Foto: María Martín (El silencio de los otros) |
No vimos su mirada, porque les vendaron sus ojos al amanecer
y ellos se perdieron las risas sus hijos y sus nietos. Nosotros no pudimos escuchar el
tintineo de su voz al cantar al reír, al llorar, decir te quiero o gritar Libertad. No llegamos a escuchar sus palabras en nuestros
oídos al susurrarnos un cuento para dormir soñando en colores, porque sus
asesinos tiñeron España de gris.
Y no escuchamos sus palabras, sus risas,
sus llantos, porque criminales balas callaron sus voces y nunca supimos el trino
de sus cantos, tampoco la fuerza de ese postrero grito de Libertad, de ese ¡Viva
la República! Que era su forma de gritar ¡Viva España!, porque ellos eran
España, los otros, sus asesinos, traidores a la patria.
Su sangre se derramó entre la tierra yerma, y cuando
crecieron los trigos, las espigas quisieron volver a la tierra para ser
semillas de libertad. Las amapolas
fueron más rojas y las rosas más hirientes sus espinas en nuestros corazones, desde
entonces ni el aroma de las flores que ellos inhalaron es igual, y no lo será
hasta que llegue el día de la Verdad.
Sus manos ásperas por el duro trabajo no acariciaron nuestras
mejillas. De la azada se despidieron para defender a España. Sí a España,
porque ellos eran España, quienes trabajaban y trabajan por ella, fueron, son y
serán España, no aquellos renegados traidores que borrachos de sangre la
traicionaron, no quienes entonces y ahora se hacen llamar patriotas mientras la
apuñalan por la espalda. Los enemigos de España son quienes empuñaron las armas
contra el pueblo.
El pueblo es España, España
es la que trabaja y suda, no la que se abanica mientras otros trabajan, no es
España la de los señoritos que viven del sudor ajeno y roba al pueblo. Ellos, los miserables amigos de lo ajeno,
también se apropiaron entonces como ahora de España, y a lo mejor de España,
aquellos traidores borrachos de sangre los mataron al alba, del mismo modo que ahora
saquean las arcas de lo público.
Flores de libertad gritan la verdad desde las cunetas con
tenaz voluntad contra el gris, ondeando al viento los tres colores de la enseña
de la patria. Desde las cunetas aquellas
gargantas gritan que no, que no son huesos, sino semillas de libertad que
exigen el lugar que merecen en esa España por la que lucharon y murieron.
El rayo que no cesa pide justicia y está
dispuesto a librar la batalla por España, por la España de la azada, del arado,
del andamio y del sudor, por la España que trabaja en silencio, por la España
que lucha y labora cada migaja de pan que se come cada día, desde el alba hasta
la misma madrugada, las veinticuatro horas del día.
Arde España bajo tierra, con sabor a sangre derramada y a
rosas de libertad. Grita la España de mujeres y hombres libres que no quiere
mordazas, ni criminales reformas laborales, la España que no se resigna ni
acata la tiranía de ningún rey, porque aspira, quiere y lucha por una España de personas
libres.
No, no son huesos, son España en las cunetas que grita
libertad.
©Paco Arenas, autor de Magdalenas sin azúcar
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