Neruda tenía
como uno de sus mayores poemas, uno no escrito, según él, y yo estoy de
acuerdo, fletar un barco desde Francia, el Winnipeg, para que 2.200 refugiados
de la Guerra Civil Española pudieran irse a Chile en busca de una nueva vida.
Uno de esos tantos episodios históricos que hoy han caído prácticamente en el
olvido.
Al final de
la guerra civil, con la victoria de los generales golpistas, más de medio
millón de españoles buscaron refugio en Francia. Fueron directos a campos de concentración,
donde morían como moscas, sobre todo los niños.
Neruda era
una persona, y como tal, conocía su deber de ser humano, sin esperar un puesto
en ningún paraíso después de la muerte. Durante la guerra estuvo en todo momento del
lado del gobierno legítimo de la Republica Española, por supuesto contra los
criminales traidores a la patria que dieron el golpe de Estado, que dio lugar a
una de las más terroríficas dictaduras existentes a lo largo de la historia,
dirigida por el instaurador del actual Régimen.
Vio con sus propios ojos lo que pasaban los
refugiados españoles en los campamentos de refugiados, por llamarlos de algún
modo, en realidad, campos de concentración.
Entonces se le ocurrió la gran idea, el mejor poema de su vida. El Winnipeg
era un barco de carga, no de pasajeros, fue adaptado para transportar 2300
personas.
El 4 de
agosto de 1939 comenzó la travesía. En
Chile, la derecha chilena, al igual que ahora la derecha española, alzó voces
escandalizadas, incluso llegaron a gestar un golpe de Estado para evitarlo. Parece
ser que el fascismo es igual en todos lados, prefieren que los refugiados se
ahoguen en el mar a salvarlos, luego con ir a misa y darse golpes de pecho,
todo solucionado.
Decir que la
mayoría de los chilenos los recibieron con los brazos abiertos. En Valparaíso había indeseables con pancartas
en contra del desembarco de españoles, otros con pancartas dándoles la
bienvenida. Según cuentan, cuando comenzaron
a bajar, al verlos desnutridos, con el miedo y el sufrimiento reflejado en el
rostro, algunos de quienes portaban pancartas en contra de la llegada de los
refugiados españoles, tiraron esas pancartas y se unieron a quienes les daban
la bienvenida.
Muchos de
esos españoles aportaron mucho Chile en todos los sentidos, hasta el punto, que
todavía, el 14 de abril, en la región de Aquitania, de vez en cuando se celebra un acto
en honor a aquellos refugiados, donde hay una placa conmemorativa en la ciudad
de Pauillac, con la efigie del poeta y unos versos:
Todos fueron entrando al barco.
Mi poesía en su lucha había
logrado encontrarles patria.
Y me sentía orgulloso.
Yo sentía en los dedos las semillas de España,
que rescaté yo mismo y esparcí sobre el mar,
dirigidas a la paz de las praderas.
Paco
Arenas
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