Escrito por Gerardo Tecé
A Jesús se lo cargaron por perroflauta. Y con motivos. Llevó una vida llena de radicalismo y actitudes violentas y antidemocráticas. Por encontrar una explicación a su comportamiento (que no justificarlo) debemos recordar que sus orígenes están en una familia conflictiva en muchos aspectos. Como muestra, su propio nacimiento. Sus padres, al llegar a Belén, no tuvieron reparo en entrar de manera ilegal, como okupas, en un establo lleno de animales mediante el método de la patada en la puerta, como si no hubiera gente trabajando decentemente para poder pagar sus viviendas, o como si no existieran las listas de espera para la gente necesitada. Este nulo respeto por las normas y las reglas de convivencia con el que Jesús fue educado, explica todo lo que vino después y por qué acabó juzgado y justamente condenado.
Tras una infancia y adolescencia marcadas por lo ni-ni, Jesús comienza su carrera criminal como cabecilla de un grupo de radicales con los cuales lleva a cabo múltiples acciones violentas. Una de las más sonadas fue el famoso escrache a los mercaderes del templo. El grupo de violentos itinerantes se desplazó hasta el templo de Jerusalén, lugar donde insultaron y atacaron a los comerciantes que allí ejercían el libre mercado. Aquella desagradable escena acabó con Jesús, visiblemente alterado y fuera de sí, gritando consignas políticas como “Esto es una cueva de ladrones”, haciendo llorar a los hijos de Tiberius González Pons, por aquel entonces gobernador romano de la provincia.
Fue muy duramente criticado aquel atentado (no podemos calificarlo de otra forma) perpetrado por la banda de Jesús contra aquellos empresarios, no olvidemos, creadores de riqueza y puestos de trabajo en la Judea de la época. Al día siguiente, los más respetados columnistas de las principales tablas de información, La Razón de Jerusalén y el ABCD, condenaron el escrache y señalaron la radicalidad anticapitalista de Jesús y sus discípulos, invitándolos a descubrir América y una vez descubierta, mudarse a vivir a su amada Cuba.
Otro momento importante que ayuda a entender el porqué del juicio y la condena a Jesús fue la cínicamente llamada por ellos “multiplicación de los panes y los peces”, que no consistió en otra cosa que en el saqueo por parte de estos vándalos de un supermercado de la multinacional Persadona. Los radicales entraron y robaron, mediante el uso de la fuerza varios carritos de madera llenos de comida para, según su versión, repartirlos entre los pobres. Este incidente dejó una cajera herida de un empujón y una imagen desastrosa para la #MarcaRoma en el exterior.
Lejos de moderarse, Jesús, que estaba gordito para el hambre que decía pasar, como bien señalaba el tertuliano de RomaTV Alfonso Rubrum, radicalizó cada vez más su discurso contra los que él señalaba como enemigos: el Imperio Romano y los ricos. Discursos cada vez más incendiarios con los que mostraba nulo respeto por la mayoría silenciosa de ciudadanos que no pensaba que ejercer la violencia y la amenaza fuera la mejor manera de hacer las cosas. Una mayoría silenciosa que, como siglos después se señala en La Vida de Brian, sabía valorar el esfuerzo por parte de Roma en la construcción de vías y acueductos.
Las autoridades romanas y judías, cargadas de paciencia, le pidieron públicamente una y otra vez respeto y responsabilidad, pero chocaban frontalmente contra argumentos vacíos y utópicos, más propios de repúblicas bananeras que de la moderna Roma. Argumentos demagógicos y populistas que condenaban al infierno a los poderosos y vendían un futuro lleno de amor al prójimo, como si a base de abrazos gratis se pudieran construir carreteras.
Finalmente el estado de derecho actuó al fin, y tras una cena en la que probablemente no faltase el marisco y el vino (tan pobres no eran) las autoridades procedieron a la desarticulación de la cúpula y la detención de Jesús, tras lo cual fue juzgado con todas las garantías procesales de la época y condenado conforme a la legalidad vigente por los siglos de los siglos. Amén.
Fuente La Marea
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