando dicen "la República ahora no toca", gritar con fuerza: ¡Viva la República! Resulta estúpido intentar cambiar el país dentro del Régimen, es preciso un nuevo país, una República. 

No debería ser necesario explicar a los españoles que, la república no es algo exclusivo de las izquierdas; aunque, la monarquía si lo es de las derechas, pues no hay nada tan absurdo y ridículo que alguien que se considere de izquierdas que defienda la monarquía.  Que por ejemplo en Francia ha habido un presidente de derechas como Sarkozy o en Alemania un canciller ultra liberal y son repúblicas, una unitaria y otra federal y que no pasa nada, y si son delincuentes sus presidentes pueden terminar en la cárcel o ser destituidos, en España con su blindaje propio de los países islámicos, un rey haga lo que haga, nunca será juzgado, y los miembros de la Casa Real, ya lo hemos visto lo ocurrido con Cristina de Borbón y su marido. 


No debería, por tanto, preciso decir que, la república es la forma más democrática de gobierno, que el jefe de la República se elige cada equis años, normalmente cuatro, que si no lo hace bien se le da la patada, pero a un rey sea tonto o listo, buena persona o un hijo de su madre, es hasta que muera o el pueblo le dé la patada, hay que contar la historia de los borbones, que ninguno se salva de la quema, ninguno ha sido decente u ejemplar, empezando por el primero Felipe V y continuando por el resto .
Debemos buscar la República como una forma de modernizar España, una forma de Estado más democrática y representativa, dejando de lado algo tan opaco y anacrónico como es la existencia de una Casa Real.

Las circunstancias para una tercera república se están dando, lo difícil es que sepamos actuar con la inteligencia necesaria para poder conseguirla, atrayendo a los republicanos “juancarlistas” del PSOE y no asustando a los “no monárquicos” del centro o de la derecha y sobre todo siendo capaces de articular una convergencia unitaria de los distintos grupos que conforman la macedonia republicana, no vaya a ser que del mismo modo que los miembros de la Casa Real se hicieron merecedores del título de "republicanos del año" en 2012, a nosotros nos declaren "monárquicos del siglo", por nuestra incapacidad manifiesta para aunar esfuerzos. Por desgracia, somos al mismo tiempo el pie que avanza y el que pone la zancadilla a nuestro caminar.  

 La monarquía se nos antoja, de hecho, lo es, una institución cada vez más oscurantista y somos conscientes, si es que nos preocupamos en buscar la información, de que su coste, gasto, amistades, etc. 

Lo único claro es que no está nada claro, y nadie pone remedio para que esto se aclare de una vez, ni políticos ni jueces, porque a nadie de quienes chupan de la teta de la vaca le interesa.  Sin embargo, la monarquía es autodestructiva, como hemos visto en algo tan estúpido y de la suegra y la nuera, ha pasado con todos los borbones, solo que antes nadie o casi nadie se enteraba o no se cuestionaba, pero ahora sí.   Resulta absurda la teoría tan pregonada de que nuestro país no tendría una democracia estable sin la monarquía, cuando prácticamente todas las monarquías son islámicas a excepción de menos de una decena que son europeas y todos los países democráticos de nuestro entorno son repúblicas. Los argumentos de algunos políticos de “demócratas” de la necesidad de la monarquía, son auténticos insultos a la inteligencia de los españoles.

Tengo claro que España mañana será república y federal, pero tengo claro que no va a ser tarea fácil, sino todo lo contrario, y que desgraciadamente, como siempre sucede en este país, va a ser más por torpeza de los contrarios que por los aciertos propios. En el 2018, la República debería ser un hecho, por desgracia, me temo que esta tan lejos como en el 2012.

©Paco Arenas

 Escritor, autor de la novela sobre la memoria histórica española “Magdalenas sin azúcar”, una metáfora sobre la Libertad y el amor. 

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