domingo, 7 de abril de 2019

Hijos de la patria



(A ellos que se marcharon y sufrieron, a ellos que se quedaron y sufrieron).

Hijos de una patria
convertida en madrastra,
hijos legítimos,
expulsados por los bastardos hijos
de la intolerancia y el fascismo.

Hijos de la patria.
Gentes de voz dura
que debían ahogar su voz,
sus lágrimas y pena
en el silencio de los cementerios.

Hijos de la patria.
Lágrimas desconsoladas
de los que se marcharon.
Sangre derramada,
de quienes se quedaron.

Hijos de la patria.
En tierra extranjera,
prisioneros
o extranjeros
en su propia tierra.

Hijos de la patria,
Que ya no es su patria,
sino la patria de los vencedores
que los masacran con otra bandera.

Hijos de la patria,
que cual pueblo invadido,
les obligan a rendir pleitesía a los traidores,
y besar su ensangrentada bandera…

Hijos de la patria,
que esperan en las cunetas
cerrar las heridas,
izar su bandera.

©Paco Arenas

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lunes, 1 de abril de 2019

1º de abril, cuando la guerra fue sustituida por la Victoria del terror


1º de abril de 1939, 80 años de la mayor catástrofe de la historia de España, el día en el cual se instauró el terrorismo como forma de gobierno.
Las guerras huelen a sangre. No existen guerras justas, solo guerras. Malas contiendas las que luchan contra un invasor desconocido, un enemigo sin rostro que habla una lengua extranjera, adoran a otro dios y cuando terminan se firma la paz, que a unos duele más que a otros y que se supone que traerá un tiempo de tranquilidad y sosiego durante el cual el vencedor hará gala de su generosidad o al menos debiera. Existen otras guerras, mucho más crueles, esas que sabes que en la trinchera enemiga puede estar tu padre, tu hijo o tu hermano.
Guerras que todas debieran terminar en paz, cerrando heridas, reconciliándote con tu vecino, padre, hijo o hermano.
No fue la guerra civil una guerra que terminase en paz, terminó en Victoria. Sí, Victoria con mayúsculas, durante la cual se abrieron nuevas heridas mucho más sangrantes, dolorosas y perdurables en el tiempo…
Dos hermanos frente a frente: Braulio, en el bando rebelde, en el de los vencedores, fue condecorado. El otro, Felipe, luchó defendiendo el gobierno legítimo de la República, derrotado y humillado regresó a Juncos después de saltar de un camión que le conducía a Uclés con destino a una muerte segura. Pensaba que la guerra había acabado, que había llegado la paz. Se equivocó, solo llegó la Victoria.
Felipe, al llegar a la casa de su padre, no encontró el abrazo fraternal de su hermano, sino unas ásperas palabras:
—Te equivocaste de bando, de mujer y de suegro.
Palabras, en las cuales, se mezclaba la lucha por el amor de una misma mujer y la venganza del perdedor de esa batalla, que pasaba a ser el vencedor victorioso de una guerra entre hermanos…
Fragmento del capítulo VI ¿Hermanos? de la novela
©Magdalenas sin azúcar

©Paco Arenas

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