El doctor Mengele español, la extirpación del “gen rojo” de la sociedad española y sus consecuencias

Antonio Vallejo-Nájera, el Mengele español

Los nazis tuvieron terroríficos médicos como Josef Mengele, los cuales llegaron a hacer experimentos criminales con personas –incluso niños– en los campos de concentración. En España, el franquismo también tuvo los suyos, siendo el más conocido Antonio Vallejo-Nájera, psiquiatra militar que torturó a miles de prisioneros republicanos (mujeres y hombres) para, según él, conseguir una raza pura española, extirpándoles el «gen rojo».

 

Las teorías del psiquiatra franquista Antonio Vallejo-Nájera  en el año 1938, dio lugar al  el robo de niños desde los primeros años de la dictadura, hasta ya bien entrada la presunta transición a la democracia. Aquel nazi, tenía la teoría,  por la cual los republicanos teníamos un «gen rojo» que nos hacía  «intelectualmente débiles, moralmente despreciables».  Por tanto, siguiendo esa doctrina se abogaba por  encarcelar o asesinar a los padres y separar a los niños y niñas de los mismos. Si en principio fue por cuestiones ideológicas, después descubrieron que podría llegar a ser un gran negocio, las señoras fascistas no tenían necesidad de parir con dolor, siempre que tuvieran el dinero para pagar el precio estipulado, no por un vientre de alquiler, como pretenden ahora, sino robándolo a la madre, y en muchos casos asesinando después a la madre de las criaturas.   Jerarcas franquistas, médicos y monjas encontraron en la adopción de niños un muy lucrativo negocio. En muchos casos también los encarcelaban en los preventorios o cárceles para niños, para reeducarlos, en caso de «haber cogido el vicio o ideas de los padres».  Aquellos criminales pensaban que los genes de la gente honrada, que defendía la República, eran malignos y se podían transmitir a través de la genética.

 

No tenían nada tenían que envidiar a los médicos alemanes del Nazional-Socialismo. Consideraban que los rojos eran personas con poca capacidad para pensar y discernir entre el bien y el mal, y estaban programados para el pecado. Y es que claro quienes pueden llegar a creer que, sin relaciones sexuales, por obra y gracia de una paloma, puede quedarse preñada una mujer, no se puede pedir otra cosa.

 

Como muestran las palabras del médico franquista Vallejo Nájera, la estupidez, el fanatismo y su instinto criminal de los Nazional-Católicos franquistas, solo  podía compararse con los nazis alemanes.

«La perversidad de los regímenes democráticos favorecedores del resentimiento promociona a los fracasados sociales con políticas públicas, a diferencia de lo que sucede con los regímenes aristocráticos donde sólo triunfan socialmente los mejores».

No creamos, que a los nazis y fascistas  españoles se les ha pasado la paranoia, continúan con la misma ideología, además de su ya demostrada cleptomanía actual.

«El militarismo social, que quiere decir orden, disciplina, sacrificio personal, puntualidad en el servicio, porque la redoma militar encierra esencias puras de virtudes sociales, fortaleza corporal y espiritual, por tanto es imprescindible  la militarización de la escuela, de la Universidad, del taller, del café, del teatro, de todos los ámbitos sociales».

Desgraciadamente, parece como si realmente aquel criminal hubiese conseguido sus objetivos, extirpando el «gen rojo» de la sociedad española. Ochenta años después la «reeducación» al que fue sometido el pueblo español,  provoca que no sea capaz de reaccionar ante la tiranía y el latrocino de los herederos ideológicos de aquellos fascistas. 

No cabe duda de que los experimentos de Vallejo-Nájera fueron un éxito.  Todavía hoy, más de 40 años después de la muerte del dictador,  no hemos  logrado desatar todavía aquel criminal nudo que ató un paranoico asesino y seguimos manteniendo a una institución parasitaria, y además, votando a ladrones, que nos roban en nuestras propias narices, sin que reaccionemos.   

©Paco Arenas, autor de Magdalenas sin azúcar, la novela que según algunos profesores de historia deberían leer los jóvenes.