Han vuelto a operar al monarca español de la cadera, la séptima operación en tres años y se ha vuelto a reabrir el debate sobre la sucesión real, el Estatuto de la Casa Real, del Rey que lleva pendiente de desarrollarse desde que se aprobó la Constitución Española y la figura del Príncipe desprovista de atribuciones legales.
Como socialista y republicana, apuesto por una reforma constitucional, con su preceptivo referéndum, para decidir, entre otras cosas, si queremos seguir manteniendo una figura arcaica, machista y poco democrática, como es la monarquía hereditaria o si queremos elegir al Jefe del Estado español en elecciones en donde todos y cada uno de los españoles mayores de edad podamos decidir quién nos representa.
Esta reforma constitucional debería abordar también la definición del Estado, el problema territorial, en el que mi apuesta es, sin duda alguna, el Federalismo. Un federalismo moderno, sin cupos, viejas prebendas, ni distinciones “históricas”. Un federalismo del siglo XXI, de españoles diferentes pero con los mismos derechos y obligaciones. De españoles plurales pero solidarios que pagan impuestos en función de su renta y reciben servicios de calidad y en función de sus necesidades.
Una reforma constitucional para que todos los menores de 53 años que no votamos en el 78 podamos hacerlo hoy, libres, informados y responsables. Una Constitución que nazca del consenso, del acuerdo y la voluntad de la mayoría y no del miedo o del deseo de pasar página, de cerrar las puertas al terror vivido, de huir hacia adelante. Una reforma constitucional que no tiene que asustar a nadie, en Alemania, país modelo de estabilidad se han producido numerosas reformas constitucionales, hasta el Estados Unidos se han enmendado varias veces su sacro santa Constitución.
Volviendo a la cadera real asunto con el que empezaba esta columna, queda claro que fue un error aplazar el desarrollo del artículo 57 de la Constitución que dice textualmente en su punto quinto: “las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica”. Ley Orgánica que 35 años después no se ha llevado a cabo y que genera que hoy se abra este debate.
No es asunto baladí ya que el rey, además de campechano, es el Jefe del Estado español y como tal tiene una serie de funciones no delegables que tiene que cumplir y que son esenciales para el correcto funcionamiento de las instituciones, por ejemplo, la sanción y promulgación de las normas, la recepción de credenciales de los embajadores, nombramiento del Presidente, los Ministros, miembros del Tribunal Constitucional, miembros del Tribunal Supremo, Presidentes y Consejeros de las Comunidades Autónomas…
Al no haberse desarrollado la Ley Orgánica que recoja un procedimiento legal para que el rey abdique o renuncie al trono, al no estar reguladas las funciones del Príncipe, salvo como heredero al trono en caso de fallecimiento del rey, en estos momentos, el Estado español se encuentra con un Jefe que no puede ejercer sus funciones y que tampoco puede delegar las mismas en nadie.
El debate sucesorio se entremezcla con el debate sobre si es la monarquía la forma de representación del Estado realmente querida por los españoles o solo fue una situación de transición elegida en un momento harto delicado de la historia de España. Esta es la razón por la que, ni se ha desarrollado la Ley Orgánica antes citada, ni se ha cambiado la Constitución para eliminar la pragmática sanción por la que el trono lo heredan los hombres antes que las mujeres y que entra en clara contradicción con el principio de igualdad que consagra la misma Constitución en su artículo 14.
A los dirigentes españoles de casi todos los partidos políticos, sobre todo de los que participaron activamente en la idealizada Transición, les da pánico abrir estos debates, unos porque son claramente monárquicos y no quieren arriesgarse a que los españoles apostemos mayoritariamente por una República; otros porque siendo republicanos, se han tornado juancarlistas, en reconocimiento al papel del Rey en la consolidación de la democracia en España y creen estar ayudándole pese al deterioro que está sufriendo su imagen en los últimos años; algunos más porque temen que en estos momentos de desprestigio de las Instituciones, los españoles se decanten por alguna figura demagógica o popular a la hora de elegir en votación al nuevo Jefe del Estado.
No hay que tener miedo a la democracia, pregúntennos a los españoles si queremos seguir siendo una monarquía parlamentaria, con un Rey como Jefe del Estado o si por el contrario, preferimos ser una República donde elijamos cada cinco años a nuestro máximo representante. ¡Ante la duda, democracia!
Martu Garrote |
Martu Garrote
Fuente: www.diarioprogresista.es
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