domingo, 13 de marzo de 2016

Nosotros, la “merde”, Bubu, el guardabosque y los compis yoguis


El oso Yogui es un oso ladronzuelo del parque de “Jellystone”, que el día que no ha podido robar la cartera, perdón la cesta, da por perdido el día. Pone tanta pasión en robar la cartera, perdón la comida, que cuando no puede robar a los pobres, perdón a los turistas, le llega la nostalgia por aquellos tiempos en que podía hacerlo a manos llenas. Este oso sinvergüenza ni ética, roba por ambición ¿qué estaría pensando yo? Este oso simpático, roba por la necesidad de comida, también por cleptomanía, eso sí, siempre a los pobres… ¡Qué manía, copón!

El oso Yogui debería estar en la cárcel, perdón, en una jaula, desde hace mucho tiempo, por ser un ladronzuelo sinvergüenza, por suerte para él, tiene grandes amigos, muy poderosos, como el tontaina de Bubu, que a lo tonto a lo tonto siempre le libra de las rejas de prisión, perdón, de la jaula.

Bubu,  vive a cuerpo de rey, comprende muy bien a Yogui, y le muestra su solidaridad cuando lo pillan con las manos en la masa. Bubu se indigna cuando los periodistas descubren que Yogui es un vulgar ladronzuelo, no se indigna porque Yogui sea un ratero sinvergüenza y especulador sin ética, sino porque han dado los periodistas la noticia de que lo es. Bubu no cuestiona a Yogui, a este Yogui, (no el simpático oso Yogui que tanto me hacía reír en mis tardes infantiles) . No, no cuestiona al Yogui que tiene multitud de causas pendientes con la justicia por ser un vulgar ladrón de guante blanco. Porque para Bubu, los robados somos “merde”. Bubu sabe idiomas y sabe que en francés mierda suena más fino, lo que ignora es que huele igual de nauseabundo, a huevo cocido podrido. Y tal vez Bubu tenga razón y seamos “merde”, por a pesar de tener los huevos o los ovarios cocidos, estemos dejando que se nos pudran las entrañas por cobardes y sumisos. También por mantener osos que no aportan nada al parque.

lunes, 7 de marzo de 2016

Romance del 19 de julio (Lucía Sánchez Saornil) Mujeres libres



La vida separó en seco
fué en el tiempo de la siega-;
la canción del labio mozo
se trocó en dura blasfemia
y la hoz dejó en el surco
una interrogante abierta.
La vida se paró en seco
en la ciudad y en la aldea;
se enfrió el horno del pan
y sobre el trigo la muela
se inmovilizó de pronto
sin acabar la tarea.
¡Descansó el macho en el yunque
con un apagón de estrellas!
¡La vida se paró en seco
cuajada en gritos de alerta!
Aulló el hambre; despertó
la legión de la miseria,

sábado, 5 de marzo de 2016

Tiempo de palabras


Tiempo de palabras, tiempo de negociar, de hablar y sobre todo de ser valientes y no unos miserables cobardes, como lo es el rey de los hunos.

Cuando el tirano desde el atril, frente a los tribunos presume de las proezas de Atila (desde la pantalla de plasma y con sus sicarios rodeándole) de haber pisoteado las entrañas de quien inútilmente espera consuelo, de aplastar la ilusión de aquellos que tienen hundida la mirada en las bocas hambrientas de sus hijos.

Ellos, sus voceros y secuaces, aplaudían con las manos que robaron, con aquellas que habían firmado las mayores infamias. Con las palmas suaves como la cera derretida, aplaudían la miseria y la tortura.
Vi sus caras miserables satisfechas, henchidas de orgullo, pavoneándose de sus hazañas como grandes gestas, lanzando vítores al tirano, mientras él, Atila, se postulaba a gobernar en inhóspitas tierras, donde ya no crece la hierba, ni la esperanza, vanagloriándose de sus logros.

—Yo o el abismo.

Y él, Atila, era la muerte.  Su sombra de cuatro años es capaz de oscurecer el sol de la libertad. Él y sus secuaces violaron hasta de las desdentadas encías de los ancianos que deben mantener a sus hijos y nietos con sus pensiones miserables.  Mientras se reían en nuestras caras, claro, que a través de la pantalla de plasma.

No. No es tiempo de dejar pasar oportunidades, ni de circos de apariencias y postín, ni vodeviles inútiles. Tampoco es cuestión de meter en la misma cama al león y al cordero, que a buen seguro alguno no verá la alborada. Recordad que Sherezade sobrevivió a la crueldad del rey, pero antes fenecieron mil doncellas. Ya no nos quedan vírgenes que ofrecer a los hunos, es preciso proteger a las no nacidas y también a los varones, porque cuando la viagra de la injusticia derrama sangre, no distinguen la carne del pescado, ni los adultos de los impúberes.

Es tiempo de sentarse a hablar, no los cuatro jinetes del apocalipsis, sino los cuatro que pueden vencer a Atila, que pueden devolver la esperanza. Es tiempo de la palabra, no de las bravuconadas, no de embestir, ni de ladrar, es tiempo de hablar.

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