La República pacífica
07may 2013
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Carmen Jaulín Plana
Politóloga y socióloga de la educación
En un estado de derecho, todos al nacer somos republicanos,
sujetos de res-pública, pero no tardamos en saber que nuestro oficio es
aprender.
La alborotada primavera política española que vivimos está
girando sin rumbo. La situación económica parece de emergencia, pero los
partidos políticos no lo advierten. La sociedad civil está llenando los vacíos
del Estado, pero saltan las alarmas, estos días el Banco de Alimentos en
Cataluña rogaba solidaridad, sólo había víveres hasta junio. En este contexto,
salta a la palestra mediática la idea de consenso político desde la monarquía
con carácter sinuoso e informal para ver cómo cuaja. El debate televisivo ha
sido tan inmediato como desenfocado, aunque cargado de buena intención por su
comparación con los Pactos de la Moncloa, en el período llamado Transición:
¿Qué sería de nosotros sin la buena intención?
¿Por qué el consenso de la Transición no tiene traslación
hoy? Los políticos (desgraciadamente muchos más hombres que mujeres) de la
época venían de tres itinerarios ideológico-vitales: la tecnocracia franquista,
la disidencia, y el exilio. Sin ánimo de comparar los tres estratos, tenían en
común un acervo de resiliencia y de fortaleza que ni supieron advertir, ni
proyectar en las bases de los partidos políticos. No es cierto que cualquier
tiempo pasado fuera mejor, aquella época fue un horror en la catatonia de la
“libertad sin ira”. Ni las condiciones necesarias materiales, ni humanas son
las mismas: nos hemos quedado sin macroeconomía en la aldea global; y aquellos
representantes políticos tuvieron una sensibilidad social por lo público,
inexistente en la clase política actual.
¿Conseguir consenso o articular disenso? En las democracias
inmaduras, la idea de pacto o acuerdo, sea local o nacional, en un sistema
democrático, choca con las sospechas de contagiar la independencia de los tres
poderes de Montesquieu, de ahí la fragilidad de la idea de consenso político.
En las democracias maduras y desarrolladas, avanzar legislativamente exige
articular disenso, reconociendo la oportunidad que tiene el conflicto social de
logarlo en materias significativas. Es decir, el disenso y el conflicto se
convierten en motores del desarrollo social; y no en su rémora como pretenden
hacernos creer las élites, hoy.
¿Por qué PSOE y PP no van a gestionar el disenso en materias
sensibles como Pobreza, Educación, Sanidad, Justicia, Medioambiente, o Consumo?
El PSOE tiene un problema que quizás sea razón suficiente para su baja
aceptación social en estos momentos y es la falta de formación de sus
dirigentes por lo que dicen y cómo lo dicen. EL PP tiene otro y mucho más
grave, la rapiña democrática.
Hoy, Rubalcaba ha planteado claves para propiciar el diálogo
político, ¿cuál ha sido la contestación de Camacho? Bien sabe Rajoy que no
tiene más que desaparecer del ruedo ibérico, y esperar a ganar las siguientes
elecciones, se hunda lo que se hunda. Italia, en una época convulsa como la
actual, tiene la autoritas de un Giorgio Napolitano para reprender a la clase
política y generar confianza en la sociedad perpleja.
Y desde los púlpitos parece que piden la revolución
ancestral que nuestros antepasados intentaron sin oportunidades; mientras la
bandera tricolor ondea al viento con más movimiento que nunca en todo tipo de
foros, mareas y manifestaciones sociales. Las corrientes parecen a favor, pero
no lo son, porque, una vez más, los intereses facciosos quieren algazaras para
seguir trincando ganancias. Primavera que requiere reflexión y movilización
eficiente antes que reacción porque siempre perdemos los mismos.
Fuente: Público
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