Decía
don Manuel Azaña, el último presidente de España, elegido de manera
democrática, hace la friolera de 83 años:
«Nadie
tiene el derecho de monopolizar el patriotismo, y que nadie tiene el derecho,
en una polémica, de decir que su solución es la mejor porque es la más patriótica;
se necesita que, además de patriótica, sea acertada.»
Desde
un tiempo a esta parte, desde la extrema derecha principalmente, pero también
desde posturas supuestamente democráticas, por supuesto de derechas. Se ha dado
por hacer, de eso que llaman patriotismo, un arma arrojadiza contra los
españoles que tenemos otro concepto de patria diferente al que tienen ellos,
esos que se auto proclaman patriotas; pero que reducen su patriotismo a un
trozo de tela, sin ver ni mirar más allá de sus narices.
Es
cierto, no lo niego, que esas muestras, de presunto patriotismo, a algunos nos
producen risa.
Poner
una bandera en el balcón, perdonen ustedes, no es ser patriota o ser más
español que quien no la pone. Tampoco añade valor estético a la fachada o
edificio, y en muchas ocasiones se puede hacer el ridículo, más porque algunos
no saben lo que deben poner abajo, arriba, a derecha o izquierda, otros, para
no liarse, o ponen el trozo de tela sin escudo, tal y conforme les ha dado en
el ayuntamiento de Madrid y en la más que prescindible «comunidad autónoma» de
por poner la bandera, tapando bonitas fachadas. Sobre gustos estéticos, nada
que opinar.
Siempre,
en España, veíamos ridículo que los yanquis colocasen banderas en sus casas.
Ahora, no quiero pensar lo qué se imaginan los turistas ante tanta «exaltación
patriótica», con tanta bandera en fachadas y balcones, muchas descoloridas,
sucias y con cagadas de palomas y otros pájaros, mientras que los habitantes de
dichas viviendas se dejan pisotear y arrebatar derechos esenciales, y hasta el
puchero de sus hijos.
El
patriotismo de trapo está de moda, lo que no está de moda es el patriotismo de
verdad, el de defender los derechos y el puchero. España es mucho más que una
bandera, que una palabra o el nombre de un país. Y feo está que desde la
extrema derecha se utilice el supuesto patriotismo contra otros conceptos,
posiblemente mucho más patrióticos que trozos de trapo «Made in China» en
muñecas o balcones.
Es
falso que ser fascista o de derechas sea más patriótico que ser de izquierdas o
republicano. Del mismo modo que es estúpido y una falacia que alguien piense
que las izquierdas nos avergoncemos de la palabra España, siendo muchos los
partidos y organizaciones de Izquierda que llevan la palabra España en su
nombre. Así que menos patriotismo de trapo, y más de defender los derechos de
los españoles, más defender el puchero de nuestros hijos, porque lo que
realmente avergüenza es que se utilice la palabra España, o el patriotismo como
arma arrojadiza contra españoles, catalanes, vascos, gallegos, valencianos...,
de izquierdas o de derechas. Y puestos a poner banderas, mejor la bandera de España, la de la República Española, claro está.
Y si
comienzo este texto con las palabras del último presidente de España elegido de
manera democrática, os dejo con un gran poeta español, don Antonio Machado, que
explica mejor que yo nuestro patriotismo:
«Los
últimos años de la ida española han cambiado profundamente nuestra psicología.
Acabamos de cosechar muy amargos frutos; y el recuerdo del reciente desastre
nacional, surge en nuestro espíritu como una nube negra que nos vela el épico
sol de otros días.
Tras
un largo período de profunda inconsciencia, en que no faltaron lauros para los
viejos héroes, ni patrióticas charangas, ni cantos de cuartel, perdimos –como
todos sabéis- los preciosos restos de nuestro imperio colonial. Fue éste un
golpe previsto por una minoría inteligente y que sorprendió a los más.
Imaginaos al pueblo español como a un hombre que, inesperadamente, recibiera un
fuerte garrotazo en la cabeza, cayera a tierra sin sentido y al recobrarlo, se
levantara preguntando: ¿Dónde estoy?
Comenzamos
a despertar y a mirar en torno nuestro.
Acaso
el golpe recibido nos pondrá en contacto con nuestra conciencia.
Por
lo pronto, nuestro patriotismo ha cambiado de rumbo y de cauce. Sabemos que ya
que no se puede vivir ni del esfuerzo, ni de la virtud, ni de la fortuna de
nuestros abuelos; que la misma vida parasitaria no puede nutrirse de cosa tan
inconsistente como el recuerdo; que las más remotas posibilidades del porvenir
distan menos de nosotros que las realidades muertas en nuestras manos. Luchamos
por libertarnos del culto supersticioso del pasado.
¿Nos
valió, acaso el heroísmo de Castro y Palafox para salvar nuestro prestigio, en
jornadas recientes que no quiero recordar? ¿Vendría en nuestra ayuda la tizona
de Rodrigo, si tuviéramos que lidiar otra vez con la misma? No creemos ya en
los milagros de la leyenda heroica.
Somos
los hijos de una tierra pobre e ignorante, de una tierra donde todo está por
hacer. He aquí lo que sabemos.
Sabemos
que la patria no es un finca heredada de nuestros abuelos; buena no más para
ser defendida a la hora de la invasión extranjera. Sabemos que la patria es
algo que se hace constantemente y se conserva sólo para la cultura y el
trabajo. El pueblo que la descuida o abandona, la pierde, aunque sepa morir.
Sabemos que no es patria el suelo que se pisa, sino el suelo que se labra; que
no basta vivir sobre él, sino para él; que allí donde no existe huella del esfuerzo
humano no hay patria, ni siquiera región, sino una tierra estéril, que tanto
puede ser nuestra como de los buitres o de las águilas que sobre ella se
ciernen. No sois patriotas pensando que algún día sabréis morir para defender
esos pelados cascotes; lo seréis acudiendo con el árbol o con la semilla, con
la reja del arado o con el pico del minero.»
Antonio
Machado
Grandes
don Antonio Machado y don Manuel Azaña, dos intelectuales de verdad.