Música interpretada por: Tupelopone - Jose Luis de la Antonia y Félix Jimeno.
Dirección y Realización: Javi Larrauri
Hace dos años y medio escribí un apunte titulado "El plan de pensiones de sus señorías" a raíz del plan de pensiones privado (en el BBVA) al que el Congreso de los Diputados contribuía como parte del salario de los diputados. Entonces también fueron diputados de Izquierda Unida quienes dieron un paso que nadie esperaba en ningún otro grupo: Alberto Garzón y Cayo Lara primero y todo el grupo inmediatamente después renunciaron a él; poco después, supongo que con cierto rubor, el Congreso canceló el plan para todos los diputados.
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Turistas japoneses al paso del nuevo Rey |
Escrito por Benjamín Pulido Navas
Si el rey de España tan sólo encarnara un símbolo [...], tal vez el Congreso de los Diputados no tendría que haberse reunido y votado todo el asunto de la sucesión y sólo los románticos andarían por ahí con banderas tricolores.
La semana pasada, un tal Enrique Belda en una columna de opinión en el Diario La Tribuna venía a decir que no tenía sentido pedir que España se transformara en una república porque en lo básico ya lo era. Fundamentaba su opinión en el tan manido “el rey reina, pero no gobierna”, y en que la estructura del estado y el sistema político que gozamos eran esencialmente de naturaleza republicana. Añadía además que los países más modernos y con mayor calidad de vida de la UE eran monarquías parlamentarias, y en un alarde de sapiencia coronaba su texto preguntándonos que si a caso no sabíamos que en países tan respetables como Canadá o Australia, la reina Isabel II de Inglaterra seguía ejerciendo como graciosa majestad?
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Escrito por Javier Pérez Albéniz “Los que no estén atendiendo, que se vayan al bar”.
Jesús Posada, presidente del Congreso, durante el debate de la Ley de abdicación de Juan Carlos I.
Como llega el amanecer, los sanfermines, las golondrinas o las lluvias de otoño. Con la misma naturalidad, llega la República. Sin traumas, sin miedos, sin violencia, con la frescura con que cae el rocío, se acercan las primeras nieves o se escucha el sonido del tren de medianoche. Así está llegando la República.
No hay que ser muy listo para darse cuenta. Basta con haber observado el grado de podredumbre de nuestra política o la decadencia de la monarquía. Es suficiente con haber escuchado ayer mismo a Mariano Rajoy o a Pérez Rubalcabadefender al rey en el Congreso de los Diputados. Dos muertos vivientes aferrándose a un soplo de continuidad, a privilegios agotados, a credibilidades perdidas, a transiciones lejanas, a la sucesión exprés, a una Constitución amojamada. Dos cadáveres políticos caminando de la mano, en un recorrido suicida hacia la mediocridad absoluta, hacia el desprestigio definitivo, hacia un cambio de modelo de Gobierno inevitable.
La República está a la vuelta de la esquina. Mucha culpa la tiene la propia Monarquía. Corrupta, opaca, desprestigiada, hipócrita, hereditaria, innecesaria. Quienes la defienden desde la democracia también son responsables de la crisis irreversible de un sistema medieval. Los ciudadanos no quieren ser súbditos. No quieren depender de la genética. “No queremos ni el padre, ni el hijo, ni el espíritu de Franco que anida en los dos”, aseguró ayer Sabino Cuadra, deAmaiur. Es tiempo de transparencia, de modernidad, de honradez, de luces y cambios. Porque, como dijo Cayo Lara, lo que se pactó en 1978 no tiene porque ser definitivo y para siempre.
Mariano Rajoy, el hombre que pagó la reforma de la sede de su partido con dinero negro, que dió ánimos (“Sé fuerte, Luis”) a un compañero de partido cuando ya sabía que tenía una fortuna en Suiza, dijo en el Congreso que “somos una democracia consolidada y estable”. Y que por estas razones “cambiamos de página pero seguimos viviendo en el libro de la convivencia”. ¿Convivencia? Algo complicado con seis millones de parados, un Estado corrupto y la sanidad y la educación públicas desmanteladas. ¿Estabilidad? No es fácil con un 27,3% de la población española en riesgo de marginalidad, con los comedores sociales desbordados por alumnos de instituto, con cientos de políticos imputados.
La Monarquía se extingue como se extinguen los animales raros y los seres homogámicos, incapaces de adaptarse a su tiempo. Con naturalidad, despacio y a regañadientes, pero de manera irremisible. El empujón definitivo se lo están dando los demócratas que defienden esa anomalía bastarda: “Los socialistas seguimos sin ocultar nuestra preferencia republicana, pero nos seguimos sintiendo compatibles con la monarquía parlamentaria”, aseguró ayer en el Congreso Pérez Rubalcaba, el líder socialista que dijo irse para poder quedarse cinco minutos más.
Viene la República. Con la humildad con que llega la brisa, con la franqueza con que surge la tormenta, con la tenacidad que exigen los tiempos. Con la firmeza con que se luchó contra el fascismo. Llega la República, con el tesón con que el agua del río alcanza el mar, con la obstinación con que regresan las aves migratorias, con la alegría que supone reencontrarse con un viejo amigo. Cada día está un poco más cerca. Y todos lo saben.
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Fuente: Cuarto Poder
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Banderas de la Iª y IIª república y escudo de ambas, sin las humillantes flores de lis francesas |
Escrito por Coral Bravo
“Empezando por la monarquía y siguiendo por la Iglesia, ningún poder nacional ha pensado más que en sí mismo”, decía Ortega y Gasset. Y es que monarquía y religión siempre han sido poderes, de origen absoluto, simbiotizados, aunados en sus intereses comunes; ya sabemos, el rey es el representante de Dios en los asuntos terrenos y la Iglesia en los asuntos “divinos”. No en vano la monarquía española es confesional y católica; algo, por cierto, incompatible con cualquier presupuesto democrático y laicista.
Ambos son poderes, en su propia esencia y definición, parásitos y antidemocráticos; los más antidemocráticos del planeta, por más que se disfracen con falsos ropajes de populismo a partir de que los tiempos les dejaron de ser propicios. Porque, como dijo Eduard Punset, los ciudadanos del siglo XXI vivimos la paradoja de convivir tanto con los grandes avances tecnológicos como con instituciones tiránicas y obsoletas propias de la Edad Media, no de sociedades avanzadas y modernas.
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Repsol, FCC, Inditex, Endesa, El Corte Inglés, Roca, EADS-CASA, OHL. Son algunas de las grandes empresas españolas que han desembarcado en el Golfo Pérsico de la mano de la diplomacia del Estado. El monarca abdicado, Juan Carlos I, ha sido el principal benefactor de las compañías en la región. Su excelente relación con las dictaduras del petróleo ha ejercido de motor para la obtención de suculentos contratos en países en los que los más elementales derechos humanos brillan por su ausencia.
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Sofía junto a su madre |