Abrir la ventana y ver entrar la
primavera, contemplar el cielo azul, sin negras nubes, y a pesar de todo ver la
lluvia de la libertad caer. Comprobar como los pensamientos oxidados del pasado
cobran un brillo distinto en las miradas de los niños. Palpar el latido de una
tierra preñada de esperanza, con el temblor en los labios pronunciando el dulce
nombre de la libertad.
Dicen algunos profetas de la izquierda
que la República ahora no toca, distorsionan la realidad, incapaces de ver
podredumbre de un Régimen que lleva la corrupción en su esencia primigenia.
La desesperación se palpa en el
ambiente, la sangre que chorrea a borbotones invisible para ciudadanos que un
día se olvidaron de serlo, que renunciaron a todo, al frío ajeno, al techo
expropiado por mentes criminales.
Dicen esos profetas de las izquierdas,
siervos tan miserables como los amos a quienes sirven y critican, que ahora no
toca, que no abras las ventanas de par en par, que no dejes entrar la
esperanza, porque las viejas ideas, los viejos sueños, son humo de unas llamas
apagadas imposible de avivar con la madera mojada.
No les creas, fíjate en sus traseros
anclados, más que sentados a las viejas sillas de sus amos, ni siete elefantes
les arrancarían de sus asientos, que no te engañen. Las flores del otoño están
marchitas; pero, cada primavera, florecen otras con nuevo aroma.
Seguramente crees que este viejo
campesino ha perdido la cabeza, contaminado por el hedor pestilente y negro del
asfalto, que sus dedos van más ligeros que sus pensamientos y, sus gafas de
vista cansada están cubiertas por los mosquitos que se estrellan contra sus
cristales buscando una salida imposible.
Tal vez, sí, tal vez este viejo
campesino vea todavía ascuas donde solo quedan cenizas apagadas, y juegue a ser
profeta de una República tan soñada como imposible, para eso están los poetas,
para soñar imposibles; pero te equivocas, este viejo soñador, no es un poeta,
es un luchador y quiere y sabe, que es posible alcanzar los más bellos sueños
sin renunciar a los más profundos ideales de justicia y libertad. Porque como
dijo Eduardo Galeano:
“La utopía está en el horizonte.
Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos
más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para avanzar.”
Pues avancemos, derribemos muros de
corrupción, palacios de vergüenza, démosle la dignidad a las instituciones,
ahora putrefactas, caminemos hacía la utopía, porque tenemos derecho al
delirio; pero también, a luchar por nuestros derechos, por nuestros sueños. A
traer la primavera a este país maltratado, por patriotismo; asimismo, por la
imperiosa necesidad de ser felices. Si nos empeñamos lo lograremos, el Régimen está podrido desde sus más profundas raíces hasta sus más altas copas. España, poco a poco, se acerca más y más al gris de la dictadura franquista; pero también, no lo olvidemos, a la República.
©Paco Arenas
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