Catalunya
es uno de los poquísimos países de la Eurozona en el que el Gobierno, a
pesar de ser uno de los gobiernos que han llevado a cabo con mayor
intensidad la política de recortes de gasto público, incluyendo gasto
público social, y haber apoyado reformas laborales orientadas a
facilitar el despido de los trabajadores y empleados, no ha perdido
sustancialmente el apoyo popular que determinó su victoria electoral
-hace casi dos años-, victoria basada en parte en un programa electoral
que excluía el desarrollo de tales políticas, tal como también, por
cierto, hizo el Partido Popular que gobierna actualmente en España (que
sí ha sufrido una pérdida de apoyo electoral). ¿Cómo es que la política
de recortes ha tenido un coste electoral al partido gobernante en España
y a la gran mayoría de los partidos gobernantes en la UE, y no la ha
tenido en Catalunya?
Las causas de esta situación,
claramente excepcional, es que tal Gobierno de la Generalitat de
Catalunya, que tiene pleno control de los mayores medios públicos de
información públicos, tales como Catalunya Ràdio y la Televisió de
Catalunya (TV3, C33, 3/24, etc.), y que goza del apoyo de la mayoría de
medios de información privados, ha sido exitoso en promover el mensaje
de que “no hay alternativas” a tales políticas, debido al
enorme déficit público que había dejado el Gobierno tripartito anterior
(y que se encontró “inesperadamente” cuando llegó al Gobierno) y también
al “expolio de Catalunya por parte de España” que había creado un
enorme agujero en las arcas de la Generalitat de Catalunya. El término
un tanto belicista de “expolio” se refiere al déficit fiscal de
Catalunya versus el Estado español, es decir, la diferencia entre lo que
los ciudadanos que viven en Catalunya contribuyen con sus impuestos y
lo que reciben del mismo Estado a través del gasto público.
De esta lectura de las causas del
problema financiero de tal Gobierno, la coalición gobernante CiU (una
coalición de un partido liberal, Convergència Democràtica de Catalunya,
perteneciente a la Internacional Liberal, y un partido
cristianodemócrata, Unió Democràtica de Catalunya, perteneciente al
grupo del Partido Popular Europeo, el mismo, por cierto, al que
pertenece el Partido Popular) ha propuesto (además de recortar el gasto
público para reducir el déficit y así corregir los supuestos excesos de
gasto incurridos por la coalición de partidos de izquierdas que
constituyeron el Gobierno anterior), una redefinición de la relación
financiera entre el Estado central español y la Generalitat de
Catalunya, proponiendo un pacto fiscal encaminado a desarrollar un
concierto económico semejante al existente en el País Vasco y en
Navarra. Esta petición, a partir de la manifestación del 11-S (que
exigía un Estado propio para Catalunya) que reunió a un millón y medio
de personas en las calles de Barcelona, se convirtió, en manos del
Gobierno Mas, en un mero eslabón en el camino hacia la independencia de
Catalunya, objetivo que no estaba en el programa electoral de CiU ni
tampoco era un objetivo deseado por el Gobierno de la Generalitat para
tal manifestación del 11-S que, según CiU, debería haberse centrado en
la demanda por un pacto fiscal entre Catalunya y el Estado español. Es
obvio que el Gobierno Mas quedó desbordado por la propia manifestación y
que intenta ahora canalizar esta protesta (que en otros países hubiera
sido en contra del propio Gobierno) hacia el Estado español. El enorme
enfado popular hacia los recortes, entre muchos otros agravios, se
intenta canalizar, no en contra de la Generalitat y su partido, CiU,
sino hacia el Gobierno de España gobernado por el mayor aliado que CiU
ha tenido en el desarrollo de sus políticas.
Las contradicciones del argumentario de CiU
En la línea argumentativa de CiU hay
varios hechos que se ignoran y/o ocultan. Veamos los datos. La deuda de
la Generalitat pasó de ser el 7% del PIB catalán en 2003 (cuando inició
su mandato el primer tripartito) al 17% en 2010 (cuando terminó el
mandato del 2º Gobierno tripartito). Durante este periodo, el gasto
público social en los servicios públicos del Estado del bienestar
subieron como nunca antes habían subido: en esos cuatro años se aumentó
el gasto en protección social en 1.025 euros por habitante, pasando de
3.781 euros a 4.806 euros, mientras que en los cuatro años anteriores el
aumento había sido de 768 euros, es decir 257 euros por habitante
menos.
En 2010, el Gobierno Mas comenzó su
gobierno con el intento de bajar tal deuda pública. Pero a pesar de los
enormes recortes, cuya intensidad no tenía precedentes ni en Catalunya
ni en España, la deuda pública se disparó pasando del 17% del PIB en
Catalunya al 22% en 2012, uno de los mayores incrementos de la deuda
pública ocurridos en los países de la Eurozona. Las causas de ello eran
previsibles, tal como indicamos unas pocas voces, marginadas cuando no
insultadas en tales medios públicos de la Generalitat (ver ”Comentario
del profesor Navarro a los hechos vergonzosos que ocurrieron en la
entrevista que le hizo Manel Fuentes en Catalunya Ràdio” ).
Los recortes del Gobierno Mas, junto
con los del Gobierno del PP (aprobados en las Cortes Españolas con el
apoyo del partido gobernante en la Generalitat de Catalunya, CiU),
acentuaron de una manera muy marcada la recesión económica, con la
consecuente bajada de actividad económica y disminución de los ingresos
al Estado. Se ha mostrado una vez más que las políticas de austeridad
han sido un suicidio económico, tal como incluso el Fondo Monetario
Internacional (que ha sido una de las instituciones que más ha
presionado a los gobiernos para que se hagan tales recortes de gasto
público, incluyendo el social) ha tenido que reconocer en un reciente
informe (ver mi artículo “Los neoliberales deberían pedir perdón al
pueblo al pueblo español, incluido el catalán”, El Plural, 22.10.12).
Pero la otra causa del descenso de los
ingresos al Estado era la bajada de impuestos que el Gobierno español,
con el apoyo de CiU había llevado a cabo durante el periodo de expansión
económica. Tal bajada de impuestos creó un crecimiento del déficit
público estructural del Estado (y de la Generalitat), dato silenciado en
la mayoría de medios de la Generalitat de Catalunya. En realidad, según
los datos del Ministerio de Hacienda, la aplicación de la reforma
fiscal del 2006 (aprobada con el apoyo de CiU) a nivel del estado
español (y que naturalmente afectó a los ingresos de la Generalitat)
significó una bajada de ingresos (equivalente a 19.540 millones de
euros) en 2007, bajada de impuestos que fue muy acentuada en el impuesto
de Sociedades y en las rentas superiores. El impacto de tal bajada de
impuestos en los ingresos al Estado, que también afectaba a la
Generalitat, ha sido una de las noticias menos visibles en los medios de
mayor difusión en Catalunya. Tal bajada de impuestos causó, como he
indicado, un aumento del déficit público estructural, tanto del Estado
como de la Generalitat de Catalunya, déficit que apareció con toda
claridad cuando el crecimiento económico se frenó y finalmente se
colapsó, resultado del estallido de la burbuja inmobiliaria.
Cómo respondió CiU a la crisis
Cuando el déficit público se
incrementó, la respuesta de CiU fue apoyar medidas de recortes de gasto
público llevadas a cabo por los gobiernos españoles y más tarde, cuando
gobernó la Generalitat de Catalunya, realizarlas con gran intensidad con
la intención –según declaraciones de los portavoces del Gobierno CiU-
de impresionar a Bruselas de la “seriedad y compromiso del Gobierno de
la Generalitat”, homologando seriedad con la voluntad de tomar medidas
impopulares (tal como también ha dicho y hecho el portavoz del Gobierno
del PP en España). Estos recortes se hicieron con el argumento de que
“no había otra alternativa”, mensaje promovido activamente por los
medios de información, tanto públicos como privados, ocultando que sí
que había alternativas. Veámoslas.
CiU aprobó en las Cortes Españolas la
propuesta del Gobierno Zapatero de congelar las pensiones, incluyendo,
naturalmente, las pensiones catalanas (con el fin de ahorrar 1.200
millones de euros, dedicados a reducir el déficit público). Podría haber
tomado, sin embargo, otras medidas que hubieran conseguido incluso más
fondos. Así, CiU podría haber apoyado el mantenimiento del impuesto de
patrimonio (con lo cual se habrían conseguido 2.100 millones de euros)
en lugar de eliminarlo, como hizo. O podría haber apoyado la eliminación
de las rebajas (que respaldó) en el impuesto de sucesiones (por valor
de 2.552 millones de euros), o podría haber apoyado revertir la bajada
de impuestos (que había aprobado) de las personas que ingresaban más de
120.000 euros al año, consiguiendo 2.500 millones.
Un tanto idéntico podría haber hecho
con los recortes, incluso más intentos, realizados por el Gobierno del
PP, presidido por el Sr. Rajoy. Así, en lugar de apoyar los recortes del
Gobierno Rajoy (que han impuesto una reducción de 6.000 millones de
euros en la sanidad pública, que tendrá como consecuencia el
desmantelamiento de tal servicio público), CiU podría haber apoyado la
anulación de la bajada de impuestos de sociedades (que CiU había
aprobado) de las grandes empresas que facturan más de 150 millones de
euros al año (que representan un 0,12% de todas las empresas de España),
consiguiendo con ello 5.300 millones de euros para el erario público
(incluyendo a la Generalitat de Catalunya).
O CiU podría haber apoyado en las
Cortes Españolas la reducción del subsidio que el Estado da a la Iglesia
Católica para impartir docencia de religión católica en las escuelas
públicas (incluidas las catalanas) a fin de ahorrar 600 millones de
euros, permitiendo evitar los recortes a los servicios domiciliarios a
las personas con discapacidades y dependientes. Y aquí, en Catalunya, el
Gobierno CiU podría haber reducido su déficit a base de aumentar los
ingresos a la Generalitat de Catalunya en lugar de centrarse tanto en
los recortes. Incluso el Gobierno Cameron de Gran Bretaña, con
afinidades políticas a las del Gobierno Mas, intentó reducir el déficit
público, no sólo recortando el gasto público, sino también aumentando
los impuestos. El Gobierno Obama de EEUU intentó una reducción del
déficit a base de un equilibrio 50%/50%. Y el Gobierno socialista
francés acaba de aprobar un presupuesto en el que el 80% de la reducción
del déficit público se ha hecho a costa de aumentar los impuestos del
capital y de las grandes fortunas, y sólo un 20% a base de más recortes
del gasto público. No así el Gobierno Mas. El 98% de la reducción del
déficit se ha hecho a base de recortes.
El mayor problema del
retraso social de Catalunya y de España es la escasez de recursos del
Estado, incluyendo de la Generalitat de Catalunya
El Gobierno Mas podría haber evitado
muchos de sus recortes si hubiera recogido fondos ya existentes en
Catalunya. Catalunya no es pobre. Su PIB per capita es el 110% del
promedio de la UE-15. Su gasto público social, sin embargo, es sólo el
73% del promedio de la UE-5. Si fuera el 110%, Catalunya se gastaría
casi 20.000 millones más que no se gastan, porque la Generalitat no los
recoge. La Generalitat podría haber recogido, por ejemplo, 2.788
millones de euros mediante las siguientes medidas: 1.000 millones de
euros a través de un impuesto finalista progresista que fuera a la
sanidad pública, tal como ha hecho el Gobierno canadiense; 600 millones
de euros a base de gravar los beneficios exuberantes del capital
financiero (tal como ha sugerido, paradójicamente, el Fondo Monetario
Internacional); 400 millones de euros manteniendo el impuesto de
sucesiones; 538 millones de euros a base de recuperar el impuesto de
patrimonio, modificándolo para centrarse en las grandes fortunas; 150
millones modificando las multas y sanciones para hacerlas progresivas
(es decir, que una multa sancionadora sea mayor en la medida en que los
ingresos de la persona o institución sancionada sean mayores, tal como
ocurre en los países nórdicos); 150 millones de euros en impuestos
verdes, haciendo pagar 5 euros por cada vuelo que despegue de
aeropuertos catalanes, y así un largo etcétera.
Ninguna de estas medidas, por cierto,
hubiera afectado a la mayoría de la ciudadanía a la que sí, en cambio,
le afectan los recortes en sanidad, educación y otros servicios públicos
de la Generalitat. Y, naturalmente, podría también reducirse, camino de
eliminarse, el enorme fraude fiscal, muy acentuado entre las rentas
superiores de Catalunya y en las grandes empresas. Aplicando a Catalunya
la metodología utilizada por los técnicos de Hacienda para calcular el
tamaño del fraude, éste es en Catalunya de 18.000 millones de euros
(cifra que los propios técnicos consideran muy conservadora). CiU no se
ha distinguido, ni en las Cortes Españolas ni en el Parlament de
Catalunya, por haber iniciado o apoyado medidas correctoras de tal
fraude.
Otras fuentes de ingreso para la
Generalitat de Catalunya, que hubieran evitado los recortes, hubieran
sido apoyar el aumento de impuestos al tabaco y al alcohol que hubieran
podido recoger 200 millones, fondos que hubieran repercutido en mayores
ingresos para Catalunya, o exigir a las mutuas patronales de accidentes y
enfermedades laborales que paguen al sistema sanitario público catalán
los gastos de atender a los pacientes accidentados o enfermos por causas
laborales, y que hoy no pagan (representando un déficit de la sanidad
pública de 230 millones de euros).
Todas estas son medidas que CiU y su
Gobierno podría haber apoyado en las Cortes españolas, y aprobado y/o
llevado a cabo en su gobierno, y que no hicieron. Y el que no lo
hicieran responde a causas políticas. Es decir, hubieran afectado a los
grupos sociales o intereses financieros y económicos que CiU representa o
a los que no se atreve a enfrentarse. Como dijo recientemente un
dirigente de Cáritas en Catalunya, ¿cómo los políticos pueden dar tanto
dinero a la banca (CiU ha sido el partido que más ha apoyado al PP en el
rescate bancario), y tan poco dinero a las poblaciones vulnerables que
hoy están sufriendo enormemente? La respuesta del Gobierno CiU al
incremento de la pobreza fue hacer la Maratón Antipobreza de la
televisión pública TV3, que recogió 4 millones de euros. Si CiU y su
aliado en las Cortes y en el Parlament (el PP) hubieran aprobado un
impuesto sobre las transacciones bancarias de corto plazo (la mayoría de
clara orientación especulativa) la Generalitat habría obtenido 300
millones de euros. Todas estas son medidas que CiU podría haber llevado a
cabo en su Gobierno que hubiera podido hacerse como alternativas a los
recortes. Ahora bien, ¿cómo es que, con la evidencia existente, y que
presento en este artículo, el Gobierno CiU no sólo no está perdiendo
popularidad, sino que puede ganar por mayoría? La respuesta es el
argumento del “expolio”.
El déficit fiscal es un problema, pero no es el mayor problema de Catalunya
En cuanto al “expolio”, hay que indicar
que, detrás de tal término belicista existe una realidad que le cuesta
mucho al Estado español reconocer. Y es que la contribución de los
impuestos derivados de Catalunya es excesiva (según los parámetros
comparativos de transferencias interregionales en la mayoría de países
de la Eurozona), en relación a los fondos que recibe del Estado. Esta es
una realidad, cuya falta de reconocimiento por parte del Estado Central
es un indicador más de un problema mayor, que es el gran desequilibrio
que existe en la relación Estado Central-versus Catalunya a favor del
primero y a costa del segundo (ver mi artículo “El nacionalismo
españolista”. Sistema, 05.10.12). La constante oposición del
establishment español, centrado en Madrid, al reconocimiento de la
plurinacionalidad de España, ha sido la mayor fuente de frustración en
grandes sectores de la población catalana, una falta de reconocimiento
que aparece también en la decisión del Tribunal Constitucional de vetar
puntos clave del Estatuto de Catalunya aprobado por referéndum por la
población catalana.
Complementando esta decepción hubo la
falta de respuesta y protesta por parte del establishment español (cuyas
Cortes Españolas habían aprobado previamente tal Estatuto), después del
“cepillazo” -término ofensivo que incluso causó gracia en el
establishment madrileño- a la propuesta aprobada por el Parlamento
Catalán. La falta de protesta del Gobierno Zapatero a tal hecho por
parte de aquel establishment fue un factor contribuyente a la
generalización del enfado en Catalunya hacia el Gobierno central.
Pero el punto final que ha rebosado el
vaso ha sido la victoria del PP, que fue el partido que había llevado el
Estatuto al Tribunal Constitucional, y cuya postura hostil hacia las
reivindicaciones en Catalunya se ha traducido en sus declaraciones y
comportamientos. El Gobierno no ha tomado ninguna medida sancionadora,
por ejemplo, contra el militar que amenazó con una intervención militar
ocupando Catalunya, de nuevo un caso que demuestra no solo la enorme
insensibilidad democrática del Gobierno PP sino también su hostilidad
hacia Catalunya.
Ahora bien, dicho todo lo que he dicho,
varias realidades necesitan añadirse. Una de ellas es que la mayor
fuerza política que ha apoyado las políticas neoliberales que ha estado
aprobando el PP y que están causando unos enormes daños a las clases
populares catalanas ha sido precisamente CiU. Y la otra vertiente es
que, en reciprocidad, la fuerza política que ha apoyado constantemente
las políticas neoliberales y regresivas en Catalunya ha sido el PP.
Tales políticas están desmantelando el Estado del bienestar en Catalunya
convirtiendo un Estado universal (con derechos universales que se
aplican a toda la ciudadanía) en un Estado asistencial (para las
personas sin recursos o especialmente vulnerables) con un gran
debilitamiento de la fuerza del trabajo y una disminución de los
derechos laborales, todo ello acompañado con una disminución de los
derechos civiles y aumento de la represión.
Esto ha sido ocultado en los medios de
comunicación de la Generalitat de Catalunya que han jugado un papel
clave con su silencio ensordecedor sobre la naturaleza de estos hechos.
TV3 ha alcanzado unos niveles de instrumentalización desconocidos desde
la era pujolista, enfatizando la inevitabilidad de esta reforma y el
“expolio” de Catalunya por parte de España. Tal expolio, sin embargo, no
puede explicar el enorme déficit social de Catalunya. Explica parte
pero no todo. De hecho, los datos de gasto en protección social de 2007
para Catalunya, que son los últimos disponibles, muestran que si se
destinaran los recursos que configuran el déficit fiscal (que la
Generalitat considera que es el 8% del PIB catalán) a gasto social según
la asignación actual del presupuesto de la Generalitat, el gasto social
por habitante en Catalunya todavía estaría lejos de alcanzar la cifra
que le correspondería por el nivel de riqueza que tiene. En realidad,
pasaría de 5.475 unidades de poder de compra (upc, unidades monetarias
que tienen idéntica capacidad de compra, estandarizando el poder
adquisitivo de países con diferente nivel de riqueza) a 6.236 upc, una
cantidad todavía muy lejos de los 8.210 upc que se debería gastar por el
nivel de riqueza que tiene. La mayor causa del retraso social de
Catalunya es la misma causa del subdesarrollo social de España (como
documenté en mi libro El subdesarrollo Social de España), es
decir, el enorme dominio de las fuerzas conservadoras sobre el Estado
español (incluido el catalán) a lo largo de su historia, y que se ha
cristalizado durante estos dos años en la alianza PP-CiU en las Cortes
Españolas, y CiU-PP en el Parlament. Y ahora ambas formaciones políticas
están agitando las banderas con fines electorales.
Esta es la gran estafa y el fraude
existente hoy en Catalunya y en España. La coalición gobernante de
Catalunya, que tiene gran responsabilidad en el retraso social de las
clases populares de Catalunya, se presenta ahora como la gran defensora
del pueblo catalán, convirtiendo a su máximo aliado, el PP, en su máximo
adversario, enarbolando la bandera catalana para mantenerse en el poder
y continuar siguiendo las políticas neoliberales que han hecho tanto
daño.
Ahora bien, los enfadados que marcharon
en las calles de Barcelona el 11-S pidiendo autogobierno y el derecho a
decidir (lo cual comparto), deben ser conscientes de que en la medida
que voten a tal partido y a tal Gobierno, el motivo de su enfado no se
resolverá, pues una futura Catalunya bajo el Gobierno CiU será muy
semejante a la Catalunya de hoy, con los mismos recortes, las mismas
políticas fiscales regresivas, la misma instrumentalización de los
medios públicos, el mismo retraso social de Catalunya y la misma
inmunidad frente a la corrupción que ha salpicado tan extensamente a
este partido y a este Gobierno. ¿Es esta la Catalunya que desean? No es
la Catalunya por la que la generación de mis padres, mi generación y
generaciones posteriores lucharon durante la dictadura para que nuestros
hijos y nietos pudieran vivir libremente en una Catalunya con
democracia, pluralidad y justicia social. Esta Catalunya no existe y
tampoco existirá si las fuerzas conservadoras dominan la transición de
esta Catalunya a la otra Catalunya.
La Gran estafa. II Parte
Catalunya es uno de los poquísimos
países de la Eurozona en el que el Gobierno, a pesar de ser uno de los
gobiernos que han llevado a cabo con mayor intensidad la política de
recortes de gasto público, incluyendo gasto público social, y haber
apoyado reformas laborales orientadas a facilitar el despido de los
trabajadores y empleados, no ha perdido sustancialmente el apoyo popular
que determinó su victoria electoral -hace casi dos años-, victoria
basada en parte en un programa electoral que excluía el desarrollo de
tales políticas, tal como también, por cierto, hizo el Partido Popular
que gobierna actualmente en España (que sí ha sufrido una pérdida de
apoyo electoral). ¿Cómo es que la política de recortes ha tenido un
coste electoral al partido gobernante en España y a la gran mayoría de
los partidos gobernantes en la UE, y no la ha tenido en Catalunya?
Las causas de esta situación,
claramente excepcional, es que tal Gobierno de la Generalitat de
Catalunya, que tiene pleno control de los mayores medios públicos de
información públicos, tales como Catalunya Ràdio y la Televisió de
Catalunya (TV3, C33, 3/24, etc.), y que goza del apoyo de la mayoría de
medios de información privados, ha sido exitoso en promover el mensaje
de que “no hay alternativas” a tales políticas, debido al
enorme déficit público que había dejado el Gobierno tripartito anterior
(y que se encontró “inesperadamente” cuando llegó al Gobierno) y también
al “expolio de Catalunya por parte de España” que había creado un
enorme agujero en las arcas de la Generalitat de Catalunya. El término
un tanto belicista de “expolio” se refiere al déficit fiscal de
Catalunya versus el Estado español, es decir, la diferencia entre lo que
los ciudadanos que viven en Catalunya contribuyen con sus impuestos y
lo que reciben del mismo Estado a través del gasto público.
De esta lectura de las causas del
problema financiero de tal Gobierno, la coalición gobernante CiU (una
coalición de un partido liberal, Convergència Democràtica de Catalunya,
perteneciente a la Internacional Liberal, y un partido
cristianodemócrata, Unió Democràtica de Catalunya, perteneciente al
grupo del Partido Popular Europeo, el mismo, por cierto, al que
pertenece el Partido Popular) ha propuesto (además de recortar el gasto
público para reducir el déficit y así corregir los supuestos excesos de
gasto incurridos por la coalición de partidos de izquierdas que
constituyeron el Gobierno anterior), una redefinición de la relación
financiera entre el Estado central español y la Generalitat de
Catalunya, proponiendo un pacto fiscal encaminado a desarrollar un
concierto económico semejante al existente en el País Vasco y en
Navarra. Esta petición, a partir de la manifestación del 11-S (que
exigía un Estado propio para Catalunya) que reunió a un millón y medio
de personas en las calles de Barcelona, se convirtió, en manos del
Gobierno Mas, en un mero eslabón en el camino hacia la independencia de
Catalunya, objetivo que no estaba en el programa electoral de CiU ni
tampoco era un objetivo deseado por el Gobierno de la Generalitat para
tal manifestación del 11-S que, según CiU, debería haberse centrado en
la demanda por un pacto fiscal entre Catalunya y el Estado español. Es
obvio que el Gobierno Mas quedó desbordado por la propia manifestación y
que intenta ahora canalizar esta protesta (que en otros países hubiera
sido en contra del propio Gobierno) hacia el Estado español. El enorme
enfado popular hacia los recortes, entre muchos otros agravios, se
intenta canalizar, no en contra de la Generalitat y su partido, CiU,
sino hacia el Gobierno de España gobernado por el mayor aliado que CiU
ha tenido en el desarrollo de sus políticas.
Las contradicciones del argumentario de CiU
En la línea argumentativa de CiU hay
varios hechos que se ignoran y/o ocultan. Veamos los datos. La deuda de
la Generalitat pasó de ser el 7% del PIB catalán en 2003 (cuando inició
su mandato el primer tripartito) al 17% en 2010 (cuando terminó el
mandato del 2º Gobierno tripartito). Durante este periodo, el gasto
público social en los servicios públicos del Estado del bienestar
subieron como nunca antes habían subido: en esos cuatro años se aumentó
el gasto en protección social en 1.025 euros por habitante, pasando de
3.781 euros a 4.806 euros, mientras que en los cuatro años anteriores el
aumento había sido de 768 euros, es decir 257 euros por habitante
menos.
En 2010, el Gobierno Mas comenzó su
gobierno con el intento de bajar tal deuda pública. Pero a pesar de los
enormes recortes, cuya intensidad no tenía precedentes ni en Catalunya
ni en España, la deuda pública se disparó pasando del 17% del PIB en
Catalunya al 22% en 2012, uno de los mayores incrementos de la deuda
pública ocurridos en los países de la Eurozona. Las causas de ello eran
previsibles, tal como indicamos unas pocas voces, marginadas cuando no
insultadas en tales medios públicos de la Generalitat (ver ”Comentario
del profesor Navarro a los hechos vergonzosos que ocurrieron en la
entrevista que le hizo Manel Fuentes en Catalunya Ràdio” en
www.vnavarro.org).
Los recortes del Gobierno Mas, junto
con los del Gobierno del PP (aprobados en las Cortes Españolas con el
apoyo del partido gobernante en la Generalitat de Catalunya, CiU),
acentuaron de una manera muy marcada la recesión económica, con la
consecuente bajada de actividad económica y disminución de los ingresos
al Estado. Se ha mostrado una vez más que las políticas de austeridad
han sido un suicidio económico, tal como incluso el Fondo Monetario
Internacional (que ha sido una de las instituciones que más ha
presionado a los gobiernos para que se hagan tales recortes de gasto
público, incluyendo el social) ha tenido que reconocer en un reciente
informe (ver mi artículo “Los neoliberales deberían pedir perdón al
pueblo al pueblo español, incluido el catalán”, El Plural, 22.10.12).
Pero la otra causa del descenso de los
ingresos al Estado era la bajada de impuestos que el Gobierno español,
con el apoyo de CiU había llevado a cabo durante el periodo de expansión
económica. Tal bajada de impuestos creó un crecimiento del déficit
público estructural del Estado (y de la Generalitat), dato silenciado en
la mayoría de medios de la Generalitat de Catalunya. En realidad, según
los datos del Ministerio de Hacienda, la aplicación de la reforma
fiscal del 2006 (aprobada con el apoyo de CiU) a nivel del estado
español (y que naturalmente afectó a los ingresos de la Generalitat)
significó una bajada de ingresos (equivalente a 19.540 millones de
euros) en 2007, bajada de impuestos que fue muy acentuada en el impuesto
de Sociedades y en las rentas superiores. El impacto de tal bajada de
impuestos en los ingresos al Estado, que también afectaba a la
Generalitat, ha sido una de las noticias menos visibles en los medios de
mayor difusión en Catalunya. Tal bajada de impuestos causó, como he
indicado, un aumento del déficit público estructural, tanto del Estado
como de la Generalitat de Catalunya, déficit que apareció con toda
claridad cuando el crecimiento económico se frenó y finalmente se
colapsó, resultado del estallido de la burbuja inmobiliaria.
Cómo respondió CiU a la crisis
Cuando el déficit público se
incrementó, la respuesta de CiU fue apoyar medidas de recortes de gasto
público llevadas a cabo por los gobiernos españoles y más tarde, cuando
gobernó la Generalitat de Catalunya, realizarlas con gran intensidad con
la intención –según declaraciones de los portavoces del Gobierno CiU-
de impresionar a Bruselas de la “seriedad y compromiso del Gobierno de
la Generalitat”, homologando seriedad con la voluntad de tomar medidas
impopulares (tal como también ha dicho y hecho el portavoz del Gobierno
del PP en España). Estos recortes se hicieron con el argumento de que
“no había otra alternativa”, mensaje promovido activamente por los
medios de información, tanto públicos como privados, ocultando que sí
que había alternativas. Veámoslas.
CiU aprobó en las Cortes Españolas la
propuesta del Gobierno Zapatero de congelar las pensiones, incluyendo,
naturalmente, las pensiones catalanas (con el fin de ahorrar 1.200
millones de euros, dedicados a reducir el déficit público). Podría haber
tomado, sin embargo, otras medidas que hubieran conseguido incluso más
fondos. Así, CiU podría haber apoyado el mantenimiento del impuesto de
patrimonio (con lo cual se habrían conseguido 2.100 millones de euros)
en lugar de eliminarlo, como hizo. O podría haber apoyado la eliminación
de las rebajas (que respaldó) en el impuesto de sucesiones (por valor
de 2.552 millones de euros), o podría haber apoyado revertir la bajada
de impuestos (que había aprobado) de las personas que ingresaban más de
120.000 euros al año, consiguiendo 2.500 millones.
Un tanto idéntico podría haber hecho
con los recortes, incluso más intentos, realizados por el Gobierno del
PP, presidido por el Sr. Rajoy. Así, en lugar de apoyar los recortes del
Gobierno Rajoy (que han impuesto una reducción de 6.000 millones de
euros en la sanidad pública, que tendrá como consecuencia el
desmantelamiento de tal servicio público), CiU podría haber apoyado la
anulación de la bajada de impuestos de sociedades (que CiU había
aprobado) de las grandes empresas que facturan más de 150 millones de
euros al año (que representan un 0,12% de todas las empresas de España),
consiguiendo con ello 5.300 millones de euros para el erario público
(incluyendo a la Generalitat de Catalunya).
O CiU podría haber apoyado en las
Cortes Españolas la reducción del subsidio que el Estado da a la Iglesia
Católica para impartir docencia de religión católica en las escuelas
públicas (incluidas las catalanas) a fin de ahorrar 600 millones de
euros, permitiendo evitar los recortes a los servicios domiciliarios a
las personas con discapacidades y dependientes. Y aquí, en Catalunya, el
Gobierno CiU podría haber reducido su déficit a base de aumentar los
ingresos a la Generalitat de Catalunya en lugar de centrarse tanto en
los recortes. Incluso el Gobierno Cameron de Gran Bretaña, con
afinidades políticas a las del Gobierno Mas, intentó reducir el déficit
público, no sólo recortando el gasto público, sino también aumentando
los impuestos. El Gobierno Obama de EEUU intentó una reducción del
déficit a base de un equilibrio 50%/50%. Y el Gobierno socialista
francés acaba de aprobar un presupuesto en el que el 80% de la reducción
del déficit público se ha hecho a costa de aumentar los impuestos del
capital y de las grandes fortunas, y sólo un 20% a base de más recortes
del gasto público. No así el Gobierno Mas. El 98% de la reducción del
déficit se ha hecho a base de recortes.
El mayor problema del
retraso social de Catalunya y de España es la escasez de recursos del
Estado, incluyendo de la Generalitat de Catalunya
El Gobierno Mas podría haber evitado
muchos de sus recortes si hubiera recogido fondos ya existentes en
Catalunya. Catalunya no es pobre. Su PIB per capita es el 110% del
promedio de la UE-15. Su gasto público social, sin embargo, es sólo el
73% del promedio de la UE-5. Si fuera el 110%, Catalunya se gastaría
casi 20.000 millones más que no se gastan, porque la Generalitat no los
recoge. La Generalitat podría haber recogido, por ejemplo, 2.788
millones de euros mediante las siguientes medidas: 1.000 millones de
euros a través de un impuesto finalista progresista que fuera a la
sanidad pública, tal como ha hecho el Gobierno canadiense; 600 millones
de euros a base de gravar los beneficios exuberantes del capital
financiero (tal como ha sugerido, paradójicamente, el Fondo Monetario
Internacional); 400 millones de euros manteniendo el impuesto de
sucesiones; 538 millones de euros a base de recuperar el impuesto de
patrimonio, modificándolo para centrarse en las grandes fortunas; 150
millones modificando las multas y sanciones para hacerlas progresivas
(es decir, que una multa sancionadora sea mayor en la medida en que los
ingresos de la persona o institución sancionada sean mayores, tal como
ocurre en los países nórdicos); 150 millones de euros en impuestos
verdes, haciendo pagar 5 euros por cada vuelo que despegue de
aeropuertos catalanes, y así un largo etcétera.
Ninguna de estas medidas, por cierto,
hubiera afectado a la mayoría de la ciudadanía a la que sí, en cambio,
le afectan los recortes en sanidad, educación y otros servicios públicos
de la Generalitat. Y, naturalmente, podría también reducirse, camino de
eliminarse, el enorme fraude fiscal, muy acentuado entre las rentas
superiores de Catalunya y en las grandes empresas. Aplicando a Catalunya
la metodología utilizada por los técnicos de Hacienda para calcular el
tamaño del fraude, éste es en Catalunya de 18.000 millones de euros
(cifra que los propios técnicos consideran muy conservadora). CiU no se
ha distinguido, ni en las Cortes Españolas ni en el Parlament de
Catalunya, por haber iniciado o apoyado medidas correctoras de tal
fraude.
Otras fuentes de ingreso para la
Generalitat de Catalunya, que hubieran evitado los recortes, hubieran
sido apoyar el aumento de impuestos al tabaco y al alcohol que hubieran
podido recoger 200 millones, fondos que hubieran repercutido en mayores
ingresos para Catalunya, o exigir a las mutuas patronales de accidentes y
enfermedades laborales que paguen al sistema sanitario público catalán
los gastos de atender a los pacientes accidentados o enfermos por causas
laborales, y que hoy no pagan (representando un déficit de la sanidad
pública de 230 millones de euros).
Todas estas son medidas que CiU y su
Gobierno podría haber apoyado en las Cortes españolas, y aprobado y/o
llevado a cabo en su gobierno, y que no hicieron. Y el que no lo
hicieran responde a causas políticas. Es decir, hubieran afectado a los
grupos sociales o intereses financieros y económicos que CiU representa o
a los que no se atreve a enfrentarse. Como dijo recientemente un
dirigente de Cáritas en Catalunya, ¿cómo los políticos pueden dar tanto
dinero a la banca (CiU ha sido el partido que más ha apoyado al PP en el
rescate bancario), y tan poco dinero a las poblaciones vulnerables que
hoy están sufriendo enormemente? La respuesta del Gobierno CiU al
incremento de la pobreza fue hacer la Maratón Antipobreza de la
televisión pública TV3, que recogió 4 millones de euros. Si CiU y su
aliado en las Cortes y en el Parlament (el PP) hubieran aprobado un
impuesto sobre las transacciones bancarias de corto plazo (la mayoría de
clara orientación especulativa) la Generalitat habría obtenido 300
millones de euros. Todas estas son medidas que CiU podría haber llevado a
cabo en su Gobierno que hubiera podido hacerse como alternativas a los
recortes. Ahora bien, ¿cómo es que, con la evidencia existente, y que
presento en este artículo, el Gobierno CiU no sólo no está perdiendo
popularidad, sino que puede ganar por mayoría? La respuesta es el
argumento del “expolio”.
El déficit fiscal es un problema, pero no es el mayor problema de Catalunya
En cuanto al “expolio”, hay que indicar
que, detrás de tal término belicista existe una realidad que le cuesta
mucho al Estado español reconocer. Y es que la contribución de los
impuestos derivados de Catalunya es excesiva (según los parámetros
comparativos de transferencias interregionales en la mayoría de países
de la Eurozona), en relación a los fondos que recibe del Estado. Esta es
una realidad, cuya falta de reconocimiento por parte del Estado Central
es un indicador más de un problema mayor, que es el gran desequilibrio
que existe en la relación Estado Central-versus Catalunya a favor del
primero y a costa del segundo (ver mi artículo “El nacionalismo
españolista”. Sistema, 05.10.12). La constante oposición del
establishment español, centrado en Madrid, al reconocimiento de la
plurinacionalidad de España, ha sido la mayor fuente de frustración en
grandes sectores de la población catalana, una falta de reconocimiento
que aparece también en la decisión del Tribunal Constitucional de vetar
puntos clave del Estatuto de Catalunya aprobado por referéndum por la
población catalana.
Complementando esta decepción hubo la
falta de respuesta y protesta por parte del establishment español (cuyas
Cortes Españolas habían aprobado previamente tal Estatuto), después del
“cepillazo” -término ofensivo que incluso causó gracia en el
establishment madrileño- a la propuesta aprobada por el Parlamento
Catalán. La falta de protesta del Gobierno Zapatero a tal hecho por
parte de aquel establishment fue un factor contribuyente a la
generalización del enfado en Catalunya hacia el Gobierno central.
Pero el punto final que ha rebosado el
vaso ha sido la victoria del PP, que fue el partido que había llevado el
Estatuto al Tribunal Constitucional, y cuya postura hostil hacia las
reivindicaciones en Catalunya se ha traducido en sus declaraciones y
comportamientos. El Gobierno no ha tomado ninguna medida sancionadora,
por ejemplo, contra el militar que amenazó con una intervención militar
ocupando Catalunya, de nuevo un caso que demuestra no solo la enorme
insensibilidad democrática del Gobierno PP sino también su hostilidad
hacia Catalunya.
Ahora bien, dicho todo lo que he dicho,
varias realidades necesitan añadirse. Una de ellas es que la mayor
fuerza política que ha apoyado las políticas neoliberales que ha estado
aprobando el PP y que están causando unos enormes daños a las clases
populares catalanas ha sido precisamente CiU. Y la otra vertiente es
que, en reciprocidad, la fuerza política que ha apoyado constantemente
las políticas neoliberales y regresivas en Catalunya ha sido el PP.
Tales políticas están desmantelando el Estado del bienestar en Catalunya
convirtiendo un Estado universal (con derechos universales que se
aplican a toda la ciudadanía) en un Estado asistencial (para las
personas sin recursos o especialmente vulnerables) con un gran
debilitamiento de la fuerza del trabajo y una disminución de los
derechos laborales, todo ello acompañado con una disminución de los
derechos civiles y aumento de la represión.
Esto ha sido ocultado en los medios de
comunicación de la Generalitat de Catalunya que han jugado un papel
clave con su silencio ensordecedor sobre la naturaleza de estos hechos.
TV3 ha alcanzado unos niveles de instrumentalización desconocidos desde
la era pujolista, enfatizando la inevitabilidad de esta reforma y el
“expolio” de Catalunya por parte de España. Tal expolio, sin embargo, no
puede explicar el enorme déficit social de Catalunya. Explica parte
pero no todo. De hecho, los datos de gasto en protección social de 2007
para Catalunya, que son los últimos disponibles, muestran que si se
destinaran los recursos que configuran el déficit fiscal (que la
Generalitat considera que es el 8% del PIB catalán) a gasto social según
la asignación actual del presupuesto de la Generalitat, el gasto social
por habitante en Catalunya todavía estaría lejos de alcanzar la cifra
que le correspondería por el nivel de riqueza que tiene. En realidad,
pasaría de 5.475 unidades de poder de compra (upc, unidades monetarias
que tienen idéntica capacidad de compra, estandarizando el poder
adquisitivo de países con diferente nivel de riqueza) a 6.236 upc, una
cantidad todavía muy lejos de los 8.210 upc que se debería gastar por el
nivel de riqueza que tiene. La mayor causa del retraso social de
Catalunya es la misma causa del subdesarrollo social de España (como
documenté en mi libro El subdesarrollo Social de España), es
decir, el enorme dominio de las fuerzas conservadoras sobre el Estado
español (incluido el catalán) a lo largo de su historia, y que se ha
cristalizado durante estos dos años en la alianza PP-CiU en las Cortes
Españolas, y CiU-PP en el Parlament. Y ahora ambas formaciones políticas
están agitando las banderas con fines electorales.
Esta es la gran estafa y el fraude
existente hoy en Catalunya y en España. La coalición gobernante de
Catalunya, que tiene gran responsabilidad en el retraso social de las
clases populares de Catalunya, se presenta ahora como la gran defensora
del pueblo catalán, convirtiendo a su máximo aliado, el PP, en su máximo
adversario, enarbolando la bandera catalana para mantenerse en el poder
y continuar siguiendo las políticas neoliberales que han hecho tanto
daño.
Ahora bien, los enfadados que marcharon
en las calles de Barcelona el 11-S pidiendo autogobierno y el derecho a
decidir (lo cual comparto), deben ser conscientes de que en la medida
que voten a tal partido y a tal Gobierno, el motivo de su enfado no se
resolverá, pues una futura Catalunya bajo el Gobierno CiU será muy
semejante a la Catalunya de hoy, con los mismos recortes, las mismas
políticas fiscales regresivas, la misma instrumentalización de los
medios públicos, el mismo retraso social de Catalunya y la misma
inmunidad frente a la corrupción que ha salpicado tan extensamente a
este partido y a este Gobierno. ¿Es esta la Catalunya que desean? No es
la Catalunya por la que la generación de mis padres, mi generación y
generaciones posteriores lucharon durante la dictadura para que nuestros
hijos y nietos pudieran vivir libremente en una Catalunya con
democracia, pluralidad y justicia social. Esta Catalunya no existe y
tampoco existirá si las fuerzas conservadoras dominan la transición de
esta Catalunya a la otra Catalunya.
Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra
FUENTE:
http://www.unidadcivicaporlarepublica.es/index.php/opinion-actualidad/politica/5686-la-gran-estafa-en-catalunya-parte-i | | | | |
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