Desde crío allá en un lugar de La Mancha, el nombre de la Pasionaria, me resultaba
familiar, no sabía quién era, su nombre se pronunciaba siempre en silencio por
mis mayores y por aquellos que algunas noches se juntaban con mi padre a escuchar
la radio en silencio . El “Callar que está hablando la Pasionaria” se quedó grabado en mi
mente infantil, algo que me llamaba la atención era el motivo por el cual su
nombre nunca se decía en voz alta y que todos callasen cuando su voz entraba
como agua de mayo en las casas campesinas, con la luz eléctrica apagada, mientras el candil de aceite
proyectaba las sombras de los oyentes sobre la pared.
A la Pasionaria yo me la imaginaba, como decía mi madre con
admiración, “una mujerona”, es decir una mujer fuerte y decidida, así debía ser,
pues en aquella sociedad matriarcal, pero profundamente machista, eran pocos
los hombres que estando dos juntos callasen ante la voz de una mujer. Esa voz enérgica provocaba ilusión en
aquellos campesinos de rostros quemados por el sol, miradas de complicidad y
una luz de esperanza en sus ojos.
Cuando ya adolescente, la vi llegar a España, vi en ella a
una entrañable anciana, vestida y peinada como mi madre viuda, una mujer del
pueblo, una viuda y madre de miles de
españoles muertos en cárceles, cunetas, viuda y madre de hombres y mujeres,
durante la guerra fue el alma de la lucha y desde el exilio fue la voz que
consolaba, daba esperanzas y ganas de luchar, fue la viuda y madre de esa
España sepultada bajo la tiranía.
Se llamaba Dolores nació en un pueblo de Vizcaya, en
Gallarta, de sangre minera se abrió camino en un mundo de hombres, fue influenciada
por su marido que fue su maestro, pero pronto la alumna fue profesora
aventajada. Dos años después de casarse
con aquel minero, en la huelga de 1917 ya su voz se escuchaba en silencio y con
admiración, sus escritos eran semillas en las mentes de los obreros, aquella
mujer que trabajaba de sirvienta, supo servir, no a los señores que le pagaban,
sino a los obreros que la necesitaban.
En 1920 participó junto con su agrupación socialista de
Somorrostro en la creación del Partido Comunista de España (PCE) en 1920, para
diez años después formar parte de su Comité Central, un año después se trasladó
a Madrid para trabajar en Mundo Obrero. Su energía y claridad pronto la llevo a
la cárcel. En 16 de febrero de 1936 fue
elegida diputada por Asturias. Con la sublevación de los criminales golpistas
contra el legítimo gobierno de la República su carisma creció por encima de
cualquier político, con una prosa apasionada en la que volcaba el corazón, al
mismo tiempo que sensible y coherente se convirtió en talismán, en un símbolo vivo
de la resistencia y la combatividad de aquella España que defendía la libertad
contra los criminales que se la querían arrebatar.
No pudo ser, aquellos traidores a la patria contaban con la
ayuda de nazis alemanes y fascistas italianos, mientras que el pueblo español y
el gobierno legítimo eran traicionados por las “democracias” europeas, olvidándose
del poema de Bertolt Brecht:
Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada
porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no
era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque
yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo
era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba
nadie que dijera nada".
Alimentaron a la bestia y la bestia utilizo España como campo
de entrenamiento, cuando se quisieron dar cuenta España ya había sido devorada y
comenzaba a sembrar de muerte Europa, cuando lograron vencer a la bestia, de nuevo
s volvieron a traicionar y a olvidarse
de España.
A España le quedaba un halo de vida y ganas de luchar, quería
renacer de sus cenizas pero aquellos que generosamente cruzaron los Pirineos o
se echaron al monte, nada pudieron hacer, y durante muchos años, la esperanza
de esa España derrotada, pero no convencida fue la voz de esta mujer ante la
cual los hombres callaban.
Dolores Ibárruri regresó a España tras la muerte de Franco y
la presunta transición a la democracia, resultando elegida de nuevo diputada por
Asturias (1977). Incluso entonces permaneció aferrada a los viejos ideales, viendo como eran traicionados por su partido. Aquejada por problemas de salud, abandonó pronto su escaño y se
retiró de la política activa.
Publicado también en: Unidad Cívica por la República
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Una gran mujer con sus aciertos y sus errores. Eso del eurocomunismo y de aceptar el parlamento monárquico que le impuso Carrillo empañó su imagen final, pero pese a todo siempre será una gran líder en la memoria de todos los luchadores por un mundo mejor.
ResponderEliminarTodos tenemos errores, ella también los tuvo, pero parece que nunca estuvo de acuerdo ni con el eurocomunismo ni con la claudicación del PCE, nunca lo sabremos, yo quiero pensar que fue así, solo la admiración que provocaba en mis mayores y las esperanzas que transmitió a través de las ondas, para mí no tiene precio. Carrillo fue otra cosa…
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