LAS TRECE ROSAS "Que sus nombres no se borren de la historia”.
Fue uno de los episodios más crueles de la represión
franquista. El 5 de agosto de 1939, trece mujeres, la mitad menores, fueron
ejecutadas ante las tapias del cementerio del Este, en Madrid. Su historia
sigue viva hoy en forma de libros, teatro, documentales y cine.
En ese Madrid rendido a sus asaltantes todavía había gente
con ganas de seguir siendo persona libres, personas con ganas de luchar, a
pesar de que le día a día estaba repleto de delaciones, de procesos de
depuración en la administración, en las universidades, en las empresas, había
espias infiltrados, delatores por todos lados, detenciones y ejecuciones sumarias,
no es hasta junio cundo comienzan los primeros fusilamientos de mujeres.
Prácticamente se ha
dicho todo o casi todo sobre las trece rosas, fue un acto de crueldad sublime
por parte de un régimen criminal. Fueron
asesinadas, como tantos otros luchadores republicanos junto a las tapias del
cementerio del Este de Madrid, no fue un hecho aislado hay que señalar, ha
tenido más repercusión por la edad de estas jóvenes inocentes, muchas de ellas
menores de edad, pero desgraciadamente son muchas las tapias de los cementerios
de la geografía española que se repartieron las balas con los republicanos y sus
cimientos empaparon la sangre de los
luchadores de la libertad.
• Carmen Barrero Aguero (20 años, modista). Trabajaba desde
los 12 años, tras la muerte de su padre, para ayudar a mantener a su familia,
que contaba con 8 hermanos más, 4 menores que ella. Militante del PCE, tras la
guerra, fue la responsable femenina del partido en Madrid. Fue detenida el 16
de mayo de 1939.
• Martina Barroso García (24 años, modista). Al acabar la
guerra empezó a participar en la organización de las JSU de Chamartín. Iba al
abandonado frente de la Ciudad Universitaria a buscar armas y municiones (lo
que estaba prohibido). Se conservan algunas de las cartas originales que
escribió a su novio y a su familia desde la prisión.
• Blanca Brisac Vázquez (29 años, pianista). La mayor de las
trece. Tenía un hijo. No era militante de ningún partido, es más era católica y votante de. Fue detenida por relacionarse
con un músico perteneciente al Partido Comunista. Escribió una carta a su hijo
la madrugada del 5 de agosto de 1939, que le fue entregada por su familia
(todos de derechas) 16 años después. La carta aún se conserva y es esta:
Querido, muy querido hijo de mi alma,
En estos últimos momentos tu madre piensa en ti. Sólo pienso
en mi niñito de mi corazón que es un hombre, un hombrecito, y sabrá ser todo lo
digno que fueron sus padres. Perdóname, hijo mío, si alguna vez he obrado mal
contigo. Olvídalo hijo, no me recuerdes así, y ya sabes que bien pesarosa
estoy.
Voy a morir con la
cabeza alta. Sólo por ser buena: tú mejor que nadie lo sabes, Quique mío.
Sólo te pido que seas
muy bueno, muy bueno siempre. Que quieras a todos y que no guardes nunca rencor
a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan
rencor y tú tienes que ser un hombre bueno, trabajador. Sigue el ejemplo de tu
papachín. ¿Verdad, hijo, que en mi última hora me lo prometes? Quédate con mi
adorada Cuca y sé siempre para ella y mis hermanas un hijo. El día de mañana,
vela por ellas cuando sean viejitas. Hazte el deber de velar por ellas cuando
seas un hombre. No te digo más. Tu padre y yo vamos a la muerte orgullosos. No
sé si tu padre habrá confesado y comulgado, pues no le veré hasta mi presencia
ante el piquete. Yo sí lo he hecho.
Enrique, que no se te
borre nunca el recuerdo de tus padres. Que te hagan hacer la comunión, pero
bien preparado, tan bien cimentada la religión como me la enseñaron a mí. Te
seguiría escribiendo hasta el mismo momento, pero tengo que despedirme de
todos. Hijo, hijo, hasta la eternidad. Recibe después de una infinidad de besos
el beso eterno de tu madre.
• Pilar Bueno Ibáñez (27 años, modista). Al iniciarse la
guerra se afilió al PCE y trabajó como voluntaria en las casas-cuna (donde se
recogía a huérfanos y a hijos de milicianos que iban al frente). Fue nombrada
secretaria de organización del radio Norte. Al acabar la guerra se encargó de
la reorganización del PCE en ocho sectores de Madrid. Fue detenida el 16 de
mayo de 1939.
• Julia Conesa Conesa (19 años, modista). Nacida en Oviedo.
Vivía en Madrid con su madre y sus dos hermanas. Una de ellas murió de pena
(por la muerte de su novio en las guerrillas) estando ella detenida. Se afilió
a las JSU por las instalaciones deportivas que presentaban a finales de 1937
donde se ocupó de la monitorización de estas. Pronto se empleó como cobradora
de tranvías, ya que su familia necesitaba dinero, y dejó el contacto con las
JSU. Fue detenida en mayo de 1939 siendo denunciada por un compañero de su
"novio". La detuvieron cosiendo en su casa, entre los motivos de la
acusación era que Julia que había sido “cobradora
de tranvías durante la dominación marxista”. Julia Conesa también escribió una
carta a su madre:
“Madre, madrecita, me
voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero
por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija que ya
jamás te podrá besar ni abrazar… Que no me lloréis. Que mi nombre no se borre
de la historia”.
• Adelina García Casillas (19 años). Militante de las JSU.
Hija de un guardia civil viudo. Le mandaron una carta a su casa afirmando que
sólo querían hacerle un interrogatorio rutinario. Se presentó de manera
voluntaria, pero no regresó a su casa. Ingresó en prisión el 18 de mayo de
1939.
• Elena Gil Olaya (20 años). Ingresó en las JSU en 1937. Al
acabar la guerra comenzó a trabajar en el grupo de Chamartín.
• Virtudes González García (18 años, modista). Amiga de
María del Carmen Cuesta (15 años, perteneciente a las JSU y superviviente de la
prisión de Ventas). En 1936 se afilió a las JSU, donde conoció a Vicente
Ollero, que terminó siendo su novio. Fue detenida el 16 de mayo de 1939
denunciada por un compañero suyo bajo tortura.
• Ana López Gallego (21 años, modista). Militante de las
JSU. Fue secretaria del radio de Chamartín durante la Guerra. Su novio, que
también era comunista, le propuso irse a Francia, pero ella decidió quedarse
con sus tres hermanos menores en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo, pero no
fue llevada a la cárcel de Ventas hasta el 6 de junio. Se cuenta que no murió
en la primera descarga y que preguntó "¿Es que a mí no me matan?".
• Joaquina López Laffite (23 años). En septiembre de 1936 se
afilió a las JSU. Se le encomendó la secretaría femenina del Comité Provincial
clandestino. Fue denunciada por Severino Rodríguez (número dos en las JSU). La
detuvieron el 18 de abril de 1939 en su casa, junto a sus hermanos. La llevaron
a un chalet. La acusaron de ser comunista, pero ignoraban el cargo que
ostentaba. Joaquina reconoció su militancia durante la guerra, pero no la
actual. No fue conducida a Ventas hasta el 3 de junio, a pesar de ser de las
primeras detenidas.
• Dionisia Manzanero Salas (20 años, modista). Se afilió al
Partido Comunista en abril de 1938 después de que un obús matara a su hermana y
a unos chicos que jugaban en un descampado. Al acabar la guerra fue el enlace
entre los dirigentes comunistas en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo de 1939.
• Victoria Muñoz García (18 años). Se afilió con 15 años a
las JSU. Pertenecía al grupo de Chamartín. Era la hermana de Gregorio Muñoz,
responsable militar del grupo del sector de Chamartin de la Rosa. Llegó a
Ventas el 6 de junio de 1939.
• Luisa Rodriguez de la Fuente (18 años, sastra). Entró en
las JSU en 1937 sin ocupar ningún cargo. Le propusieron crear un grupo, pero no
había convencido aun a nadie más que a su primo cuando la detuvieron. Reconoció
su militancia durante la guerra, pero no la actual. En abril la trasladaron a
Ventas, siendo la primera de las Trece Rosas en entrar en la prisión.
El cinco de febrero de 1939 , 13 mujeres y 43 hombres fueron
asesinado ante las tapias del cementerio del Este. Los testimonios de algunas compañeras de presidio así lo
recuerdan: “Yo estaba asomada a la ventana de la celda y las vi salir. Pasaban
repartidores de leche con sus carros y la Guardia Civil los apartaba. Las
presas iban de dos en dos y tres guardias escoltaban a cada pareja, parecían
tranquilas.
“Algunas permanecimos
arrodilladas desde que se las llevaron, durante un tiempo que me parecieron
horas, sin que nadie dijera nada. Hasta que María Teresa Igual, la funcionaria que
las acompañó, se presentó para decirnos que habían muerto muy serenas y que una
de ellas, Anita, no había fallecido con la primera descarga y gritó a sus
verdugos: ‘¿es que a mí no me matan.”
Hasta que María Teresa
Igual, la funcionaria que las acompañó, se presentó para decirnos que habían
muerto muy serenas y que una de ellas, Anita, no había fallecido con la primera
descarga y gritó a sus verdugos: '¿es que a mí no me matan?" ."Si fue
terrible perderlas, verlas salir, tener que soportarlo con aquella impotencia,
más lo fue ver la sangre fría de Teresa Igual relatando cómo habían caído.
Entre las cosas que nos dijo, fue que las chicas iban muy ilusionadas porque
pensaban que iban a verse con los hombres [con sus novios y maridos, también
condenados] antes de ser ejecutadas, pero se encontraron que ya habían sido
fusilados”.
Sobre ellas se han
escrito libros, obras de teatro, se han hecho películas, documentales…
El destino triste de
estas mujeres que no pudieron envejecer ha sido citado también en libros de
Dulce Chacón o Jorge Semprún, y este mismo otoño lo acaba de llevar a escena la
compañía de danza y teatro Arrieritos. Además ha sido inspiración para una organización
socialista recién creada, Fundación Trece Rosas, "orientada a proyectos e
iniciativas en las que se profundice en la igualdad y la justicia social".
La película de Emilio Martínez-Lázaro, inspirada en ellas.
Fueron condenadas sin
una comunicación coherente ni aparente. Silencio y más silencio. Estrategia.
Silencio para una sociedad analfabeta que no se merecían ni el suelo que
pisaban porque… ¿para qué iban a informarles si no era tal su derecho? No
tuvieron opción a defensa alguna. ¿Cuáles fueron sus crímenes? Creer que el
camino hacia la libertad era otro muy distinto. Centenares de mujeres fueron
condenadas, también, sin pertenecer a ningún partido, organización ni grupo
político. Y las asesinaron. Ellas, al
contrario, que el tan perfecto régimen franquista, sí emitieron mensajes
claros, contundentes. Comunicaron e informaron con la sencillez de lo humano y con
la vitalidad de la juventud, y murieron gritando:
«¡Viva la República!».
Que sus nombres no se borren jamas de nuestra memoria, y su ejemplo se extienda entre nuestra juventud, por lo que darlas a conocer me parece un trabajo digno y formidable. Un abrazo compañero.
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