Hace muchos años, durante aquellos grises años de la dictadura, muchos nos quedamos sin la oportunidad de
estudiar, siendo unos críos debimos dejar los libros y los cuadernos para
ponernos a trabajar, en hoteles, en la obra, en el campo..., luchamos y nos
esforzamos porque nuestros hijos no viviesen esa experiencia, del no poder
estudiar por falta de medios. En estos
tiempos el poder ve esos derechos conquistados como una opción de negocio, es
por ello por lo cual privatiza hospitales y escuelas, no le importa que ello
repercuta en que muchas personas terminen sin poder tratar sus enfermedades
como merecen o de que muchos
jóvenes con talento y capacidad
deban renunciar a estudiar y aspirar a un
modo de vida con mayores perspectivas.
Les importa el negocio, el negocio por el negocio, siendo conscientes de
que un obrero que esté formado y que conozca sus derechos es mucho más incómodo
para el sistema que uno que no lo está.
La ley es profundamente ideológica pero también económica,
que es al final el objetivo final de esta “reforma educativa”, que intenta
eliminar del derecho a la educación a aquellos que no puedan pagarlo, un
ejemplo es la subida de tasas universitarias, Un estudiante que en el 2011, pagase
poco más de 800€ de matrícula, el año
pasado hubo de desembolsar casi 1300 €
mientras que este año ha pagado más de 1600, lo que supone una subida de casi
el 100% del coste, con el agravante de que en muchos casos, los padres están
en paro, y esas tasas pueden suponer dos o tres meses de subsidio que se van
exclusivamente para el coste universitario, si además tenemos más hijos,¿ a qué
debemos renunciar para poder asumir esos costes? Se pretende por tanto que una
pequeña élite vinculada a las clases más acomodadas sea quien tenga acceso a la
educación superior, mientras que las clases medias y trabajadoras sean
relegadas al mercado laboral, a un mercado laboral en el cual se acepta ya
cualquier trabajo, en las condiciones que sean, sin garantías ni derechos,
trabajando 8 horas y cotizando tan solo dos, o cotizando 8 y trabajando 10 o 12
por un salario inferior al de hace tan
solo tres años, todo ello propiciado por una reforma laboral que permite el
despido libre que deja desarmado al trabajador a merced del capricho del empresario , que como fiera insaciable cada día
exige más, lo último la jubilación a los 70 años, cuando expulsan del mercado
laboral a todos aquellos de más de 40 años sin darles la más mínima posibilidad
de reincorporarse nuevamente a un puesto de trabajo, de lo que sea, porque
prefieren a menores de 30 años a los cuales les pueden explotar como becarios o
aprendices sin complicaciones.
El sistema que introduce la LOMCE es el retorno a aquellos
años en que muchos debimos renunciar a continuar nuestros estudios más allá de
la EGB, no por falta de ganas o capacidad, sino porque ese derecho estaba económicamente
reservado a quien lo pudiese pagar.
No son tiempos de rezos y resignaciones, sino de luchar por
aquello que consideramos justo, no solo
por nosotros sino, sobre todo, por nuestros hijos, no debemos permitir
esa vuelta al pasado a un pasado gris.
Ayer las calles se vistieron de colores, predomino el verde de la
esperanza, pero también hubo otros colores que sobresalieron, los colores de la
libertad, los colores de la bandera que es sinónimo de democracia y de intentos
un sistema que creyó que el principal pilar de un Estado democrático debía ser
la educación del pueblo, esos colores
ayer, como entonces, son, fueron y serán los colores de la bandera de la
IIª República Española y así debe ser en la IIIª República Española, afortunadamente contra aquellos que pretenden hacernos retroceder a periodos grises de la
historia de España, cada vez hay más personas que tienen claro que junto al
color verde de la esperanza, están y deben estar los colores de la libertad, la
igualdad y la fraternidad, pero también los de la educación, la cultura y los
derechos ciudadanos.
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