¿Fracasó el golpe del 23F? 41 años de una farsa (la fabricación de un héroe de ficción)
A estas alturas del cuento sería preciso ser muy ingenuo para
creer que el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 fue un fracaso, a pesar
de la mascarada de ensalzamiento, hoy en el Congreso, de quién fue erigido como
héroe sin serlo, y que ahora está huido rodeado de lujos que pagamos todos en
Dubái rodeado de traficantes de armas y mafiosos de toda índole, como su amigo
entrañable con el que se ve en la
dictadura árabe, el traficante de armas Abdul Rahman El Assir.
Que el autogolpe tenía como único objetivo que se cagasen los
españoles las patas abajo, estaba claro. Antes del presunto golpe de Estado las
manifestaciones eran multitudinarias y comenzaba a hablarse de la necesidad de
una tercera República, el propio primer ministro, Adolfo Suárez reconocía ante
Victoria Prego, que no se hacía referéndum sobre monarquía o República, porque la
opción republicana habría arrasado por amplia mayoría, según las encuestas que
realizaba el Gobierno y diversos medios.
El heredero de dictador y su reinado estaban en peligro.
Suárez, a pesar de proceder del Movimiento Nacional, se había creído que la
Democracia es la mejor forma de régimen posible y sabía que el heredero del
dictador era un corrupto sin escrúpulos, ya por entonces los servicios secretos
andaban pagando el silencio de muchos y sobre todo muchas. Podría ser que tal vez soñara con ser el
tercer jefe de Estado elegido de manera democrática, ¿quién sabe? Pero era
honrado y leal y nunca traicionaría a quien no merecía esa lealtad. No era como
Ayuso que ha terminado comiéndose a Casado sin ningún tipo de escrúpulos a
pesar de que le debe todo lo que es. Lo
cierto es que, según diversos medios, rechazó la propuesta del rey y de los
militares golpistas de recortar drásticamente aquel sucedáneo fraudulento de presunta democracia y decidieron quitárselo del medio.
Vamos por partes:
El presunto golpe de
Estado fue algo que se estuvo fraguando desde hacía tiempo, a mi entender
Adolfo Suárez no estaba de acuerdo con él, creía en la Democracia, al contrario
que su hijo que está en la extrema derecha del PP. Suárez
que llegó desde el fascismo puro y duro, terminó siendo demócrata.
Tras habernos licenciado el 17 de febrero, pasé unos días por
Sevilla, donde estuve hasta ese 23 de febrero de 1981, que llegué con mi amigo
de Utrera a Valencia, sobre las 18:30 horas, enterarnos del golpe de Milans del
Bosch a las 19:30. Nos encontrábamos tomando unas cervezas en el bar de un
amigo en la Ciudad Fallera, barrio del extrarradio de Valencia donde se encuentran
los talleres falleros. De repente vimos largas colas en una tienda de
ultramarinos del barrio, entonces no existía Mercadona ni ningún tipo de supermercado
o hipermercado.
—¿Qué pasa? —Le pregunté a mi amigo Luis, dueño del bar.
—No sé. Hace un momento estaban diciendo en la radio algo de
un toque de queda, pero como daba agonía escucharlo, he apagado la radio —dijo,
volviéndolo a encender.
La radio daba el pronunciamiento de Miláns del Bosch,
machaconamente una y otra vez, entre marchas militares.
—¿Estáis licenciados? —Nos preguntó.
—Sí, para siempre.
—Pues ya veremos si no volvéis a África. Es un golpe de Estado
en toda regla.
El general golpista, amigo del rey, seguía sembrando el terror
entre las personas honradas y demócratas:
«Quedan prohibidas
todas las actividades públicas y privadas de todos los partidos políticos,
prohibiéndose igualmente las reuniones superiores a cuatro personas, así como
la utilización por los mismos de cualquier medio de comunicación social.»
Terminó su
alocución con un:
«Por todo ello termino con
un fuerte:
¡VIVA EL REY!
¡VIVA POR SIEMPRE ESPAÑA!»
—Id pensando en volver a vestir
el uniforme. Esto termina en guerra.
—De eso nada. Nosotros no
volvemos al ejército y menos a Melilla.
Contesté yo, pero los dos pensábamos
lo mismo. Ambos habíamos participado en las luchas contra la dictadura y aunque,
en mi caso, había abandonado la militancia por no estar de acuerdo con el
acatamiento a la monarquía de Santiago Carrillo, mantenía mi activismo
antifascista.
Valencia se quedó totalmente bloqueada con más cuarenta
tanques en sus calles. Las personas que
se encontraban en el centro de la ciudad trabajando tardaron, en muchos casos,
más de cuatro horas en llegar a sus casas. El centro de Valencia se había
convertido en una ratonera, provocando el temor entre la población. Mi amigo
Pedro, un taxista que estaba en el órgano del PCPV, fue el encargado de coger todos
los archivos de afiliados al partido y enterrarlos en una huerta urbana de
Patraix, arriesgando mucho, pues eran varias cajas las que enterró aquella
noche.
Debo decir que tanto mi amigo como yo, teníamos miedo, nuestro
valor como el de todo soldado se nos suponía, pero al menos en mi caso, no eran
un valiente, él tampoco, por mucho que hubiésemos estado en la legión. Ambos teníamos similar ideología y teníamos
muy claro que si se liaba, ninguno de los dos podíamos volver al ejército y que
de tener que luchar, lo haríamos de acuerdo a nuestras convicciones
democráticas, puestos a morir…
En estos momentos creo que todos o la mayoría, tenemos claro
que el 23 de febrero si bien fue un golpe contra las nacientes y más que
tímidas libertades de los españoles, no fue contra el Régimen continuador de la
dictadura franquista. También tenemos claro que no fue su heredero quien lo
evitó. En ese golpe participaron
muchos «héroes del silencio», muchos que
deberían haber hablado y callaron y que no hablaran jamás, como Felipe González
y otros.
No todos los militares estaban de acuerdo, ya relaté en la
primera parte los presumibles intentos de Suárez por evitar ese «golpe de
Estado», dirigido en parte contra su persona: la visita al acuartelamiento de
la Legión el mismo día de su dimisión y el traslado de las tropas legionarias, y
posiblemente a otros muchos acuartelamientos. Sin convencer a nadie, puesto que el día 2 de
febrero nos trasladamos de África a Almería para participar en unas presuntas
maniobras militares, que nunca fueron maniobras. Creo recordar que en mi caso,
y era tirador de cañón y de misiles, ni hice ni lo uno ni lo otro, mis
compañeros tampoco.
Hubo quien en esos momentos no fue un «héroe del silencio»: Jordi
Pujol. Debo confesar que la persona de Jordi Pujol, no es santo de mi
devoción y es un corrupto como lo es su amigo. Sin embargo, yo le concedo un
mérito y un valor que no tuvieron otros
y no me refiero en este caso solo al rey: Sobre las 20:30 horas Jordi Pujol fue la
persona más valiente y responsable de toda la clase política española, el único
que tomo la iniciativa que debería haber tomado quien varias horas después y
para la historia de esta farsa, se llevó el mérito. A través de Radio Nacional de España de
Barcelona se dirigió a toda España para decir lo que estaba ocurriendo y además
lo hizo en castellano, sin necesidad que los reaccionarios de la caverna
fascista le gritara eso de «Pujol, enano, habla castellano». Sí
habló en castellano y como servicio a España, al contrario que los golpistas
que querían apuñalar a España por la espalda y la apuñalaron, cuarenta años
después seguimos con el puñal clavado y sin poder avanzar democráticamente,
aguantando a una institución podrida hasta la médula. Que hablase en castellano sumaba un plus de inquietud, en mi caso fue la
primera ocasión en que le escuche hablar en castellano, la segunda vez en un
encuentro personal en San Mateo - Castellón.
No era a Jordi Pujol a quien le correspondía ese discurso
tranquilizador, que no tranquilizó.
Jordi Pujol, hablando en castellano y dirigiéndose a todos los españoles
para decir que no iba a pasar nada y que tenía parte del ejército y al director
general de la guardia civil a sus órdenes. Que había hablado con autoridades
europeas que le habían asegurado que no permitirían un golpe de Estado en
España. Lo cual, recordando las traiciones de Europa a España, no era ninguna
garantía. La verdad que no tranquilizaba, al contrario, dejaba claro que algo
gordo estaba pasando cuando fue él
y no
quien esperó varias horas para desautorizar ese presunto golpe de
Estado, propiciado por el entorno del rey o por él mismo. Teniendo los santos huevos no desautorizar a los
golpistas hasta la una de la madrugada, cuando ya el terror se había apoderado
de los españoles y el golpe de Estado había triunfado, porque triunfó y logró
su objetivo.
La pregunta del millón en este caso no es una, sino varias y
que dejan bastantes respuestas claras y otras muchas en duda, son:
¿Por qué razón no se
dirigió el presunto inductor travestido en «héroe del 23-F» a los españoles inmediatamente después de
producirse la intentona o al menos antes que Pujol?
¿Esperó, si no estaba
en el asunto, para ver qué cariz tomaban los acontecimientos para posicionarse
e inclinarse a un lado u otro de la balanza?
¿Por qué razón o motivo
el PSOE a través de Enrique Múgica consultó o propuso a Jordi Pujol, sustituir
a Adolfo Suárez por un militar de «mentalidad democrática»?
¿Por qué motivo o razón
hay tantos silencios y tantas respuestas sin responder 41 años después?
¿Cuántos españoles
creemos en estos momentos que no fracasó aquel golpe del 23 de febrero de 1981?
¿Acaso ese golpe no
sirvió para llevarnos a la situación actual de descomposición de las formas
presuntamente democráticas generando corrupción en todos los estamentos e
instituciones del Estado?
Hoy 41 años después, los ciudadanos sabemos que vivimos en una
reino donde corrupción la premian los votantes de los partidos corruptos. Como
ha ocurrido esta semana, que un caso de corrupción en la Comunidad de Madrid, ha
hecho caer a quien lo ha denunciado, mientras que quien ha tejido presuntamente
(por imperativo legal) un a rede de corrupción familiar, se va de rositas y
además con el apoyo de buena parte de la población. España es ese país en el que
se premia a los corruptos, precisamente, porque quienes roban no son repudiados,
sino admirados y votados.
Esto no quiere decir que todos los españoles seamos cómplices de
los corruptos, al menos la mitad de nosotros, no votamos a ladrones.
Hoy, 42 años después, el golpe primigenio del 18 de julio de
1936, sigue extendiéndose y consolidando sus ramas clientelares por toda
España, un país donde venció el fascismo y se continúa honrando a criminales y
ladrones hasta en las catedrales.
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