Todo cuanto respecta a la
monarquía, especialmente a la Casa de Borbón, no sólo resulta anacrónico,
propio de épocas medievales, sino que además está plagada de escándalos de todo
tipo, no solo sexuales, también asesinatos y conspiraciones. Voces desde el más
allá de la historia nos lleva, tras una larga y difícil investigación, a uno de
esos episodios que desde sus inicios se ha intentado ocultar, hasta en nuestros
días. La investigación llevada a cabo por María a Nieves Michavila Gómez, así
lo refleja.
El libro nos relata un escabroso
crimen, que afecta a diversos miembros de la dinastía. Los hecho investigados,
documentados y contrastados por la autora, descendiente directo del asesinado
coronel de artillería Federico Puig Romero, nos traslada a ese mundo de
conspiraciones borbónicas que nada tienen que envidiar a la de los reyes
godos. Escándalos sexuales y
conspiraciones que dieron lugar a la proclamación de la Iª República Española.
El 22 de junio de 1866 se inicia
una sublevación para derrocar a Isabel II en el cuartel de San Gil de Madrid,
donde era jefe superior de su regimiento el coronel de artillería Federico Puig
Romero, tatarabuelo de la autora, el cual es asesinado en su vivienda sin darle
la opción de defenderse, a manos de sicarios, que trabajan para alguien que
cuenta con la complicidad del gobierno, que se encarga de encubrir las
auténticas circunstancias del asesinato, haciendo creer que ha muerto en medio
de la sublevación. Isabel II premia con grandeza de España de primera clase a
uno de los principales encubridores del asesinato y hace concesiones
extraordinarias a la viuda y huérfanos, los cuales presenciaron cómo fue
asesinado Federico.
El príncipe heredero, Alfonso,
tiene entonces ocho años y era más conocido como el “Puigmoltejo”, por atribuirse
su paternidad al oficial de ingenieros Enrique Puigmoltó y Mayans, como
resultado de una campaña propagadora de este rumor. En este libro se desmonta
este mito que sirvió a Isabel II como tapadera del auténtico padre de Alfonso,
Federico Puig Romero, según confirma el testimonio de la carta escrita años
después por Alfonso XII a sus hermanos, los hijos del malogrado coronel Puig.
¿A quién corresponde la autoría
intelectual de este asesinato? ¿Tenía que ver en ello la oculta paternidad del
príncipe Alfonso? La cortina de humo desde palacio en torno a dicha paternidad
es tan evidente como el afán de ocultar al público el modo en que ocurrió
realmente el asesinato de Federico Puig Romero: en 1866 mediante campañas de
prensa, y en 1876, llegada la Restauración con Alfonso XII, zanjándose
especulaciones en torno a este asesinato no resuelto falsificando información
en un libro de historia firmado por un académico. Incluso en tiempos de Franco
participa en este falseamiento en torno a su asesinato el que fuera preceptor
del ex monarca Juan Carlos de Borbón.
Para Isabel II era imprescindible
ocultar al Santo Padre, padrino de su hijo Alfonso, la identidad de un
progenitor con el que compartía hermanos nacidos de la unión entre Fernando
VII, padre de ella, y la madre de Federico, que hubo de soportar quedar bajo el
yugo del absoluto desde 1815, quedando embarazada tras ser apartada de su
marido, que la deja viuda de inmediato bajo circunstancias que requirieron
falsificar su defunción. Con siete hijos a su cargo, hubo de acatar al soberano
absoluto que la lleva a palacio hasta que caen en desgracia ella y su familia
en 1824, sufriendo la crueldad y despotismo sobre ella y su familia hasta que
muere en circunstancias extrañas encubiertas por eclesiásticos pagados por el
rey mediante un oficio funeral secreto.
A esto se añadía una información
sumamente perjudicial para la dinastía Borbón que podría salir a la luz si se
supiera que el padre de Alfonso era Federico Puig Romero, otra víctima de los
caprichos reales en el cual se repite la historia de su madre con el padre de
la reina, para la cual quizá este morbo añadido suponía un aliciente.
El despotismo de Fernando VII
sobre los huérfanos Puig Romero varió abruptamente a partir de 1827, cuando el
monarca está dispuesto a todas las concesiones con ellos, recurriendo a
falsificaciones de documentos e incluso a su bolsillo secreto. ¿Qué era eso tan
grave que les permitió doblegar al absoluto? Algo que pudo pesar lo suficiente
como para que se requiriera el asesinato
de Federico en 1866. Y que pudo servir en 1872 como instrumento a quienes
pretendieron utilizar este secreto con el fin de generar un conflicto artillero
al rememorar los asesinatos de 1866 de Federico y otros oficiales de artillería
que compartieron el secreto de su paternidad.
El cuerpo de artillería dimite al
completo y en consecuencia lo hace el rey Amadeo, dando paso a la primera
república el 11 de febrero de 1873, fulminada el 3 de enero de 1874 por el
golpe de estado del general Pavía, algo que elogia en sus escritos Jorge Vigón
Suerodíaz, artillero monárquico que fuera preceptor de Juan Carlos I y llegó a
lo más alto en la dictadura, obteniendo
incluso un título nobiliario. También él
participa en el encubrimiento del asesinato y otros hechos que delatan el
origen de Alfonso XII y pretendieron borrar tanto su viuda, María Cristina,
como su heredero, Alfonso XIII, que ni con el apoyo de la dictadura de Primo de
Rivera logra evitar el naufragio de la monarquía en 1931.