Escrito por Enrique del Olmo
En este abril con olores de república, con cada vez más
banderas tricolores en las calles… Hablemos de la República pero no vamos a
hablar de historia, lo haremos de hoy y de mañana.
España está en crisis, una afirmación que todos los días
escuchamos profusamente: crisis económica, crisis de empleo, crisis de forma de
vida, crisis política, crisis institucional, crisis social… crisis en todos los
ámbitos que nos rodean. Una de las características de una situación de crisis
es que es difícilmente previsible qué va a pasar, que los pronósticos tienen
tanto riesgo de no cumplirse como las predicciones económicas de los
economistas “oficiales”, en una crisis tan global toda la situación es tan
inestable que un acontecimiento imprevisible puede cambiar todos los
equilibrios previos.
¿Quién había oído hablar de Bárcenas hace medio año? ¿Quién
conocía donde estaba Botswana hace algunos meses? Estamos en una situación en
que una leve pluma puede descompensar el precario equilibrio de la balanza y
esto es lo que vamos a vivir en los próximos tiempos. No es tiempo de certezas,
sino de incertidumbres y en esta situación lo fundamental es tener una
estrategia global, esa que desde la izquierda no aparece ni por asomo. No es
tiempo de la maniobra táctica de corto recorrido, sino de dibujar un camino,
una perspectiva a la que se vayan incorporando cada vez más ciudadanos, que sea
un proceso capaz de sumar, de crecer, que haga posible que cada parte se sienta
parte del mismo, que cada arroyo sume al caudal de un río global. Ese es el
auténtico reto en momentos de desconcierto, desorientación y a veces de
desesperanza.
Tenemos un gobierno rechazado por la mayoría de la
población, una monarquía a la que se le acabó la bula, una clase política
repudiada día a día en la calle, donde la corrupción aparece insertada en todas
las estructuras institucionales, un empresariado con una voracidad sin limites
que se lucra del empobrecimiento de la gente, una justicia treméndamente
cuestionada
Y a la vez una ciudadanía que siente caer en picado su nivel
de vida y sus derechos, donde la pobreza aflora por todas partes, donde la
indefensión de las personas es cada vez mayor, donde la represión amenaza
cuando se protesta. Pero a la vez una ciudadanía que se moviliza posiblemente
como nunca, el 15-M, las huelgas generales, las mareas, las reivindicaciones
nacionales, las luchas contra los desahucios… Y además con nuevas formas:
espontáneas, democráticas, unitarias en la acción… millones de personas en las
calles pero sobre todo y mas allá de las reivindicaciones concretas un
sentimiento profundo de que hay que cambiar, que hay que tomar de nuevo el
destino en nuestras manos, que la crisis del régimen requiere una nueva alternativa
global. Unos lo formula como proceso constituyente, otros como cambio de la
constitución, otros como un nuevo pacto diferente al de la Transición.
Cada día nuevas publicaciones en digital o en papel, nuevos
foros, nuevas reflexiones, cientos de artículos apuntan de forma persistente en
la necesidad de un cambio de rumbo y la necesidad una nueva propuesta global y
plural, y esto en un marco de desorientación política donde la alternativa a
este Gobierno de la derecha no existe y ello provoca desesperanza, donde la
alternativa de toda la vida, el PSOE, por el momento no está ni se le espera,
donde las otras opciones avanzan pero ni mucho menos al nivel de la exigencia
de los tiempos, donde una nueva alternativa unitaria tipo Syriza tampoco acaba
de vislumbrarse, donde las fuerzas acumuladas desde el 15-M no encuentran con
claridad canalización política aunque pugnan por encontrarla.
Tres cuestiones configuran la situación: crisis profunda del
régimen, movilización enorme de la sociedad para resistir a los ataques y falta
de alternativa política que dé salida en el actual marco.
Esto no se soluciona como otras veces desde el 78 con la
alternancia, posiblemente ya se estén aglutinando las fuerzas para un ejercicio
de gatopardismo de altos vuelos: reforma constitucional moderada, nuevo pacto
del establishment entablillando la monarquía con abdicación y transparencia (la
gran coalición aleteando), ver cómo se incorpora a las derechas periféricas,
todo ello con la aplicación del ajuste de caballo que recomienda el Bundesbank,
conclusión: menos libres para ser mas pobres.
Ahora sí, volvamos a la historia, en los años 20 ante la
descomposición económica, institucional y moral del país, la Corona y el
Ejército arbitraron el golpe de Primo de Rivera para recomponer dentro de la
misma estructura. Muchos se acomodaron pero el río siguió fluyendo y poco a
poco se fueron descolgando del régimen parte de los apoyos: Sánchez Guerra,
Alcalá Zamora, Maura, Perez de Ayala, el mismo PSOE de una cierta colaboración
a la oposición frontal… monárquicos reconocidos pasaron a republicanos del
momento y el movimiento republicano fue sumando y sumando hasta imponer su
mayoría civil. Ahora no es el tiempo de golpes militares mas allá de las
astracanadas del General Chicharro y otros toleradas por el Gobierno, pero ante
la crisis global las salidas serán globales: una la de los parches y otra, y en
esa queremos incidir, la de la República.
No estamos ante una reivindicación nostálgica aunque nos
sintamos orgullos de aquella explosión de fe en el futuro y la libertad que
supuso el 14 de abril de 1931, estamos ante una perspectiva política que se
incardina con claridad en el cambio de régimen. Los grandes problemas
presentes: el poder político, la profundización de la democracia, el control
del poder financiero, la relación con la Iglesia reaccionaria, la desaparición
de quistes del pasado como la monarquía, las relaciones federales entre las
nacionalidades, las relaciones en la UE… todo aquello que fue plasmado en
centenas de plazas de todo el país tiene auténtico sentido en un movimiento
republicano aunque tarde en expresarse política e institucionalmente. No es
casual que hoy ya la monarquía esté tocada y que las cohortes más jóvenes ya se
pronuncien mayoritariamente por la República.
Como señalaba Julián Casanova en un reciente artículo: “Esa
nueva cultura cívica y participativa puede, y debe alejarse del marco
institucional monárquico y retomar la mejor tradición del ideal republicano.
Hacer política sin oligarcas ni corruptos, recuperar el interés por la gestión
de los recursos comunes y por los asuntos públicos. En eso consiste la
República”.
Todas las gentes que están hoy en acción, y las que más
tarde o más pronto se sumarán, encontrarán, antes o después, su punto de unión
en esta reivindicación del cambio democrático global: la República.
Fuente: Público
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