Treinta y cinco años de dedicación continuada a la
investigación hacen de Francisco Moreno Gómez uno de los historiadores
españoles más solventes y rigurosos a lo largo de sus múltiples trabajos sobre
los maquis, sobre la guerra y la represión en su provincia natal de Córdoba y
ahora sobre la guerra pura y dura en un libro denso -Trincheras de la
República. La gesta de una democracia acosada por el fascismo, editorial El
Páramo- donde rinde homenaje a la cualificación y la combatividad de los
soldados republicanos.
Moreno Gómez es catedrático de instituto ya jubilado y
pertenece a esa importante saga de investigadores que ha tirado del carro de la
historiografía al margen del academicismo universitario. Considera que las
estimaciones sobre las víctimas tanto de la guerra en los combates como de la
represión se quedan cortas porque sigue sin aflorar la cifra exacta de
desaparecidos. "En los frentes de batalla pudieron morir no menos de
300.000 combatientes en toda España y, tan sólo en la provincia de Córdoba, he
podido documentar casi 12.000 víctimas de esa catástrofe humanitaria causada
por el golpe militar franquista. Pero son datos mínimos, el máximo no se sabrá
nunca. De ahí la enorme importancia de investigar, como sugiere el Comité de
Desapariciones Forzadas de la ONU".
No es habitual en la historiografía actual que se
reconstruyan batallas, pero Francisco Moreno lo hace aportando mucha
información, incluso planos de situación que facilitan el entendimiento sobre
la evolución de las campañas bélicas. Una de ellas -no muy conocida- es la
última gran batalla de la contienda española, que se libró entre las provincias
de Córdoba y Badajoz, entre enero y febrero de 1939, cuando nadie dudaba ya de
que la guerra civil estaba perdida para la República. En efecto, en la batalla
de Córdoba-Extremadura intervinieron más de 160.000 combatientes (92.500 del
ejército republicano y 72.000 del bando franquista). Hubo 30.000 bajas y 10.000
muertos: 8.000 militares republicanos y 2.000 sublevados. Moreno Gómez explica
así el sentido de aquella postrera gran batalla: "Los republicanos
rompieron el frente, lo que causó gran alarma en el cuartel general franquista.
La República quiso demostrar que no se rendía dando ejemplo de coraje y
dignidad". El historiador cordobés recuerda la clave de la victoria
franquista y se muestra categórico: "Cuando las fuerzas se equiparaban, la
ayuda extranjera de Hitler y Mussolini deshacía el empate. De no haber sido por
la ayuda del Eje Roma-Berlín, Franco no gana la guerra. La cualificación y la
combatividad de los republicanos no ha sido valorada en su justo término".
El autor se detiene en determinados episodios de la guerra
civil como el que sigue a la caída de Málaga en poder de las tropas franquistas
en febrero de 1937. La ciudad se convirtió en una auténtica ratonera, donde
decenas y decenas de personas eran fusiladas cada noche en las tapias del
cementerio de San Rafael, que alberga el segundo conjunto de fosas comunes más
importante de Europa con casi 5.000 esqueletos, después de Sebrenica, en Bosnia
Herzegovina. "Se organizaban matanzas de prisioneros todas las noches.
Decían: A ver que salgan los de la celda 21 y cargaban el camión rumbo al
cementerio". Pero no sólo eran asesinados los malagueños, sino también los
andaluces llegados semanas y meses antes a una ciudad colapsada que duplicaba
su población por la presencia masiva de refugiados huyendo de la represión
rebelde. Moreno documenta bastantes ejemplos de llegadas de grupos de
falangistas de pueblos del occidente andaluz en manos golpistas "que iban
a cazar a sus paisanos", para detenerlos, llevárselos a sus localidades de
origen y allí matarlos. "O por el camino de vuelta, como pasó con un grupo
de republicanos de Morón, que fueron fusilados en La Puebla de Cazalla".
La "carretera de la muerte"
Las cien mil personas, en su mayoría civiles, que se
encaminaron apresuradamente hacia Almería por la carretera de la Costa durante
los días siguiente a la toma de Málaga, tenían plenamente justificados sus
temores y padecieron el ataque continuado de los sublevados: por aire
bombardeados y ametrallados por la aviación italiana y desde el mar cañoneados
por la marina rebelde. El médico canadiense que auxilió con su ambulancia a
cientos de huidos por aquella "carretera de la muerte" considera que
aquello fue el mayor crimen de guerra en España, más que las matanzas de
Badajoz y que el bombardeo de Guernica. "Estamos hablando de casi cinco
mil muertos", comenta Francisco Moreno, aclarando que "en la
República nunca se ametralló a los civiles que huían de los pueblos por miedo a
la represión, cosa que el franquismo hizo masivamente en Málaga, pero también
en 1938 en el cierre de la bolsa de La Serena y en Don Benito (Badajoz), y
durante la evacuación de de Tarragona en enero de 1939, como bien recogió Robert
Capa en sus fotos. Es la criminalidad de guerra de que se ocupa la justicia
universal".
Otro aspecto de la guerra escasamente abordado en el que se
detiene moreno Gómez es el de los "niños o hijos de la noche", un
original fenómeno de grupos de guerrilleros que hacían peligrosas incursiones
nocturnas al otro lado del frente, en la retaguardia enemiga para realizar
acciones de sabotaje, para liberar detenidos, para robar ganado y víveres y
para ataques sorpresa. "Formaron en todo el frente -dice Moreno Gómez- el
14º cuerpo guerrillero, estructurado y comandado por el jienense Domingo
Hungría, que tenía su sede principal en Villanueva de Córdoba, con sedes
también en Granada, Badajoz, Alcalá de Henares, y un centro de entrenamiento en
Benimámet (Valencia)". Estos grupos de guerrillas, que progresivamente
fueron recibiendo apoyo de técnicos extranjeros, principalmente soviéticos,
efectuaron acciones de guerra importantes, como la voladura de un tren militar
cargado de soldados italianos y la liberación de 300 presos republicanos en el
fuerte de la localidad costera granadina de Carchuna. Los guerrilleros del
frente sur (entre Córdoba y Extremadura) sumaron durante la contienda 239
sabotajes, 17 emboscadas, 6 incursiones, 87 trenes descarrilados, 112 vehículos
destruidos y 2.300 bajas enemigas, entre muertos y heridos, con tan sólo 14
muertos propios, según precisa el investigador Francisco Moreno en su libro
Trincheras de la República. Asegura que la voladora de un puente en la
carretera de Peñarroya y Córdoba inspiró al mismísimo Hemingway para el
argumento de su novela Por quién doblan las campanas.
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