Escrito por Vicente Clavero
Mientras 70.000 empresarios españoles con menos de 250 trabajadores se veían obligados a echar el cierre, incapaces de soportar por más tiempo los quebrantos de la crisis económica, resulta que el presidente de la patronal que los agrupa se embolsó 300.000 euros en 2011 y 2012 por el simple hecho de ocupar ese cargo. Además, Jesús Terciado lo hizo de tapadillo, mediante dos sociedades suyas (Ingasert y Tecrucyl) que facturaron a Cepyme en concepto de consultoría, lo que le permitió ahorrarse un montón de dinero en impuestos, según la denuncia que han presentado contra él varios dirigentes de la organización.
Algunas informaciones periodísticas apuntan a que la excusa aducida por Terciado es que se limitó a hacer lo mismo que su antecesor, Jesús Bárcenas, para resarcirse de los esfuerzos dedicados a Cepyme, ya que por aquel entonces el puesto de presidente no estaba oficialmente remunerado. En 2013 se regularizó la situación, de la que al parecer no tenían conocimiento ni la junta directiva ni el comité ejecutivo de esta patronal, y gracias a ello Terciado disfruta ahora de un contrato de alta dirección, cosa poco frecuente, hasta el punto de que el principal responsable de CEOE, Juan Rosell, no cobra retribución ninguna por serlo.
Este escándalo se suma a otros habidos recientemente en la cúpula empresarial, que en los últimos años no ha demostrado demasiado buen tino a la hora de elegir a sus máximos dirigentes, y ha preferido mirar para otro lado (al menos durante cierto tiempo) cuando se les han descubierto irregularidades. Así ocurrió con el anterior presidente de CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, hoy en la cárcel a la espera de juicio por alzamiento de bienes y blanqueo de dinero, que no fue obligado a dejar el cargo hasta meses después de que salieran a la luz sus manejos en Viajes Marsans, grupo del que era propietario junto con el ya fallecido Gonzalo Pascual.
También el presidente de la patronal madrileña, Arturo Fernández (cuñado, por cierto, de Díaz Ferrán), ha salido mucho en los papeles por asuntos nada claros, que no impidieron su reelección el pasado mes de marzo. Primero fue denunciado por pagar en dinero negro parte de las horas extra de sus trabajadores de plantilla y tuvo que desembolsar 670.000 euros para ponerse al corriente con Hacienda y con la Seguridad Social. Luego se descubrió un cuantioso fraude en los cursos de formación por el que fue detenido Alfonso Tezanos, hombre muy próximo a él. Y, por último, se vio obligado a prescindir de su mano derecha en CEIM, Lourdes Cavero, esposa del presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, tras conocerse los elevados emolumentos que percibía.
La patronal andaluza tampoco se ha librado de las convulsiones: Santiago Herrero renunció a finales de 2013 a optar a un nuevo mandato al frente de la CEA después de que le llevaran ante la justicia siete contratistas de una promoción de viviendas de protección oficial en la barriada de Sevilla Este que se consideraban estafados. Herrero, que intentó disputarle la presidente de CEOE a Rosell tras la retirada forzosa de Díaz Ferrán, dejó tras de sí una CEA en ruinas, con casi quince millones de pérdidas en 2011 y 2012, una perspectiva de ingresos de sólo tres para el año siguiente y una plantilla diezmada después de la ejecución de dos ERE.
Ahora le ha llegado el turno a Terciado, que el día 25 de este mismo mes se enfrenta a su primera reelección en Cepyme, donde lleva cuatro años como presidente. Veremos si finalmente toma el camino de Herrero o se agarra al cargo como a un clavo ardiendo, sin importarle el daño que su empecinamiento pueda infligir a la imagen de la organización, como hizo Arturo Fernández.
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Fuente Público
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