—libros +España = Menos Libros, Más Ignorancia:
La Quema de Libros a lo Largo de la Historia
En las sombras de la ignorancia, un bruto se pavonea frente a
la pared, jactándose de no haber leído un solo libro en su vida. Este
individuo, que admira a su líder vestido como el legendario Cid Campeador,
parece creer que montar a caballo lo convierte en un gran capitán o en un
Santiago Matamoros dispuesto a expulsar sarracenos inexistentes de una España
que solo existe en su imaginación. A veces, incluso se atreve a mencionar el
ingenio de Cervantes, aunque no haya leído ni siquiera un breve entremés.
Estos mismos individuos son los censores de obras teatrales,
películas infantiles y, paradójicamente, libros. Recomiendan cuáles deben
leerse y cuáles merecen el olvido o, peor aún, la hoguera.
La quema de libros ha sido una constante en la historia de la
humanidad, desde tiempos inmemoriales. A continuación, exploraremos algunos
ejemplos históricos de esta práctica:
La Biblioteca de Alejandría (siglo III a.C.):
— La Biblioteca de Alejandría, con más de 20,000 rollos
ejemplares, sufrió una de las primeras y más famosas quemas de libros llevada a
cabo por los primeros cristianos al mando de Teófilo, obispo de Alejandría. Se
estima que se perdió el 75% de la literatura y la filosofía de la época.
China (2013 a.C.):
— En el año 2013 a.C., en China, se ordenó la destrucción de
todos los libros, excepto aquellos relacionados con medicina, agricultura o
profecías.
España (siglos XVI-XVII):
— En 1500, el cardenal Cisneros mandó quemar todos los libros
escritos en árabe.
— Durante más de 400 años, la Inquisición española también
llevó a cabo quemas de libros considerados herejía, incluyendo algunos la
mayoría de los escritos por mujeres.
— Los conquistadores españoles, como fray Juan de Zumárraga,
quemaron los escritos, códices e ídolos de los aztecas y, más tarde, los
códices de los antiguos mayas.
Europa en el siglo XX:
— La Alemania nazi, la
Italia fascista y la España franquista llevaron a cabo masivas quemas de
libros. La más famosa fue el «Bibliocausto» en Alemania en 1933, donde se
destruyeron obras de más de 5,500 autores.
— Durante la Guerra
Civil Española y la dictadura franquista El «bibliocausto» español
tuvo su propio ritual, con «autos de fe en los que los presentes leían pasajes de las
llamadas buenas lecturas» y maldecían a los intelectuales y a los escritores objeto de
la persecución franquista. Algo que ocurrió casi desde el principio. 1 de agosto de 1936 el periódico Arriba
España, en su primer número, incitaba a la destrucción de libros:
«Camarada,
tienes obligación de perseguir al judaísmo, a la masonería, al marxismo y al
separatismo. Destruye y quema sus periódicos, sus libros, sus revistas, sus
propagandas».
El escritor franquista José María Pemán, al que todavía se le
rinden honores y tiene calles y bibliotecas con su nombre, acusaba o otros escritores
de:
«envenenadores
del alma popular, primero y mayores responsables de todos los crímenes y
destrucciones que sobrecogen al mundo.»
En una ceremonia de quema de libros en Huelva en 1936 el jefe
de la Falange de allí, Curiosamente antes o durante la quema de libros se leían
libros sagrados y una frase de «El Quijote» el referido a la quema de libros que realizan el
barbero y el cura:
«No, dijo
la sobrina, no hay para qué perdonar a ninguno porque todos han sido los
dañadores, mejor será arrojarlos por las ventanas y prenderlos fuego».
Ramiro de Maeztu, que al igual que Pemán se le sigue
rindiendo honores y tiene calles a su nombre, en sede parlamentaria, durante la
II República, pidió que los libros ardieran porque los libros que se repartían
en las bibliotecas públicas abiertas a todos, gratuitas, estaban sembrando el
germen de la revolución.
«Las
llamas subían al cielo con alegre y purificador chisporroteo y la juventud
universitaria, brazo en alto, cantó con ardimiento y valentía el himno Cara al
Sol».
Escribió el diario «Ya».
Las
dictaduras tenían miedo a la cultura, por eso se ensañaron con los maestros,
cerraron escuelas, que en muchas zonas rurales tardaron hasta más de una década
en volver a abrirse.
—Más recientemente, en
Argentina, durante la dictadura de Videla en 1980, más de medio millón de
libros fue quemado en un solo día.
Guerra del Golfo (2003)
— Tras la entrada de las tropas estadounidenses en Bagdad en
2003, varios centros culturales, incluida la Biblioteca Nacional de Bagdad y el
Archivo Nacional de Iraq, fueron destruidos por las tropas norteamericanas. Más de 10,000,000 de libros y documentos
fueron quemados.
En resumen, la quema de libros ha dejado una huella indeleble
en la historia de la humanidad. Aunque no podremos recuperar todo lo que se
perdió, debemos recordar estos episodios oscuros para evitar repetirlos en el
futuro.
No es cosa del pasado, como se ve en esta pintada. En el
último año se han retirado libros y revistas de bibliotecas públicas, se han censurado
varias obras de teatro y películas y algún libro…
En mi novela Magdalenas sin azúcar, como no podía ser de otro modo, por la época en que transcurre, se habla de libros y de la quema de los mismos, aquí dos breves extractos:
Artículo diversas fuentes y Eldiario.es
Extracto
1
«Nunca le habían conocido novia hasta el punto de que,
hasta su propio padre, lo consideraba un muchacho raro.
—Cualquier otro ya habría tenido veinte novias,
es que no vas ni de putas —le recriminó su padre—, sólo de borracheras. ¿No te
llama ninguna muchacha la atención?
—¿Para luego acostarme con putas, como hacía
usted?
—Es lo que hacen los hombres, los de verdad. Es
lo que mueve el mundo y lo que necesitas, más que los cuartos. Un día voy a
quemar todos los libros…
—Me tendrá que quemar a mí con ellos.
—Tú tontea, que soy capaz de quemarlos contigo
dentro, todo antes que tener a un hijo marica.
—Yo no soy marica.
—¿Entonces qué coño eres? ¿Un flojo? Para eso
metete a cura, ¿por qué te escapaste del seminario, para estar como un monje de
clausura entre libros o borracho entre gente baja?
—Para hacer lo que me dé la real gana, y esa
gente, que usted llama baja, es la que le da de comer, a usted y a todos los
vagos como…—no terminó la frase Felipe.
Su padre alzó la mano, pero se contuvo,
recordando la amenaza de su hijo, tras escapar del seminario.»
Extracto 2
«No eran libros subversivos, ya se había encargado María
de quemar o esconder concienzudamente los mismos:
—Hasta Tormento, Marianela y Miau, de Pérez
Galdós, estuve a punto de quemar, del miedo que tenía –se quejó María, al
entregar Niebla, de Unamuno a la muchacha. La lectura también tenía algo de
clandestino, cuando se lee a luz de un candil.»
©Paco Arenas
©Paco Arenas
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