sábado, 28 de septiembre de 2013

La traición de Bayona de Carlos IV y Felón VII, perdón Fernando VII





Todos estos borbones firmaron la traición de Bayona
El Tratado de Fontainebleau, firmado el 27 de octubre de 1807, daba España a Francia la autorización para pasar por su territorio para invadir Portugal, la cual posteriormente se dividiría en tres partes;  Al norte se crearía el Reino de Lusitania, el centro se reservaría para cambiarlo por Gibraltar y el Algarve se convertiría en Principado, siendo Godoy el futuro príncipe; las colonias portuguesas serian posteriormente repartidas entre Francia y España, con el manso cornudo de Carlos IV como Emperador de las Américas, Napoleón que de tonto no tenía un pelo,  jugo con la ambición de Godoy y este dio carta blanca al emperador corso y sus ambiciones propias, que sí,  en efecto quería invadir Portugal, pero no para repartirlo con los miembros de la impresentable Corte española de los borbones, ni mucho menos, si puedes comer jamón ibérico no te conformas con tocino, la intención del corso era efectivamente conquistar Portugal, pero conquistando antes España y los muy estúpidos de los borbones y Godoy se lo pusieron a huevo.


Los dos principales traidores a España de la historia.
La debilidad y la torpeza de los borbones, en lucha fratricida entre el padre y el hijo, la reina ocupada con sus diversos amantes, y Godoy que ya se veía como príncipe del Algarve hizo que Napoleón lo tuviese no fácil, sino lo siguiente.  Los muy imbéciles de los borbones, Carlos IV y el futuro Fernando VII, nombran como árbitro del partido a Napoleón, ambos convencidos de que esta de la parte de cada uno,  son complacientes con la invasión del territorio español, Napoleón alienta a ambos a la disputa, pero una vez es nombrado Fernando VII, como rey tras el motín de Aranjuez, ordena al embajador francés a que no reconozca al mismo, consiguiendo que el cornudo de su padre se retracté de su renuncia al trono.
Fernando VII, que necesita del reconocimiento de Napoleón, remite una carta al mismo, en estos términos:


lejos de variar en lo más mínimo el sistema político respeto a la Francia, procuraré por todos los medios posibles estrechar más y más los vínculos de amistad y alianza que felizmente subsisten entre la España y el imperio francés”.

Al mismo tiempo para proseguir con la traición ordeno al Consejo de Castilla, que dejasen claro a los españoles que las tropas invasoras llegaban como “amigos y con objetos útiles al rey y la nación”.
Por su parte Carlos IV, destronado por su hijo, humillado, también pidió ayuda al corso por medio de una carta, para esos eran “amigos del alma”, como ciertos jueces y políticos corruptos, estos más que “amigos del alma” eran “hermanos”:


“Señor mi hermano: V.M. sabrá sin duda con pena los sucesos de Aranjuez y sus resultas, y no verá con indiferencia a un rey que, forzado a renunciar a su corona, acude a ponerse en los brazos de un gran monarca, aliado suyo, subordinándose totalmente a la disposición del único que puede darle su felicidad, la de toda su familia y de sus fieles vasallos. Yo no he renunciado a favor de mi hijo sino por la fuerza de las circunstancias cuando el estruendo de las armas y los clamores de una guardia sublevada me hacían conocer bastante la necesidad de escoger la vida o la muerte, pues esta última se hubiera seguido después de la de la reina. Yo fui forzado a renunciar, pero asegurado con plena confianza en la magnanimidad y el genio del gran hombre que siempre ha mostrado ser amigo mío, yo he tomado la resolución de conformarme con todo lo que este gran hombre quiera disponer de nosotros y de mi suerte, la de la Reina y la del príncipe de la Paz. Dirijo a V.M. una protesta contra los sucesos de Aranjuez, y contra mi abdicación. Me entrego y enteramente confío en el corazón y amistad de V.M. con lo cual ruego a Dios que os conserve en su santa y digna guardia.

De V.M.I y R. su afecto hermano y amigo Carlos”. 


Como puede verse, no solo traiciona, sino que se humilla cobardemente, al mismo tiempo que como cornudo consentidor, pide también ayuda para su adultera esposa y para el amante de la misma, vergonzante y rastrero, este rey. 

Una de las primeras medidas que tomo el infame Fernando VII, como muestra de sometimiento y amistad hacia Napoleón, solicitó que las tropas de Murat, situadas en las cerca  de Madrid, fueran recibidas en la capital como amigas.  Nadie de los poderosos parece darse cuenta de la situación, solo el pueblo que contempla como espectador critico lo que está sucediendo, sin llegar a comprenderlo con claridad, pero llevando muy mal la presencia de esas tropas “amigas”.

Napoleón como “aliado y amigo” de estos dos grandes traidores reunió a estos despreciables borbones por separado en Bayona.  Primero llego el hijo, al cual humillo al máximo, consiguiendo que renunciase a la corona de España a favor de su padre, para este a su vez renunciase a favor de Napoleón, consumándose así la mayor traición llevada a cabo contra España en toda su historia, traición que firmaron todos los miembros de la familia real, menos el supuesto hijo de Godoy, Francisco de Paula, por ser menor de edad, siendo por tanto dicha infame traición firmada por todos los borbones de la Corte.

Al mismo tiempo los traidores mandaban en nombre de Carlos IV una orden que sería publicada en la Gaceta de Madrid, el BOE de la época:

“He tenido a bien dar a mis amados vasallos la última prueba de mi paternal amor. Su felicidad, la tranquilidad, prosperidad, conservación e integridad de los dominios que la divina providencia tenía puestos bajo mi Gobierno, han sido durante mi reinado los únicos objetos de mis constantes desvelos. Cuantas providencias y medidas se han tomado desde mi exaltación al trono de mis augustos mayores, todas se han dirigido a tan justo fin, y no han podido dirigirse a otro. Hoy, en las extraordinarias circunstancias en que se me ha puesto y me veo, mi conciencia, mi honor y el buen nombre que debo dejar a la posteridad, exigen imperiosamente de mí que el último acto de mi Soberanía únicamente se encamine al expresado fin, a saber, a la tranquilidad, prosperidad, seguridad e integridad de la monarquía de cuyo trono me separo, a la mayor felicidad de mis vasallos de ambos hemisferios."

Así pues, por un tratado firmado y ratificado, he cedido a mi aliado y caro amigo el Emperador de los franceses todos mis derechos sobre España e Indias; habiendo pactado que la corona de las Españas e Indias ha de ser siempre independiente e íntegra, cual ha sido y estado bajo mi soberanía, y también que nuestra sagrada religión ha de ser no solamente la dominante en España, sino también la única que ha de observarse en todos los dominios de esta monarquía. Tendréis lo entendido y así lo comunicaréis a los demás consejos, a los tribunales del reino, jefes de las provincias tanto militares como civiles y eclesiásticas, y a todas las justicias de mis pueblos, a fin de que este último acto de mi soberanía sea notorio a todos en mis dominios de España e Indias, y de que conmováis y concurran a que se lleven a debido efecto las disposiciones de mi caro amigo el emperador Napoleón, dirigidas a conservar la paz, amistad y unión entre Francia y España, evitando desórdenes y movimientos populares, cuyos efectos son siempre el estrago, la desolación de las familias, y la ruina de todos. Dado en Bayona en el palacio imperial llamado del Gobierno a 8 de mayo de 1808. Yo el Rey.  Al Gobernador interino de mi consejo de Castilla."


Gazeta de Madrid, viernes 20 de mayo de 1808”







Mientras los traidores vivían a cuerpo de rey en Bayona, los españoles, el pueblo, ya estaba dando su sangre por España.  Napoleón así los albergo como huéspedes suyos a ambos traidores, a Carlos IV y Godoy con sus dos amantes la reina y Pepita Tudó en Compiègne, quedándose libre en Madrid su esposa de conveniencia,  la condesa de Chinchón , y al felón de Fernando en Valençay, a cambio de la traición Napoleón les prometió posesiones y pensiones vitalicias para que pudiesen vivir como reyes pero sin quebraderos de cabeza.

 Y así es como José Bonaparte, “Pepe Botella” llego a Madrid como rey, donde ahora gobierna una tal Botella, ignorando por mi parte los méritos del Botella y la Botella, para ocupar los cargos que tuvo uno y que tiene la otra, bueno el ser hermano de, y el ser esposa de..., claro que a esta última siempre le quedara un 

 "relaxing cup of café con leche in the Plaza Mayor"

2 comentarios:

  1. No sé..., yo no sé nada de historia ni de nada de nada, pero me ha parecido oír a algún entendido, decir que ojalá hubiera triunfado el napoleonismo en la España de 1808. Que otro gallito nos habría cantado, que habría desaparecido el borbonismo.
    Que..., al parecer, la obstinación del pueblo madrileño (y por ende del español) por impedir el avance del ejército napoleónico, estuvo imbuida y tele-dirigida por el aplastante predominio de la iglesia vaticanera, que influyó —como siempre hace— en las conciencias de la plebe inculta y fanática. Fanática, inculta y creyente.

    EN CONCLUSIÓN: Que otro gallito nos habría cantado a los españoles si llegan a entrar en España los destellos de una revolución que apoyaba su idealismo en la libertad, en la igualdad y en la fraternidad, y que abominaba de la monarquía hereditaria.

    En fin, no sé..., no sé...

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    1. Posiblemente sí, lo primero nos habríamos librado del Felón y de las guerras carlistas, la Pepa, no fue la primera constitución española, de todos modos para lo que duró tanto una como la otra. Posiblemente España hubiese seguido el camino de otros países europeos y hay sería una república, o tal vez no...

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