España está gobernada por talibanes radicales, meapilas
integristas de doble moral, imponen sus creencias de manera sibilina a sangre fuego y hambre en todos los aspectos
de la vida, ocultándolas a la sociedad, dándoles apariencia democrática a lo
que es misoginia en estado puro. Realmente son dignos hijos de su padre ideológico
han desarrollado formas de apariencia democrática para ocultar que tras esa
mascara, cada día más transparente se
oculta el rostro de los fascistas que nunca dejaron de ser.
No solo con respecto a la ley del aborto, que de manera
cobarde y criminal pretender imponer a las mujeres, esos mismos que dicen que
las cosas de familia se quedan en familia, pretenden y van a hacer que el útero
de la mujer se convierta en un lugar de
incumbencia de lo público, lo cual es auténticamente repugnante.
Sus planteamientos ideológicos los están llevando a todos los
aspectos de la vida, a todos nos afecta cuando la policía arremete con
violencia contra pacíficos manifestantes.
O Cuando una entidad financiera roba la casa a una familia con la
complicidad de la ley y ejerciendo la policía como si fuesen sicarios al
servicio de la mafia…
Resulta lamentable que la impunidad de estos talibanes es
total, roban nos enteramos que hasta su sede ha sido pagada con dinero negro,
que han cobrado sobres de dinero negro y no pasa nada.
Sabemos que compran concejales, y no pasa nada, para que no
sea necesario tener que comprar concejales de la oposición, porque resulta que
suelen salir caros y en ocasiones resultan honrados y denunciar, y así tener
asegurada la elección cambian la ley electoral y así se aseguran la alcaldía de
la mayoría de las capitales, porque los talibanes como los nazis, siguen teniendo
sus apoyos cómplices necesarios de su integrismo talibán.
Como talibanes que son, son extremadamente peligrosos, en
cuatro años hemos retrocedido décadas en cuanto a derechos sociales y políticos.
Han arruinado el país y lo que es casi peor, lo han hecho con el respaldo de
una parte importante de la sociedad, no solo de quienes le votaron, sino de esa
parte de la sociedad que se siente ajena a lo que suceda a sus semejantes, a
los cuales habría que recordarles el poema de Martin Niemöller
Primero fueron a por los judíos,
y yo no hablé porque no era judío.
Después fueron a por los comunistas,
y yo no hablé porque no era comunista.
Después fueron a por los católicos,
y yo no hablé porque era protestante.
Después fueron a por mí,
y para entonces ya no quedaba nadie que hablara por mí.
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