(A ellos, que por amor a la vida y a la libertad, perdieron su vida y su libertad)
El beso
dado sin vergüenza ni recato, con los ojos empañados por las lágrimas por la
pérdida del último compañero tras el desastre.
Ese
beso, que puede ser el último, dado con pasión, sin ilusión y sin posibilidad
de otra oportunidad de amar, de ser amado, no merece debe caer en el olvido
tras la última batalla, ese beso debe quedar en la Memoria.
Ese beso
de la última batalla, tras la derrota, sabiendo que la victoria de los
traidores será mucho peor que la peor de la guerra, que el enemigo no entiende
de amores, solo de trincheras, no debe pasar al olvido, ese beso debe quedar en
la Memoria.
El
último beso, clandestino, con prisas, cinco minutos antes de ser detenidos,
quince días antes de ser asesinados, sabiendo que la vida es infinitamente más
frágil que la llama de una vela sin cera ni mecha, y que ya no habrá batallas
de besos, miradas furtivas, ni palabras de amor en las trincheras, ese beso debe quedar en
la Memoria.
El beso
que se da con recelo, de reojo, consciente de que el plomo mercenario de los
traidores acecha, listo para sembrar el sufrimiento tras la última batalla, la
rendición de los justos, tras la traición de Casado, ese beso, ha de perdurar
en la Memoria.
Ese beso
fiel, sin antagonistas eternos, que exige el derecho a existir, a respirar,
consciente sabedor que la muerte victoriosa siempre, puede ser más dulce
compañera que, tras la última batalla, caer prisioneros, ese beso, debe quedar
en la Memoria.
Ese beso
enamorado, del que nadie escribirá, ese adiós sin testigos, envuelto en luz, a
pesar de la penumbra provocada por el humo de la pólvora, raptado por la vileza
de los traidores, arrebatado en el último aliento, ese beso miliciano de los
que lucharon por la libertad, ese beso ha de perdurar en la Memoria.
El beso
sustraído al porvenir de los combatientes en la trinchera… El beso no dado por
el soldado que no regresará para ver a la novia, en espera del hijo que
anhela… El beso de la madre que solloza
sabiendo que no verá a su hijo… Esos besos jamás han de perdonarse, han de
perdurar en la Memoria, nunca más en la trinchera.
❤️💛💜 ©Paco Arenas, autor de Magdalenas sin azúcar
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