La España dormida que debe despertar con una ola de libertad |
Quiso que fuese la naturaleza, el ciclo vital del dictador
quien terminase con la dictadura surgida del genocidio del pueblo español un 18
de julio, una guerra del pueblo contra el fusil. No pudo ser que le
correspondiese al pueblo español acabar con aquel régimen de terror, por tanto
no fue el pueblo español quien se erigió en dueño de sus destinos tras la
muerte del dictador.
El enano del Prado, hizo su voluntad y coloco al Borbón como
soberano, estaba claro, toda la oligarquía franquista lo sabía que muerto el “furhet”
gallego no se podía continuar con la
dictadura en su versión de dictadura militar, y aquella oligarquía franquista
que jamás había hablado de reconciliación nacional, que había aplicado la “manu
militari” con crueldad extrema hasta sus últimas consecuencias, llenando España
de viudas y huérfanos, las fosas de muertos inocentes, las cárceles de
inocentes y toda su geografía oprimidos y
allende de la misma exiliados, esa oligarquía criminal comenzó a hablar de
reconciliación nacional. El pueblo
perdono, perdono porque no le quedaba otra.
Surgió una nueva oligarquía continuadora de la franquista,
ahora ya eran "demócratas de toda la vida", monárquicos convencidos, del mismo
modo que habían sido (continuaban siendo) franquistas fieles ahora alababan la
democracia y la veneraban como si se tratase de una religión unida a su espíritu
desde el nacimiento.
En la misma cuerda había un grupo de señoritos con traje de
pana, que seguían a un joven sevillano de mirada mesiánica y verbo fácil, sabían
que eran los llamados a formar parte de esa nueva casta oligarca, de esa
continuación del apéndice de la dictadura franquista, estos no se declararon “demócratas
de toda la vida”, pues en teoría ya lo eran, se pusieron otro apelativo para
claudicar y traicionar lo que habían defendido antes de la muerte del dictador,
fingían continuar siendo socialistas herederos de Pablo Iglesias, Largo
Caballero o Juan Negrín, pero no lo eran, ni eran socialistas ni mucho menos republicanos,
por lo que tras renunciar a la esencia del partido que habían tomado al asalto
se declararon como “juancarlistas” y poco a poco fueron transformándose en oligarquía
monárquica, siendo como todas las oligarquías su principal misión trabajarse un
futuro para cuando dejasen el poder o la política y fueron muchos terminaron terminaron en
grandes multinacionales eléctricas o gasisticas con sueldos millonarios pero presumiendo de
socialismo e izquierdismo… eso sí, “juancarlista”.
Existió un tercer grupo, heredero de quienes lucharon
durante casi los cuarenta años de la dictadura de manera continuada contra el
mismo, algunos murieron en el camino como Julián Grimau, en ese tercer grupo me
encontraba yo, creímos lo que nos dijeron, tal vez fuimos los únicos que nos creímos
lo de la reconciliación nacional, del socialismo en libertad, de la necesidad
de aceptar la reforma “democrática” en
lugar de la ruptura democrática, en la necesidad de aceptar una bandera que no
era la nuestra y unos principios que no nos eran propios, sin que nadie nos
consultase o nos plantease la forma de
Estado o nuestro modelo de democracia deseado.
Sí, sucumbimos y mantuvimos la ilusión durante un
tiempo, algunos durante mucho tiempo, en aquellos que nos traicionaron, en
aquellos que nos prohibían sacar nuestra bandera en las manifestaciones con la
única explicación y justificación de que ese era el deseo del camarada
Carrillo, nuestros dirigentes quisieron parecerse tanto a los señorito de
Surennes que terminamos absorbidos por
ellos, quedándonos huérfanos y perdidos y extraños en un país que nos era ajeno
a pesar de ser el nuestro, algunos ingresamos por un tiempo en pequeños partidos
para al final abandonar desilusionados la lucha.
Tras el presunto golpe de Estado del 23 de Febrero de 1981,
el bipartidismo estaba totalmente implantado, la clase política se había
convertido en una casta oligárquica ajena a los sufrimientos del pueblo,
mientras que el heredero del dictador, convertido en héroe nacional, rodeado de
corruptos, como Colon de Carvajal, Javier de la Rosa o Mario Conde, y así una
larga lista se convertía en un adulado monarca medieval en toda regla, tanto por los medios de manipulación masiva
como por la cada vez más decadente clase política española, al mismo tiempo que
en el extranjero se iban conociendo escándalos que eran ocultados en España.
Mucho tiempo después continuamos en las mismas, la
diferencia que tenemos la información de la cual carecíamos, sabemos que estos
treinta y siete años de “transición a la democracia” no terminaron de salir de
la estación de la dictadura, que tenemos el sistema que nos impusieron, que nos
impuso el dictador, que nunca hemos disfrutado de auténtica democracia y que
todo ha sido una gran farsa, de la cual todos hemos sido cómplices, somos cómplices.
Vemos como la corrupción política toca todas las
instituciones, como nos toman y nos tratan como analfabetos, como tontos. Sabemos que al final habrá un gran pacto que
deje inmune y a salvo todos los casos de corrupción, tanto los que afectan al
PP, PsoE como a CiU y sobre todo a la monarquía, que por muy claras que estén las
pruebas. El fiscal del caso Nóos, a pesar de decir el juez que los e-mails son
verdaderos, dice el fiscal que no implican a la Casa Irreal y que no hay razones objetivas para hacerlo. Lo dicho nos toman
por tontos unos y otros, que buscan una
salida falsa con la abdicación en el heredero del heredero del dictador una
continuidad para continuar con la farsa.
La República ya no es solo una mera negación de la monarquía de cuatro ilusos soñadores que ondeaban sus
banderas tricolores en las manifestaciones.
La República se ha convertido en una necesidad para que salga a la luz
toda la verdad, para que la libertad no se disfrace de eufemismos y sea real. La República es la única salida inteligente y
digna ante la actual situación convirtiéndose en una necesidad básica de
continuidad como pueblo.
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