Esta historia borbónica precede a la de Carlos IV. Digamos,
que en esta ocasión voy a hacer el papel un poco de la prensa de las «vísceras» un «Sálvame»; pero, histórico e igualmente
con mala uva, dejando un poco lado la labor de Carlos IV y sus gobiernos, que
ya tratare más adelante.
Carlos IV, Sucedió a su padre Carlos III, al morir éste el 14
de diciembre de 1788. Sobre las luces que tenía este segundo Carlos de la
dinastía borbónica hay un diálogo conocido entre quien fue Carlos III y quien
sería Carlos IV...
—Tú, como rey, y yo,
que lo seré, tenemos una gran suerte: nuestras mujeres no podrán engañarnos
nunca —dijo quien, junto con su hijo Fernando VII, está considerado uno de los
dos mayores traidores a la patria de la historia de España.
Asombrado el padre,
preguntó al príncipe cómo podía ser eso.
─Padre, es
imposible. Estamos en lo más alto. No hay nadie por encima de nosotros con
quien puedan hacerlo.
Con esto está claro que, aunque era un borbón follador, no
era precisamente por su inteligencia, sino por lo que suelen ser unos
folladores los borbones.
Posiblemente, parece ser, que se dio la circunstancia tan
usual de que el cornudo es el último en enterarse. Carlos IV supo de la reiterada infidelidad de
su esposa, ya a punto de morir y de la boca de su hermano Fernando, rey de
Nápoles.
También ella, María Luisa de Parma, lo confesó in articulo mortis a su confesor, Almaraz,
que está le había confiado:
«Ninguno, ninguno de sus hijos e
hijas, ninguno, era del legítimo matrimonio, lo declaraba para descanso de su
alma, y que el Señor la perdonase”.»
Yo
no soy nadie para llevarle la contraria, como muchas veces he dicho, reyes y
nobles de diversa ralea, tienen la potestad de sembrar de bastardos el mundo,
pero las reinas de coronar bastardos y sentarlos en el trono. Pensarlo:
¿Cuántos
reyes lo son por ser hijos de reina y no de rey, siendo que las tenían
desabastecidas y olvidadas? También
tenían derecho las pobres, que la historia viene de lejos, recordemos a la
Beltraneja, y así hasta el fin de los tiempos.
En
el caso de María Luisa de Parma, estaba desesperada viendo como el rey cazaba
continuamente con la escopeta y en la cama. Ella que era, muy borbónica, (como
lo fue su posible nieta Isabel I), y no se quedaba atrás, mozo que veía, sus
ojos se le iban detrás ansiando tomarle la medida de lo que guardaba en sus
calzones.
***
Cuando Carlos IV accedió al trono la reina consorte tenía por
entonces 37 años, algunos años más cuando se prendo de un joven guardia de
corps llamado Manuel Godoy, de 25 años, dieciséis años más joven que la reina.
María Luisa de Parma, era prima hermana de Carlos IV, su
padre el infante Felipe, hermano de Carlos III, fue quien vendió el condado de
Chinchón al degradado infante Luis, también hermano de Carlos III, tenían
vínculos de consanguineidad muy cercanos, lo cual explica en parte las
anomalías presentes en los borbones a lo largo de la historia; a pesar de que
existen serias dudas sobre la paternidad de muchos de sus miembros, como bien
explica la investigadora Nieves Michavila, en su magnífico libro: Voces
desde el más allá de la historia. No solo la muy conocida de Alfonso XII.
Pero eso es otra historia, voy a centrarme en esta María
Luisa de Parma, que aparte de un lejano parentesco por parte de madre, Isabel
de Francia, hija de Luis XV, nada tenía que ver con la que fuese esposa de Luis
I, María Luisa Isabel de Orleáns, pero si tenían muchas cosas en común: una
había sido educada en la corte Francesa, una corte más que libertina,
especialmente en tiempos de Luis de Orleans, la segunda fue educada por el
abate Bonnet de Cordillac, famoso libertino francés, que potenció en la futura
reina usos, modos y costumbres de la promiscua corte francesa.
Dicen, que yo no me lo creo, que la joven María Luisa fue una
mujer incluso guapa; pero, la verdad es que cuesta muchísimo trabajo creerlo. Su
conocida fealdad dicen que se debe a los numerosos partos, unos de su marido el
rey, por ejemplo quien después fuese Fernando VII, un Borbón genuino, otros de
su joven amante, Manuel Godoy, como el infante Francisco de Paula, con un
asombroso parecido con el Príncipe de La Paz, basta mirar los retratos de Godoy
y del infante para corroborar el bochornoso parecido entre ambos.
No siempre la reina y Godoy fueron fieles amantes entre sí,
también parece que llegaron estar un tiempo distanciados, ignoro si porque
Godoy no podía abastecer a tres mujeres a la vez, dos de ellas jóvenes y y la
tercera la reina, a la que por vieja relegaba, para cuando las anteriores tuviesen la regla,
por lo que la reina se buscó un nuevo amante de apellido Mallo, al cual colmó de lujos y regalos, para darle celos a Godoy.
Tal era la gran cantidad de regalos que le llamo la atención
hasta al mismo rey Carlos IV, que nunca se enteraba de nada, por lo cual
preguntó a Godoy que pasaba con el tal
Mallo que exhibía todo tipo de lujos y joyas en palacio, el cual parecía
tan rico como los mismos reyes.
Contestando Godoy:
«─No es rico sino por su amante, una vieja fea que le
paga los lujos con el dinero del marido.»
Carlos IV, simple
hasta la exageración, se burló, de sus ignorados cuernos y le pregunto a su
esposa:
«─ ¿Qué te parece, María Luisa, lo
que cuenta Manuel?»
«─Calla, calla, Carlos, ya sabes lo
bromista que es Manuel a veces.»
En esta historia de cuernos en la corte española, aparte de
Godoy tuvo otros beneficiarios o más bien damnificados, la reina necesitaba
acallar rumores, y casar a su joven amante con una persona de postín, a la cual
pudiese chantajear o llegar a acuerdos. Esta persona era ni más ni menos con la
hija de Luis, hermano de Carlos III, primo hermano de la reina y del propio rey
Teresa de Borbón y Vallábriga, que llevaba encerrada en el convento de San
Clemente de Toledo entre 10 y 12 años, sin esperanza de salir de allí como no
fuese con los pies por delante. Las
negociaciones las llevo a cabo su hermano Luis de Borbón y Vallábriga, de
manera exitosa para sus hermanas y para él, lo primero les era restituido el
apellido Borbón, concediéndoles títulos
nobiliarios y privilegios, saliendo al mismo tiempo sus hermanas del
aburrido monasterio donde se encontraban, él, Luis María, comenzó una espléndida carrera eclesiástica y
política. Para que esto sucediese la reina María Luisa de Parma hubo de
intrigar para que su marido Carlos IV les devolviera el apellido Borbón y las
llevara a la corte. Fue así como Teresa de Borbón y Vallábriga cambio el orden
de sus apellidos, al igual que sus hermanos;
una vez concretadas todas las
cláusulas del nuevo matrimonio, la boda se celebró con gran pompa; como la hija
de Aznar, en el Monasterio del Escorial, la joven Teresa sabía que no podía
esperar amor de su flamante marido, pues su boda no había sido por amor sino
por conveniencia, aceptaba compartir a
su esposo con la reina, su benefactora; pero, lo que no se esperaba es que debía
compartir a su marido con otra mujer aparte de la reina, otra mujer que además
debía vivir en su propia casa, con la que no se había casado el amante de la
reina, porque no tenía suficiente rango para el Príncipe de la Paz, de la cual Godoy
estaba ciegamente enamorado desde mucho tiempo atrás , Pepita Tudó.
Así que la joven
Teresa debía conformarse con las migajas que le dejaban la reina y Pepita, amén
de sufrir la humillación de ver que su marido se iba de caza con Pepita o la
reina, creo que no iban cazar elefantes de marfileños colmillos, pero si
ciervos de amplias cornamentas, cornamentas que repartían de forma equitativa
entre el rey y ella, según viniese al caso. Siendo también Pepita Tudó, quien
asistía acompañando a Manuel Godoy, tanto en actos públicos como privados. La joven y humillada Teresa, ahora de Borbón,
fue acumulando odio hacia su marido, pero el haber estado durante tanto tiempo
encerrada en un convento hizo que le faltase la decisión necesaria para pagar
con la misma moneda a su infiel esposo, hubo de llegar el Motín de Aranjuez para separarse de Godoy
que era detenido en su palacio de
Aranjuez y encarcelado. María Teresa huía a Toledo al lado de su hermano,
abandonando para siempre a su infiel marido, pero renunciando en cierto modo a
su hija que la entregó a los reyes, en su cobarde huida a al «exilio» francés.
Las hermanas Borbón y Vallábriga, comenzaron de nuevo un penosa
existencia, los franceses que habían invadido España, dejaron de pasarles la
paga asignada, y sus propiedades fueron incautadas por lo que tuvieron que
empeñar sus joyas para poder sobrevivir.
Teresa junto con su hermano abandonaron Toledo camino de Andalucía,
su hermano fue nombrado presidente de la Regencia en 1809 participando como tal
en la aprobación de «La Pepa» en Cádiz en 1812.
En agradecimiento el rey felón, Fernando VII, todavía más
cobarde y traidor que su padre, a su vuelta del dorado destierro francés le
confinó en Toledo, junto con su hermana Teresa, con la prohibición de salir de
la ciudad.
El «guaperas» de Godoy, termino casándose con
Pepita Tudó, unos días después de la muerte de su esposa legal, la pobre y
desgraciada Teresa de Borbón y Vallabriga.
©Paco Arenas
©Mis historias borbónicas
Publicado también en Unidad Cívica por la República
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