Cosas de Pinarejo
Pinarejo, pastor con su rebaño |
Este mes de vacaciones quiero dedicarlo a mi pueblo y a sus
gentes, si los acontecimientos y la actualidad no me lo impide.
Al escribir todas estas tonterías que me da por escribir, me
doy cuenta que cada día que pasa me encuentro más cerca de Pinarejo, dicen que
las personas a medida que envejecemos, no tengo miedo a la palabra viejo, nos
acercamos a nuestras raíces, como si una fuerza magnética nos arrastrase sin
compasión hacía la tierra que nos vio nacer, entonces nos damos cuenta, de que
al irnos, al marcharnos de nuestra tierra, no nos hemos marchado del todo. Como
árbol hemos sido trasplantados a otros lugares, donde a fuerza de constancia
hemos terminado echando raíces profundas, pero sin darnos cuenta esas raíces
han ido buscando la querencia, a esas otras raíces, que como todo árbol que
arrancas, quedan enterradas en la tierra y terminan rebrotando, unas y otras
terminan encontrándose o al menos lo intentan.
Cuando comencé a participar en el foro de Pinarejo, no creí
jamás, que esas raíces que deje en Pinarejo, tuviesen tanta fuerza, en
ocasiones mi mente se distrae más de la cuenta pensando en aquellos tiempos,
aquellos momentos que pase en Pinarejo, como si de una película se tratase veo
a sus gentes, a esos críos de entonces, que ahora son cincuentones como yo, los
veo jugar con el aro, al tejo, a indios y vaqueros, veo al cura don Gregorio,
me veo besándole la mano, o intentando librarme de uno de sus capones. Veo a
doña Maruja, con su pelo corto, escucho su voz, regañándonos o contándonos un
cuento. Veo a toda la chiquillería, de entonces, tirándonos bolas de nieve,
desde la divina Pastora a la calle Cantarranas. Veo a las mujeres cargadas con
sus cantaros yendo a la fuente o a la veguilla, o lavando a mano. Veo a mi
padre, desdentado prematuramente, ofreciéndome las cortezas del tocino. Escucho
los campanillos de sus mulas subiendo por las pedregosas o embarradas calles,
acercándose a mi casa.
- Es padre.- Recuerdo que decía a mi madre, saliendo
corriendo a recibirlo.- ¿Qué me ha traído usted? Y mi padre le faltaba tiempo
para abrir la “merendera” y ofrecerme las crujientes cortezas del tocino.
Veo a las mujeres cosiendo a la sombra del bombo, primero y
después de la pared que levanto mi padre, escuchando al mismo tiempo las
interminables novelas de Guillermo Sautier Casaseca y de sintonía “yo soy aquel
negrito que cantaba la canción del cola.cao…”
Veo la llegada de las primeras cosechadoras y la desconfianza
de aquellos curtidos hombres contra las máquinas.
- Eso lo único que hace es “estrozar” el grano y quitar el
trabajo a las personas.
Veo a la dula repartir las cabras, o a los cabreros llegar a
la carrera vendiendo cabras, o los muleros vendiendo mulas, mirándoles los
dientes a las mulas, ¿para saber los años?
Por hoy ya he añorado bastante, otro día volveré a dar la
monserga a quien quiera leerme, este mes de agosto quiero olvidarme de lo que
me inquieta durante el año y no quiero escribir de penas, ni de política, ni
recortes ni quebraderos de cabeza, quiero pensar y sentir y escribir cosas de
Pinarejo, sé que no es algo que dependa de mi solamente, pues no controlo mi
voluntad y si algo me inquieta, no me queda más remedio que sacarlo.
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