
Dicen que fue un día de abril,
las calles de aquel país se llenaron de banderas con los colores de la libertad.
Las gentes, hombres, mujeres y niños de aquel hermoso país, para celebrar la
llegada de la primavera florida, de la alegría de la libertad llenaron calles y
plazas cantando. Desde aquel día, los
más pobres comenzaron a soñar, los sueños a convertirse en realidad. Hasta en
los pueblos más pequeños comenzaron a abrirse escuelas, los niños ya podían ir
a aprender a leer, a escribir, las cuatro reglas, sumar, restar, multiplicar y dividir.
Todo parecía posible en aquel
país, cuyo lema era Libertad, Igualdad y Fraternidad. El pueblo y sus nuevos
gobernantes pensaron que era posible convertir tan nobles palabras en una
realidad y trabajaron y lucharon por conseguirlas. Negras nubes amenazaban el horizonte,
guerreros sin alma, sanguinarios hombres de la guerra, servidores de corruptos
reyes destronados, esos mismos reyes, amenazaban aquellos sueños de libertad,
el país donde todos los sueños parecían posibles y realizables pronto fue
traicionado. Grandes fortunas expoliadas del país, por reyes y mangantes pretéritos
y presentes se pusieron al servicio del crimen, armaron ejércitos y contrataron
sanguinarios mercenarios del norte de África. También vinieron barbaros del
norte y fanáticos del este. El pueblo
valiente se enfrentó a aquellas malas gentes que se levantaban con ideas
criminales contra la voluntad del pueblo soberano, hombres y mujeres, codo con
codo se prestaron a combatir al agresor, pero fueron traicionados por aquellos
países que decían defender los mismos ideales, les abandonaron a su suerte, y
aunque resistieron tres años contra bombas asesinas que llegaban de tierras
arias e italianas y se enfrentaron contra soldados mercenarios llegados del
norte de África y contra cobardes intolerantes, enemigos de la libertad y de la
justicia, nada pudieron y fueron derrotados…
La historia no tuvo final feliz,
no ganaron los buenos, no era una película de Hollywood. Tras tres años de lucha del pueblo que una
primavera soñó con la libertad. Los enemigos de la justicia, de la paz, de la
libertad, la igualdad y la fraternidad entre los hombres, alzaron su sangrienta
bandera, la de los antiguos y nefastos reyes sobre la tierra donde un día
floreció la primavera.
Los traidores, no se conformaron
con la victoria, ni fueron generosos con aquellos valientes hombres y mujeres
que habían luchado por ser libres. A los
más valientes los mataron contra las vallas de los cementerios, en las cunetas,
entraban en las casas de aquellos hombres y mujeres y los arrastraban o los
mataban muchas veces delante de sus hijos, incluso en ocasiones también a sus
hijos, fueron crueles con las mujeres, les raparon el pelo y les dieron aceite
de ricino, haciéndoles ir en procesión, burlándose de ellas mientras se hacían
aguas mayores y menores…
Fue tan grande la represión, que
todo se volvió gris, que el miedo de aquella gente que soñó con la libertad un
día de primavera, lleno sus ojos, sus corazones durante muchos años, tantos que
una vez muerto el tirano, continua enquistado.
Tras la muerte del tirano,
algunos comenzaron a soñar con otra primavera. Falsos sacerdotes de la libertad, con
mentirosas palabras, los estafaron. Les
convencieron que no era bueno tener la libertad tan de golpe, no fuese a ser
que cogiesen empacho y se pusiesen enfermos de felicidad por lo que debían
acatar la voluntad del tirano muerto.
Esos falsos sacerdotes se aliaron con los hijos del tirano, aceptaron la
voluntad del sanguinario dictador, para que cambiando algo, todo siguiese igual.
Los asesinos, los ladrones seguían
estando en el poder, como cuando gobernaba el tirano, aunque ahora se habían
disfrazado de hombres buenos, amantes de la libertad, se hacían llamar
cínicamente “demócratas de toda la vida”.
Pusieron un rey, a quien el tirano
designó, y unos y otros, los falsos sacerdotes de la libertad, los traidores y
los “demócratas de toda la vida”,
fueron acaparando todo, robando, engañando al pueblo, todas las riquezas que
quedaban en el país, se las llevaron a un lugar donde los reyes, banqueros y
delincuentes guardan todo lo que expolian, al igual que antes de la llegada de
aquella primavera.
Lo que al principio parecía una nueva
primavera terminó siendo una tiranía feroz, adobada con hueras palabras. A
pesar de ello nadie hablaba, nadie protestaba. Sin embargo cada día les robaban
una flor del jardín, el fruto de una libertad que hace muchos años estuvo a
punto de madurar. Les continuaban
engañando, robándoles lo poco que les quedaba, las casas, el trabajo, sus
derechos conseguidos a base de muchos sacrificios y lucha. Les decían que habían vivido por encima de sus
posibilidades, les mentían, aquellos traidores, aquellos demócratas de toda la
vida, y el heredero del tirano, continuaban viviendo en la opulencia y el
derroche. Les habían robado todo, todo y
lo que era peor la esperanza y la ilusión de ver llegar una nueva primavera,
porque el miedo que había sembrado aquel tirano, estaba enquistado en el
espíritu de aquel pueblo que fue bravo.
No obstante, dicen también, que
todo tiene un límite, que del temor al valor hay una estrecha franja, del miedo
a la rabia se puede saltar en un segundo…
Dicen que el gato asustado un día
crecerá y se convertirá en tigre. Dicen
también, que después de todo invierno siempre termina llegando la primavera,
otro mes de abril en lo que ese pueblo sumido y medroso pueda volver a ser
reflejo de aquel que un día hizo florecer las flores de la Libertad, la
igualdad y la Libertad.
Paco Arenas, autor de Magdalenas sin azúcar, puedes leer los primeros capítulos aquí:
Paco Arenas, autor de Magdalenas sin azúcar, puedes leer los primeros capítulos aquí:
Buen trabajo como es tu costumbre y bien hacer. Pero ¿hemos llegado a ese límite? Desde el punto objetivo en cuanto a condiciones insoportables creo que sí, desde el punto subjetivo de los ciudadanos todavía no. La represión, el miedo inyectado, la paranoia del consumismo, la falta de fuerzas políticas organizadas parar protagonizar el cambio, la tibieza sindical, etc. nos impide llegar a esa primavera republicana. Un abrazo republicano.
ResponderEliminarDeberíamos haber llegado al límite de aguante, son muchos los vasos que están rebosando, al principio era agua, luego tal vez aceite, terminará por rebosar la gasolina y con la mínima chispa explotar todo. No soy partidario de ningún tipo de violencia, pero parece que este gobierno si lo es, pone a prueba el límite de la paciencia de los ciudadanos, cuanta con complicidades muy peligrosas para los trabajadores, la fuerzas políticas que deberían organizar ese cambio, están acomodadas, indecisas más que precavidas, dudan entre dar el paso hacia adelante y arriesgarse a perder los privilegios que gozan si sale mal o liderar el movimiento ciudadano en beneficio del pueblo aunque pierdan esos privilegios que tienen ahora. De los sindicatos, al menos de los dos mayoritarios, mejor ni hablar, claramente sus dirigentes forman parte del entramado de este corrupto poder y están al servicio del mismo, no son tibios, son parte del problema. A esa primavera republicana creo que llegaremos, más pronto que tarde, la situación comienza a ser inaguantable, el vaso de gasolina está a punto de rebosar…
EliminarUn abrazo republicano.