lunes, 2 de diciembre de 2013

Cuando el lechero llama a tu puerta (Lloviendo piedras)


Escrito por Tania Sánchez Melero
Se atribuye al político conservador Winston Churchill la famosa frase la democracia es el sistema político en el cual, cuando alguien llama a tu puerta a las seis de la mañana, se sabe que es el lechero.
La noche del miércoles al jueves de la semana pasada, 19 timbres sonaron a las seis de la  mañana en Madrid, y ninguna de las puertas que se abrieron escondía un amable lechero.
No tardó ni ocho horas la delegada del gobierno en Madrid,  a pesar de encontrarse de baja médica, en afirmar en su cuenta de twitter que los detenidos tenían antecedentes policiales y que se les relacionaba con los incidentes en la facultad de derecho de la Complutense el pasado 20N.
En su siguiente tuit Cristina Cifuentes, se hacía eco de cinco detenidos en Alpedrete como presuntos autores de las reiteradas amenazas a los concejales de IU de la localidad, cuyas denuncias tienen meses de antigüedad, algunas años.
Por si fueran pocas las casualidades de ese día, mientras se hacían públicas estas noticias, se tramitaba en el parlamento el anteproyecto de ley popularmente llamada ley anti 15M o ley mordaza, que permite tramitar como sanción administrativa, lo que ahora debe pasar por las manos de la justicia para ser considerado delito, y probado la culpabilidad del acusado.
Algunos aventureros con enfermedades infantiles deberían pensar cuan útiles son al poder aquellos que se preocupan más por su estética de guerrilla urbana que por las consecuencias políticas de sus actos. Ni comparto ni apruebo dichos actos, para los que quieran jugar a la demagogia lo dejo claro.
Pero algunos, especialmente los periodistas, también deberían pensar que a veces conviene buscar la información que esconde el poder, y que en los tiempos que corren quizá hay que empezar a preguntarse si las actuaciones que anuncian las fuerzas de seguridad a bombo y platillo, y que tienen influencia en los debates políticos sobre las garantías democráticas, se han realizado en escrupulosa respeto a las libertades y derechos de los individuos detenidos, a veces conviene preguntar a los presuntos delincuentes y no aplicar el principio de veracidad a las instituciones de seguridad.
La palabra que más se mencionaba entre compañeros y amigos de detenidos  aquella noche ha sido miedo, cuando cuentan lo sucedido, es imposible no recordar la película argentina La noche de los lápices. En ella, se relata la detención y posterior asesinato en 1974, a manos de la policía, del grupo que lideraba el movimiento por el boleto estudiantil, una reducción del precio del billete de transporte para los estudiantes.
Algunos podrían decir que exagero con este símil, y que el parecido se limita a la violenta invasión del hogar de madrugada, sin embargo, para mí la similitud fundamental es la respuesta de las autoridades ante las detenciones, y el hondo calado de ese discurso en la sociedad.
Cuando una de las madres del caso argentino recorre comisarías y despachos de autoridades buscando una explicación; el discurso oficial se centra en las malas compañías de su hija, las actividades poco adecuadas para una muchacha de su edad y condición, en definitiva, una forma amable de decirle que se lo estaba buscando.
Lo mismo ha ocurrido en esta ocasión, el discurso mediático que buscaban ya está instalado, son los asaltantes de la Complutense, digan lo que digan, ellos son culpables, no sólo es correcto que les detengan, sino que es urgente tomar medidas para endurecer la lucha contra estos violentos.
Pero la verdad es que muchos no tienen que ver con esos actos, la mayoría son jóvenes activistas, que acaban de empezar a implicarse en luchas sociales, pero da igual, sean lo que sean comparten entre ellos y con todos nosotros lo que nos quieren hacer olvidar, son ciudadanos con derechos civiles y democráticos que deben ser siempre respetados.
La democracia no tiene que ver con el horario del lechero, sino con el ejercicio de los derechos civiles y democráticos con la seguridad de que no serás sancionado por ello, en definitiva, es el sistema en el que uno no tiene miedo de sus gobernantes.
La noche del miércoles al jueves, no sólo los detenidos, sino que muchos activistas que jamás han usado la violencia pasaron miedo, un país en el que la gente tiene miedo de ejercer sus derechos está muy lejos de poder llamarse democrático.
Aunque el timbre que ha sonado esta noche no sea el tuyo, ni conozcas a ninguna de las personas detenidas, y tengas incluso la duda de que hayan cometido actos que tú condenas, deberías pensar que en la historia de los sistemas dictatoriales cuando se conocen los abusos del poder, siempre sorprende el  silencio atronador que reinaba en las sociedades que los sufrieron.
Ahora, no cuando la historia recomponga los datos estremecedores de los abusos policiales que dejará esta crisis, ahora es cuando estamos a tiempo de pensar si queremos convertirnos en una sociedad que colectivamente mira hacia otro lado amparados en el pensamiento individual de que “algo habrán hecho”, “conmigo esto no va”.  O si queremos luchar por mantener nuestras libertades, ésas que no acaban donde empieza la del otro, sino que las podemos  ejercer individualmente porque las tenemos garantizadas colectivamente.

Tania Sánchez Melero

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