Llegue a Madrid con la seguridad de encontrarme una ciudad
desierta, pensando que si con los llamamientos que habían realizado las
autoridades del Régimen a rendir vasallaje a los nuevos reyes, las calles de la
capital del reino parecían las de Paris
cuando en esas mismas fechas de 1940 entraba Hitler en Paris, sin ciudadanos en
las calles y con las SS y el ejército alemán vigilando y desfilando por la
capital del Sena. En la Gran Vía de
Madrid lo más visible era la policía, pero no habían entusiasmados vasallos
dispuestos a rendir pleitesía al elegante y altanero jefe militar que heredaba
el puesto que no dejaba vacante su padre, el también militar Juan Carlos de
Borbón, que a su vez lo había heredado a
la vez del criminal dictador que le sucedió, siendo este el tercer militar que
de manera sucesiva ocupaba la jefatura del Estado, el nudo, pese a la voluntad
mayoritaria de los ciudadanos continua atado y bien atado.
Si el nudo continua atado es por la fidelidad de los
bastardos hijos de Régimen al dictador, basta con pasear por Madrid y ver el
nombre de sus calles dedicados a criminales, terroristas y sanguinarios
generales, pero también no lo olvidemos por la sumisión de la oposición al anterior
jefe militar y al nuevo, a la traición a esos ideales de los cuales presumen de
tener tan profundas raíces, que deben haber podrido o contaminado con las
raíces del fascismo.
Sin embargo en estos días que llevo en Madrid veo las calles
casi intransitables del bullicio que impera en ellas, decorada con macetones de
flores blancas que le hacen parecer una copia de Marina del Horror, con miles y miles de banderas monárquicas,
sin escudo, colgadas de sus farolas, que recuerdan los tiempos del Movimiento
Nacional, como el gusto por la estética fascista continuase más vivo entre los regidores de la capital del
reino. Con todas las banderas de
absolutamente todos los estamentos oficiales renovadas y estrenadas para la
ocasión, como si miles de niños madrileños no estuviesen pasando hambre y lo
importante fuese la ostentación
artificial de un acto que sin el calor de la gente se queda en huevo huero, con
olor a podrido.
Cuesta imaginarse que estas calles bulliciosas de Madrid el
jueves estuviesen desiertas, pero lo estaban. Hay muchas banderas monárquicas,
casi todas en sedes de empresas y organismos,
también en ventanas particulares, posiblemente dedicadas a un fracasado
evento deportivo, pero también, y es algo que no me ha gustado, junto a los
contenedores de basura, hasta la bandera de un Régimen como el actual merece
respeto, porque representa a unas personas que la tienen como bandera, que esperemos,
como está sucediendo poco a poco la vayan cambiando por la banderas que
representa la libertad y la democracia en España.
No hay muchas banderas tricolores en los balcones, pero hay
bastantes más que hace un año, cuando estuve la última vez, lo cual deja claro
que la libertad se va abriendo camino superando al miedo. El camino hacia la República ha comenzado,
los pasos que debemos dar no deben ser precipitados pero si seguros, de lo
contrario de aquí a unos años volveremos a repetir toda la parafernalia monarco/fascista
del jueves. Pero si somos capaces de unirnos en acuerdos de mínimos, si
logramos que las bases del PSOE reconquisten el partido que fue de Pablo Iglesias,
Largo Caballero o Juan Negrín, de nuevo vuelva a ser un partido de izquierdas y
republicano. Porque tengo claro que todo el bullicioso Madrid cotidiano saldrá
a la calle a llenar la ciudad de alegría, ilusión y color, sin necesidad de
llenar las farolas de banderas con olor a rancio, porque serán los ciudadanos
quienes ondearan al viento la bandera de la libertad al grito de :
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