Franco y su heredero |
Hace unos días me preguntaron mi opinión sobre la
transición, sobre la actuación del PCE en concreto y sobre lo que por entonces
sentimos sus militantes de entonces y si el PCE tenía otras alternativas ante
la encerrona o la disyuntiva del resto de la oposición y del Régimen. No soy ningún experto, ni un analista ni objetivo
ni por supuesto neutral, por lo cual tan solo puedo hablar puedo hablar más
sobre mis sensaciones personales de aquel joven idealista del momento y desde la perspectiva que da el tiempo, la
distancia y mis muchas canas.
Quien preguntaba consideraba que tal vez el PCE no tenía
alternativas o lo cogía o quedaba fuera de juego. En aquel momento yo no lo vi así, aunque
intenté en su momento verlo así, pero sin coger el carné del partido. A toro pasado resulta muy fácil decir que no
debía haber actuado así ni Carrillo ni la cúpula del partido comunista, entonces
yo me sentí muy defraudado. Sí, es fácil que tal vez al PCE se le hiciese una
encerrona, pero sin el PCE de ningún modo se podría haber dado una apariencia
democrática a la farsa que ahora sabemos que fue la continuidad de la dictadura
con envoltorio parlamentario, pero continuadora de los principios del Movimiento. Eso lo sabía la dirección del PCE y los
sabíamos quiénes participábamos en la lucha.
Aunque algunos participásemos como si tratase de un juego por la edad, en mi caso desde los 15 años participé
siguiendo directrices del PCE, sin entender de política, en ningún caso se nos
dijo que se iba a renunciar a la República, sino todo lo contrario.
Este amigo me decía que el PCE había tenido que pagar un
precio muy alto al renunciar a sus principios.
Por supuesto que fue un precio muy alto el que tuvo que pagar el PCE,
sus militantes, simpatizantes y el pueblo español en general, las consecuencias
todavía hoy las sufrimos. No así sus
dirigentes, que poco o nada hicieron contra la decisión de Carrillo, pensaban
que iban a ser el partido mayoritario de la izquierda, pero al vaciar de
contenido el partido, ofreciendo algo parecido a lo que ofrecía el PSOE,
incluso este sin renunciar abiertamente a la República, con juventud y labia y
marcos alemanes, los impostores de
Surennes se hicieron con la hegemonía de la ilusión de gran parte de la clase
trabajadora. La dirección del PCE se
limitaba - sin argumentos razonados - a
intentar convencer a la militancia, participando de una “transición a la
democracia” en la cual podían legalizarse cualquier partido incluso de extrema
izquierda - los de derecha estaban legalizados - siempre que no fuesen
republicanos. A mí me pilló con 17 años me supo el trago amargo como si me hubiese tomado una copa de Fernet
Branca, me sentí traicionado y no cogí el carnet del PCE tras su legalización,
aunque durante unos años estuve participando en actos de todo tipo con el
mismo.
No sé si considero a Carrillo un traidor o no, yo me sentí traicionado,
sensación que me duro durante mucho tiempo, a su muerte no escribí ni una sola
línea ni a favor ni en contra, no sé si hubiese preferido un PCE ilegal o no,
estaba y estoy convencido que si no se hubiese legalizado, con la fuerza que
tenía el Partido, de ningún modo hubiese sido viable la prolongación del proyecto
continuador de la dictadura, eso lo sabía tanto Suarez, como el rey o Carrillo,
no era necesario renunciar sino negociar y eso no se hizo, había muchas prisas.
La decisión, hasta lo que yo conozco, se limitó a un número
muy reducido de la cúpula del PCE, a las bases se nos puso las condiciones,
aceptándolas la inmensa mayoría sin rechistar, entre otras cosas porque tampoco
teníamos muchas alternativas, ni decisiones, habíamos vivido en la oscuridad de
la dictadura muchos años, de repente veíamos una luz de una vela muy débil,
pero que nos permitía, al menos eso pensábamos, llegar a lograr nuestros
sueños. Aceptamos como mal menor y porque la decisión la
presentaban como la única vía posible, posiblemente de no haber coincidido la
legalización del Partido con mi llegada a la península yo habría aceptado la
decisión influenciado por mis camaradas, pero cuando quise contactar con el
PCE, el partido ya era legal y yo un adolescente testarudo.
Mi opinión de entonces, aunque desde distintas posiciones ideológicas,
coincide bastante con la actual en cuanto a lo negativo de la aceptación del
acuerdo del PCE con el Régimen, así como su evolución posterior hasta la
formación de Izquierda Unida en 1986, en que tímidamente, comenzó a recuperar
los principios republicanos. Hasta ese
momento, en las manifestaciones en la que algunos portábamos la bandera
republicana, siempre habíamos sido amonestados por los servicios de orden del
PCE, porque el camarada Carrillo así lo había decidido. Todavía recuerdo cuando en la plaza de Toros
de Valencia, abarrotada de gente se me ocurrió sacar la bandera republicana –
que había pasado escondida, colocándome en primera fila para ver si ocurría lo
mismo que años atrás - ya en el año
1986, con partidos republicanos dentro de la coalición de Izquierda Unida, de
repente vimos cómo se acercaban miembros del servicio del orden, que se
quedaron parados cuando desde la tribuna, Gerardo Iglesias, señalando mi
bandera dijo:
-
Esa, esa también es nuestra bandera.
Un gesto que siempre agradeceré, no creo que él lo recuerde,
pero tal vez sí, no había otra bandera republicana en la plaza de toros de
Valencia, el gesto del primer coordinador de Izquierda Unida lo vi con gran esperanza,
pero los cambios en el PCE, en Izquierda Unida, en la izquierda y en el
movimiento republicano, todavía hoy van muy lentos, pero espero que valgan la
pena y pronto ya sean por las torpezas, tropelías, robos, sobres varios, aciertos
nuestros pronto consigamos que la bandera que ondeo aquella tarde en Valencia,
ondeé en toda España como única bandera constitucional.
Es cierto que el PCE, era un rival a batir por todos los
partidos de la oposición y del Régimen franquista borbónico pero se podían
haber hecho las cosas de manera muy diferente consiguiendo logros que fueron
sacrificados por ambiciones tal vez personales.
El PCE tenía antes de ser legalizado mucho poder, además controlaba
CC.OO. Está claro que todos los partidos
hubiesen deseado que no fuese legalizado, pero al final nos les hubiese quedado
otro remedio, las encuestas eran claras, a principios de abril estaba 45 % de los españoles a favor de la legalización y
el 17% en contra. Desde la distancia que da el tiempo, no soy capaz de juzgar
como traición las prisas del PCE por ser legalizado, pero creo que el precio
que pagamos y continuamos pagando es demasiado alto, más sabiendo cómo se ha
comprobado que el partido en el cual habíamos puesto nuestras esperanzas
participo y fue cómplice de la continuidad de ilegalidad franquista.
Aquella circunstancia (¿traición?) me hizo y me hace desconfiar mucho de la única organización
que comparto una parte muy importante de mi ADN político, tal vez eso sea
bueno, tal vez así, no se cometan los errores de antaño y consigamos un estado
más justo, ético e igualitario: la
República.
Publicado también en Unidad Cívica por la República
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