Escrito por EL GRAN WYOMING
El resultado de las elecciones ha producido dos sorpresas.
La primera es la irrupción en el escenario político, el gran
éxito, de Podemos. Una formación con cuatro meses de vida, que no parte de
coaliciones ni partidos refundados y consigue casi tantos votos como Izquierda
Unida, superándola en la Comunidad de Madrid. Un caso insólito, único
probablemente, en la historia de la democracia
.
La segunda es la caída del Partido Popular que ha notado,
tal vez sólo sea un aviso, la falta de respaldo incondicional del que siempre
dispone al ser la única formación que representaba a la derecha española que,
por venir de donde venimos, es irreconciliable con cualquier otra opción. Así,
se pueden permitir el lujo de gobernar de espaldas a los intereses de gran
parte de su electorado y, desde luego, contra la población que no les vota, que
siempre va a contar con el apoyo “de los suyos”. La reelección de los corruptos
una y otra vez con mayorías abrumadoras genera incomprensión y estupor en los
observadores extranjeros que no conocen nuestra intrahistoria. La amoralidad de
los líderes de este partido, bien transmitida a la ciudadanía a través de los
medios de comunicación afines, que la acepta y la digiere haciéndola suya, les
permite un campo de maniobra infinito. Este domingo, sin embargo, ha descendido
ese respaldo de forma notable, por primera vez. La ruina está alcanzando “a los
suyos”, será por eso.
El batacazo del PSOE, sin embargo, parecía cantado.
Históricamente ha disfrutado de unas mayorías que no le correspondían,
aglutinando el voto de los ciudadanos que pretendían con su apoyo evitar la
debacle de la presencia en el Gobierno central de los neoliberales que venían a
por todo, a arrasar con todo, a desmontarlo todo en cuanto tuvieran ocasión. Y
la tuvieron. Claro que ese apoyo de la ciudadanía para contener la barbarie
neocón no iba a durar eternamente. Los paisanos se cansan de contribuir con su
voto a la formación de gobiernos que hacen oídos sordos a muchas de sus
demandas en favor de la gobernabilidad, cediendo al chantaje de los
incuestionables poderes fácticos. El “No pasarán” no puede servir eternamente
de “programa” y, de seguir así, se quedarán con los suyos, sus resultados se
aproximarán a su parroquia real. Sí, el votante de la izquierda es más crítico,
más exigente, más intransigente. Es lo que hay.
En tiempos de crisis no caben paños calientes. No se puede
pedir la dimisión del presidente del Gobierno y, ante la negativa de este a
dejar el poder, seguir hablando con él como si nada. No son tiempos de gestos
testimoniales ni de políticas de coyuntura. La situación social es muy grave, y
es precisamente ahora cuando se comprueba la verdad de las ideologías. La
entereza y el valor de los representantes para dar la cara cuando están
masacrando a los ciudadanos. Es el tiempo de soluciones reales y valientes que
ahora llaman utopías y antes alternativas al atropello por parte del crimen
organizado.
Sólo plantando cara y planteando de manera firme, blanco
sobre negro, el fin de la hegemonía de la economía especulativa, de la tiranía
de los mercados, de esas cuevas de delincuentes que arruinan a los pueblos
llamadas paraísos fiscales, de los partidos que se organizan como bandas para
delinquir creando leyes del silencio y cerrando filas en torno a los corruptos,
solo enfrentándose a esta desgraciada realidad sobreviviremos. También poniendo
en su sitio a los partidos que cuando viene la ola de la gran marea agachan la
cabeza salvando el pellejo mientras el agua se lleva por delante a los incautos
bañistas más preocupados, sin saberlo, por salvar sus sombrillas y sus toallas
que sus propias vidas.
La presión ejercida contra el ciudadano con estas medidas
llamadas de austeridad, dotadas de préstamos que van, directamente, al rescate
del sistema financiero, acompañados de la exigencia de reformas estructurales
profundas, que no son otra cosa que abolición de derechos de los ciudadanos
para dejar el campo abierto al saqueo, al expolio y al desmantelamiento del
Estado de bienestar, debe ser frenada de golpe. Crecidos por la impunidad con
la que se han exterminado normas de convivencia fundamentales en un estado
democrático como el derecho a un salario digno, derecho que hasta hace un par
de años nadie se atrevería a cuestionar, se prepara otro lote de medidas
restrictivas involucionistas, disfrazadas de leyes regulatorias de la
convivencia, que pretende exterminar el derecho a la libre expresión del
ciudadano, dotando a los policías que transitan por las calles de poderes que
antes sólo ejercían los jueces. Disposiciones que sólo tendrían cabida en
regímenes pseudofascistas y que ahora encuentran acomodo en nuestra peculiar
democracia, una democracia que se pretende para el pueblo y no cuenta con él.
Los partidos tradicionales, más preocupados por su propia
supervivencia que por la de los ciudadanos, deben reinventar la democracia
real, aquella cuya prioridad innegociable es el bienestar del pueblo, o dejar
paso a los que la persiguen.
Los signos de recuperación de la economía que venden desde
los distintos poderes nacionales y desde las altas instancias europeas, se
transforman en señales de alarma cuando los ciudadanos contemplan el paisaje
del día después: una sociedad sin derechos, sin libertad y donde, de nuevo, la
pobreza no es exclusiva del excluido sino que es patrimonio de trabajadores a
los que se condena a salarios de hambre.
En estos tiempos de crisis donde el saqueo de la nave que
naufraga es sistemático, urgen medidas de choque. Urge la abolición de las
reglas que permiten la ruina de los estados, el desmantelamiento de la economía
productiva, la deriva del dinero hacia la nube de la especulación. Urge la
regulación de los mercados que llevan a la pobreza a los ciudadanos, poner coto
a esta piratería financiera que define la libertad como la eliminación del
control de los mercados por el Estado, mientras preparan medidas
características de regímenes totalitarios para reprimir a los ciudadanos. Un
mundo donde la destrucción de la industria y los despidos colectivos se han
convertido en un gran negocio no es admisible.
Poner las cosas en su sitio. Nada más. Abolición de la
crueldad y el desprecio a la ciudadanía desde las instituciones.
No hay que inventar un mundo nuevo, es aquel por el que
siempre luchó la humanidad: Justicia y Libertad, esa es la consigna, Sancho.
Fuente infolibre http://www.infolibre.es/noticias/opinion/2014/05/27/por_vuelco_las_siguientes_17403_1023.html
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