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Demoledor pliego de descargos redactado por Amadeo Martínez
Inglés, coronel diplomado de Estado Mayor, al juez que le ha abierto expediente
"por injurias a la corona"
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AL ILMO MAGISTRADO-JUEZ DEL JUZGADO CENTRAL DE INSTRUCCIÓN
NÚMERO DOS DE LA AUDIENCIA NACIONAL
Don Amadeo Martínez Inglés, coronel del Ejército diplomado
de Estado Mayor, escritor e historiador militar, se dirige a VS en relación con
la cédula de citación recibida en su domicilio con fecha 23-03-2012 en base a
las diligencias previas que, en providencia de 21.03.12, ha abierto ese Juzgado
por un presunto delito CONTRA LA CORONA, exponiéndole las siguientes
consideraciones:
PRIMERA.- Como coronel de Estado Mayor, historiador militar
y profesor de esta última materia en la Escuela de Estado Mayor del Ejército
español me he dedicado durante más de treinta años, concretamente desde
mediados de los años ochenta del pasado siglo, a estudiar e investigar la vida
del actual rey de España Juan Carlos I tanto en su ámbito personal como en el
público e institucional.
SEGUNDA.- Como consecuencia de esas investigaciones y
estudios profesionales pronto llegarían a mi conocimiento abundantes indicios
racionales de la comisión por parte del monarca español de variados presuntos
delitos tales como (por orden cronológico): “homicidio imprudente” o
“fratricidio premeditado” (esta disyuntiva nunca la han dilucidado los jueces
que deberían haberlo hecho); “alta traición a la nación española”, al haber
pactado en secreto en noviembre de 1975 con el Departamento de Estado
norteamericano la entrega unilateral a Marruecos y Mauritania de la antigua
provincia española del Sahara Occidental; “cobardía ante el enemigo”, al
retirar en esa fecha de manera humillante y sin combatir las fuerzas militares
españolas de ese territorio ostentando la Jefatura Suprema de las FAS;
“genocidio de la antigua población del Sahara español en grado de colaborador
necesario” (más de tres mil víctimas) al haberla entregado al rey alauí Hassan
II totalmente indefensa; “golpismo de Estado”, al haber autorizado a sus
militares cortesanos (Armada y Milans del Bosch) la planificación, preparación
y ejecución de la maniobra político-militar desarrollada en España la
tarde/noche del 23 de febrero de 1981, conocida popularmente como “la intentona
involucionista del 23-F”; “terrorismo de Estado”, al tener previo conocimiento,
como comandante en jefe de las FAS, de la guerra sucia que preparaban los
servicios secretos militares y de la seguridad del Estado contra ETA (GAL) y no
haber impedido su puesta en marcha; “malversación de caudales públicos” de los
denominados “fondos reservados” adscritos a Defensa, presidencia del Gobierno e
Interior, al conocer y no desautorizar el pago a determinada vedette del
espectáculo español por las prestaciones sexuales que le había realizado
durante más de quince años y que ella, en 1996, amenazaba con hacerlas públicas
a través de documentos audiovisuales de su propiedad; “corrupción
generalizada”, al recibir durante décadas regalos multimillonarios procedentes
tanto del exterior como de la propia España: yates, fincas de recreo,
petrodólares en forma de créditos a fondo perdido…etc, etc; “enriquecimiento
ilícito” como consecuencia de todo lo anterior y de oscuros negocios de todo
tipo que en los últimos años han trascendido a la opinión pública española a
través de libros y documentos nunca desmentidos oficialmente hasta convertir a
su familia en una de las mayores fortunas del mundo (la 134, con 1790 millones
de euros en su haber).
TERCERA.- Como consecuencia de todo lo anterior, señor
magistrado juez del Juzgado Central número 002 de la AN, el 23 de septiembre de
2005, y ante la incompetencia constitucional que presentan los tribunales
españoles (y de todo el mundo) para juzgar los presuntos delitos cometidos por
el actual rey de España, Juan Carlos I, envié al presidente del Congreso de los
Diputados un exhaustivo informe (40 páginas) sobre las muy claras y decisivas
responsabilidades del monarca en la ya señalada “intentona involucionista del
23-F”, solicitándole la creación de una Comisión parlamentaria que depurara
esas presuntas responsabilidades tanto en el terreno personal como en el
histórico e institucional. Posteriormente, el 25 de enero de 2006, remití el
citado informe al presidente del Gobierno de la nación, al del Senado y a los
de las más altas instituciones del Estado: Consejo de Estado, Tribunal
Constitucional, Consejo General del Poder judicial…etc, etc. Asimismo, en años
posteriores (12 de febrero de 2007, 4 de abril de 2008, 8 de octubre de 2008 y
13 de diciembre de 2011) seguí enviando al Congreso de los Diputados periódicos
y detallados informes que he ido extendiendo y ampliando a la totalidad de los
presuntos delitos cometidos por el actual jefe del Estado español. Del remitido
con fecha 4 de abril de 2008, y con casi un año de retraso, recibí acuse de
recibo por parte de la Cámara Baja del Parlamento español comunicándome que
había sido trasladado a la Comisión de Peticiones de la misma para su oportuno
“estudio y tramitación”.
CUARTA.- El 8 de septiembre de 2008, y en relación con el
“homicidio imprudente” (así lo admitió en su día su noble autor y su familia) o
“flagrante asesinato” (eso deberían haberlo ya dilucidado los jueces
portugueses o los militares españoles, ya que en marzo de 1956 “el caballero
cadete Juanito” era un profesional de las FAS españolas) cometido por el actual
rey de España Juan Carlos I a las 20,30 horas del día 29 de marzo de 1956 en la
finca denominada “Villa Giralda” de Estoril (Portugal), me permití enviar al
Fiscal General de Portugal (Procurador-Geral da República) un prolijo estudio
profesional (sin duda el único estudio balístico que existe en relación con
este caso) sobre las condiciones y las circunstancias en las que se desarrolló
el supuesto accidente familiar que le costó la vida al infante Alfonso de
Borbón a manos de su hermano mayor Juan Carlos, solicitándole la apertura de
una investigación judicial al respecto. El Fiscal General del Estado portugués
admitió a trámite el informe y prometió “que o caso vai ser analisado”. A los
pocos días, por presiones del Gobierno español según medios portugueses, me
comunicó su archivo debido al tiempo transcurrido y a la complejidad de abrir
en esos momentos un caso judicial tan delicado.
QUINTA.- Pues bien, señor magistrado de la Audiencia
Nacional, cuando este historiador militar que se dirige a VS a través de las
presentes líneas creía que, tras la admisión a trámite de sus reiteradas
denuncias contra el todavía rey Juan Carlos I por parte del Congreso de los
Diputados, iba por fin a poder exponerlas con todo lujo de detalles ante los
señores diputados de la Cámara Baja, resulta que lo que recibe (a horas
intempestivas y a través de una patrulla de la policía municipal que no se
recata en mostrar a los vecinos todo su poder institucional e intimidatorio,
seguramente para asustar al coronel que suscribe ¡qué risa!) es una cutre
cédula de citación (una muy mala fotocopia torcida, casi ilegible y con
abundantes errores que pone en evidencia la miseria y postración en la que se
debate hoy en día la justicia española) para que acuda el 16 de abril, a las
10,30 horas, al digno Juzgado del que VS es titular a fin de declarar como
imputado en un presunto delito CONTRA LA CORONA ¡Toma ya! ¡Aquí tenemos otra
vez la España cañí! ¡El historiador/mensajero a los tribunales por haber osado
meterse con el supremo y divino rey de los españoles (de algunos españoles,
cada vez menos)! Y para más inri ¡para eso vivimos en un Estado democrático y
de derecho! por un artículo publicado en la prensa digital (en la otra, en los
medios de comunicación tradicionales del Estado, le tienen censurado desde hace
años para que no dañe la impoluta imagen del rey sin par que nos puso el
dictador Franco) sustentado, además, sobre la base de su libertad de expresión
y de décadas de estudios, investigaciones y denuncias que ha puesto a
disposición, una y otra vez, de las más altas instituciones del Estado.
SEXTA.- Mi, al parecer, demoníaco artículo, señor Juez,
dejando de lado el estilo duro, bronco, intempestivo y, seguramente,
impertinente, en el que ha podido ser redactado (cada escritor escribe como
quiere ¡faltaría más! en un país libre, democrático y de derecho) solo refleja
la verdad, una verdad a la que este escritor ha tratado de llegar con su
esfuerzo y dedicación durante más de treinta años. Y que, repito una vez más,
desde al año 1994 ha puesto numerosas veces, mucho antes de que este artículo
“Por qué te callas” viera la luz digital, a disposición del pueblo español en
general y de las más altas instituciones del Estado (Las Cortes y el Gobierno
de la nación) en particular. Entrando en un apresurado análisis de autor debo
decirle señor magistrado del JUCINAN 002 (perdone, señoría, pero es que los
militares de Estado Mayor somos muy amigos de las siglas, seguramente porque en
la guerra el enemigo nunca nos da el tiempo suficiente para escribir en román paladino
todo lo que quisiéramos), por si no se ha leído despacio mi artículo que me
temo que no dada la cédula de citación que ha tenido a bien enviarme, que éste
presenta tres núcleos o almendras literarias bien diferenciadas: 1ª).- Un
ataque, reconozco que inmisericorde y duro pero veraz y ajustado
históricamente, contra la dinastía borbónica, de cuya muy baja catadura moral,
profesional y social pocas personas en este país tienen dudas. ¿O acaso Felipe
V no fue un loco y egoísta que para ceñir la corona española sumió a este país
en una guerra cruel y despiadada que provocó miles de muertos y la perdida
sensible de territorios patrios? ¿Y Fernando VII no fue un traidor de tamaño
natural, un gran felón como, afortunadamente, reconoce la historia de España? ¿E
Isabel II no tuvo bastante de ninfómana o meretriz regia, como propaló su
propio pueblo? ¿Y su esposo oficial, Francisco de Asís de Borbón, alias el
“Paquita” y “el Puntillas”, no fue toda su vida marital un cabrón consentido?
¿Y el nefasto rey Carlos IV, un cobarde y un traidor a su patria? ¿Y Alfonso
XIII, el abuelo del actual titular de la dinastía, un putero de las noches
madrileñas y un borracho perpetuo? ¿Y el conde de Barcelona, padre del Juan
Carlos I al que le soltó aquella frase lapidaria de “Júrame que no lo has hecho
a propósito” cuando lo encontró sobre el cadáver de su hermano Alfonso la tarde
del fatídico 29 de marzo de 1956, no se pasó media vida a bordo de su yate
trasegando ginebra a espuertas? Y el rey actual, que primero mata a su hermano,
traiciona a su padre y besa el culo a Franco para conseguir ceñir la corona de
España y después abandona a Adolfo Suárez a manos de los militares y borbonea
con éstos para mantener como fuera su estatus regio ¿ha hecho algo aparte de
preparar golpes de Estado, fornicar a destajo a cargo de los fondos reservados,
navegar en el Fortuna y en el Bribón, cazar osos (borrachos o con tasa de
alcoholemia legal), esquiar en Baqueira Beret, pasarse los veranos a cuerpo de
rey en Marivent y labrarse un afortuna apañadita? 2ª).- Una revista rápida y
fugaz de los presuntos delitos cometidos por el rey Juan Carlos I, antes y
después de subir al trono. Que, como ya le he expuesto, los he denunciado
repetidas veces durante los últimos ocho años a las más altas instituciones del
Estado y que no es cuestión de volver a repetir. 3ª).- Una clara y nueva
acusación contra el monarca español por su actuación en el “caso Urdangarín”
puesto que, conociendo desde el año 2006 (la misma Casa Real lo ha admitido)
los oscuros manejos (presuntos delitos) de su famoso yerno, se calló (por eso
titulé mi artículo” ¿Por qué te callas?). Señor Juez, usted seguramente sabe de
esto más que yo, que para eso es un señor magistrado de la Audiencia Nacional
(antes TOP), pero esta actuación de nuestro amado rey en defensa de su familia
(¿de su corona, tal vez?) podría ser constitutiva de un nuevo presunto delito
de encubrimiento. ¿O no?
SÉPTIMA.- De todo lo anterior se desprende, señor
magistrado, que mi artículo titulado “¿Por qué te callas?” de delictivo no
tiene nada de nada. Es un trabajo serio y profesional, aunque duro en las
formas, que recoge una vez más y de forma un tanto airada (los tiempos no están
para genuflexiones versallescas) lo que vengo diciendo desde hace años en
multitud de libros, artículos y conferencias. Además, su señoría conoce mucho
mejor que este antiguo uniformado, la “Exceptio veritatis”, el escudo jurídico
que protege la verdad del ataque inmisericorde de los poderosos e impide que
pueda ser considerada un delito. Sea quien sea el autor de los hechos
denunciados. Y por otra parte ¿qué es eso de un delito CONTRA LA CORONA? Yo,
personalmente, demócrata, progresista y republicano hasta la médula, no
reconozco corona alguna. Ni española ni de ningún otro confín del mundo. En un
Estado moderno, democrático y de derecho, todos los ciudadanos debemos tener
los mismos derechos y ser iguales ante la ley. Sin privilegios de ninguna
clase, como por otra parte santifica la muy mejorable constitución del 78. En
España ya ha habido movimientos políticos y sociales para erradicar de nuestro
ordenamiento jurídico estos anómalos y extemporáneos delitos contra la corona.
Pero de momento siguen ahí esperando el momento propicio para defenestrarlos.
Por cierto ¿Por qué no existen en nuestras leyes delitos similares contra la
presidencia del Gobierno, contra el ministerio de industria o contra el
defensor del pueblo, por referirme solo a algunas de nuestras muy numerosas
instituciones democráticas? Todas las personas que representan al pueblo soberano
(bien es verdad que el rey actual solo representa al dictador Franco, que fue
quien lo puso en la jefatura del Estado con arreglo a su particular derecho
testicular) pueden (y deben) ser objeto de crítica por parte de los ciudadanos
(que no súbditos). Así que dejémonos, de una vez, de delitos “contra la
corona”, señor magistrado. Por cierto, y perdone por la pequeña insolencia de
la pregunta: ¿El señor Urdangarín, forma parte o no de la corona española
contra la que yo, presuntamente, he delinquido? Porque, vamos, tendría bemoles
la cosa…
OCTAVA.- Y ya para terminar este largo escrito, señor
magistrado-juez del JUCINAN 002, me permito significarle que así como su
señoría, debido a su cargo, ostenta ese preeminente tratamiento de VS, el
coronel, escritor e historiador que suscribe, debido fundamentalmente a su
empleo en el Ejército español y a las múltiples condecoraciones que posee,
algunas de ellas con categoría de gran cruz o placa, tiene también derecho al
tratamiento de VE (excelentísimo señor), circunstancia ésta que le refiero sin
un ápice de personal vanidad, muy dormida después de más de cincuenta años de
luchar en este mundo cruel, pero con toda mi determinación de que sea
respetado. Y mucho más después de la clamorosa falta de respeto por su parte al
enviarme una cédula de citación que no es de recibo, propia más bien de Somalia
o de cualquier otro país tercermundista. Y es que ese tratamiento y el empleo
de coronel del Ejército español que poseo, señor magistrado, no llegaron a mí a
través de una rifa. Ya en 1958 y con un poco más de 20 años de edad (cuando su
señoría, con todos los respetos, seguramente se meaba todavía en sus
pantalones) tuve que jugarme decenas de veces la vida luchando por defender
este país de las huestes de Hassan II, que habían invadido la “provincia
española” de Ifni, realizando misiones cuasi suicidas tras las líneas enemigas
al frente de un puñado de soldados voluntarios de elite. Sin vanidad alguna,
debo decírselo de nuevo, fui propuesto para la medalla al mérito militar y en
mi hoja de servicios se reconoció mi valor en acción de guerra. Después, y a lo
largo de casi cuarenta años, seguí arrostrando los claros peligros de mi
profesión, tanto en unidades paracaidistas como en las nómadas del desierto del
Sahara. He estudiado años y años sin parar estando en posesión de tres diplomas
de Estado Mayor (uno de ellos extranjero) y de prácticamente todos los diplomas
de especialización de mi Ejército. Y, buscando siempre “los puestos de mayor
riesgo y fatiga” como recomiendan los reglamentos militares españoles, hasta
pedí dos veces ir voluntario al país vasco (cuando muy pocos compañeros lo
hacían) donde, vestido con el uniforme de coronel, en un coche negro sin
blindar y con matrícula ET, sin escoltas de ninguna clase (esas escoltas que
sus señorías de los altos tribunales de justicia reclaman ahora con insistencia
a un Gobierno cicatero que amenaza con quitárselas) tuve que atravesar
centenares de veces las peligrosas calles de las ciudades vascas a solas con mi
entrepierna y con un pequeño revólver en la mano derecha, bajo mi portafolios,
listo para escupir plomo. Así durante años, sin quejarme lo más mínimo (mi
profesión no me lo permitía) no sabiendo nunca, cuando cada mañana cogía el
vehículo, si regresaría a mi despacho en el mismo o en otro, negro también, pero
con una corona en el cristal trasero. Como le ocurriría finalmente a otro
compañero mío, el único con categoría de coronel destinado en la misma ciudad
que yo que, curiosamente, se desplazaba siempre de paisano y en coche camuflado
y que murió ametrallado en un semáforo. Años después, por luchar por unas
Fuerzas Armadas más modernas y profesionales, los generales franquistas ¡ojo,
de 1990! me señalaron la puerta de la que había sido mi carrera (después de
cinco meses en una prisión militar) y tuve que reciclarme a escritor e
historiador. Así que figúrese, señor magistrado, y por eso le he contado una
parte sustantiva de mi vida profesional, la preocupación o la angustia vital
(la palabra “miedo” no la puede ni siquiera nombrar un militar, como les ocurre
a ustedes los jueces con la de “prevaricación”) que ha podido generar en mi
alma de soldado su cutre cédula de citación para que acuda a su Juzgado a
declarar por un presunto delito contra la corona. Es que desde ese fatídico día
vivo sin vivir en mí o, como diría el señor Rajoy, envuelto permanentemente en
un lío emocional. Pero no se preocupe, señoría, que voy a ir. Sí, sí, voy a ir
(si hay que ir se va…según el humorista Mota) pero no para perder ni un solo
segundo de mi tiempo hablando de ese presunto delito que al parecer he cometido
contra la panda sociofamiliar que habita en La Zarzuela sino para hablar, si VS
quiere, de los presuntos delitos del rey Juan Carlos que es, en definitiva, el
presunto delincuente y no yo. Para lo cual, obviamente, tendrá VS que leerse y
estudiarse (si no es imposible que nos entendamos) todos los libros, artículos
y documentos que he parido (con perdón) durante los últimos veinte años. Y nada
más, señor magistrado-juez del JUCINAN 002. En anexo aparte le señalo los
libros y documentos que es preciso se lea previamente para la buena marcha de
la futura entrevista así como los documentos de diferentes instituciones del
Estado que ese Juzgado debería interesar de los organismos competentes para la
buena marcha de las diligencias previas que acaba de emprender, instadas
todavía no sé por quien. También le relaciono la lista de personas que, a mi
juicio, deberían aportar testimonio en calidad de testigos.
Firmo el presente documento en Alcalá de Henares a 9 de
abril de 2012
http://www.kaosenlared.net/
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