
El rey Alfonso XIII
ha abandonado Madrid con su familia, rumbo a un puerto del Mediterráneo desde
el que se supone saldrá para el extranjero. Aunque no ha abdicado ni renunciado
formalmente al trono, Alfonso XIII antes de partir ha manifestado que acepta la
voluntad nacional. El que hasta ahora fue comité revolucionario, compuesto por
Niceto Alcalá Zamora, Manuel Azaña, Indalecio Prieto, Largo Caballero, Miguel
Maura y algunos otros dirigentes republicanos, se ha erigido en Gobierno
provisional de la República. El cambio de régimen, que se ha celebrado en toda
España con gran entusiasmo, se ha llevado a cabo sin alteraciones de orden público
y sin que haya habido que lamentar incidentes de ninguna clase.
Había un gran
revuelo en las calles, gentes que gritaban. Los obreros de Boetticher y Navarro
abandonaron el trabajo dando vivas a la República. Era el 14 de abril. Hacía un
mes que yo había cumplido los doce años, ya sólo me faltaban dos para estar
entre aquellos obreros, porque mi tío Manolo ya había hablado para que al
cumplir los catorce entrara de aprendiz. Uno de los obreros me colgó un letrero
al cuello que decía: "¡Viva la República!" Nos acercamos hasta la
casa de don Niceto Alcalá Zamora, en Martínez Campos casi esquina a
Zurbano. Yo no tenía idea de qué
significaba la República, ni de si era buena o mala, pero como vi a los obreros
tan contentos, imaginé que era buena, y me uní a ellos coreando los gritos y
los vivas. Alcalá Zamora se asomó a uno
de los balcones de su casa y después de un saludo con la mano, nos dirigió un
breve discurso. Desde ahí nos fuimos a la Puerta del Sol. La Puerta del Sol
estaba abarrotada de gente. Llevaban pancartas que, como en la que a mí me
habían colgado del cuello, se leía: "¡Viva la República!" Ya en el barrio, un grupo de gente me incitó
a que pusiera una bandera republicana en la mano de la estatua del general
Concha, conmemorativa de la batalla de Castillejos, que está en la Castellana,
entre Abascal y María de Molina. Haciendo grandes esfuerzos y ayudado por
algunos chicos del barrio, conseguí subir hasta la estatua, pero cuando me deslizaba por el brazo hacia la mano
del general, perdí el equilibrio y caí desde aquella altura hasta el suelo, me
hice una brecha en la cabeza y me dejé la mitad de un diente en el pedestal de
piedra de la estatua. No me maté de milagro, pero me aplaudieron como si
hubiera ganado una batalla.
Miguel Gila( Y entonces nací yo)
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